lunes, agosto 14, 2006

[Red de Catequistas] El silencio ensordecedor de u na Mujer Asunción de María

El silencio ensordecedor de una Mujer

Pbro. Paulo Alejandro González Enríquez, semanario.com.mx

El año de 1950 fue un periodo de pinceladas multicolores en la historia de la Humanidad, pues se dieron acontecimientos que se recuerdan gratamente y otros tantos que, bien lo quisiéramos, no hubieran sucedido jamás. En ese año se fundó la ONU, se constituyó el movimiento Pax Christi, para propiciar la paz entre las naciones; se fabricaron los primeros televisores a color, se desató la guerra coreana que dio como resultado la separación Norte-Sur; pero, enmedio de este marisma histórico, el Papa Pío XII, en función de su infalibilidad como Vicario de Cristo, proclamó como Dogma la vivencia, ya celebrada por la tradición de la Iglesia desde el siglo VII, de la Asunción de la Virgen María a los Cielos.
Con esta celebración, que desde entonces recordamos el día 15 de agosto, se presenta a la Virgen Madre, que en continuidad a su misión de discípula predilecta del Padre, sigue en su caminar al Hijo hasta la Jerusalén celestial. María no es la meta, es la compañera de camino que nos vuelve a decir: «Hagan lo que Él les diga»; es la guía experimentada que nos conduce al Paraíso.

Bendita Tú entre las mujeres…

La Asunción de la Virgen María constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás miembros del pueblo de Dios, como canta la liturgia bizantina: «Te trasladaste a la vida porque eres Madre de la Vida, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas».
Es la mujer silenciosa que nunca ha querido ocupar el papel protagónico, porque sabe que todo debe girar en torno a su Hijo; es la mujer que acalla sus labios para escuchar la Palabra hecha carne que fecundó su seno virginal; es la Bendita entre las mujeres, porque es el Santo de los santos el fruto de su vientre, que nos sigue entregando día tras día para que lo hagamos el Señor de nuestras vidas.

Quién es esta Mujer

No hay devoción auténtica a María lejos de Cristo, es lo que proclamamos y celebramos en esta festividad de la Asunción, María con su Hijo, que nos sigue diciendo: «Hagan lo que Él les diga».
Escuchar la voz de María es acallar nuestra sed de sensacionalismo, y dejar que nos hable el silencio que nos lleva a meditar las palabras de Jesús en nuestro corazón y nos integra a la familia de los bautizados, ya que una devoción que se centra en la exclusividad de unos cuantos, lejos de ser expresión de fe, denuncia un vacío de fe, ya que conduce a la búsqueda únicamente del «milagro», del espectáculo, de la aparición mediática que dirija las miradas de la población dispersa a nuestra persona, y no a Cristo fuente y cumbre del caminar auténticamente mariano.

La Mujer del silencio

María es la «Mujer del silencio», la Madre que desaparece totalmente en el Hijo; es la Mujer se declara disponible y obediente: «Hágase en mí según tu palabra»; por ser creyente no tiene necesidad de signos.
La celebración de la Asunción nos ha de llevar a revisar nuestra devoción a la Virgen, preguntarnos si es auténtica, si nos hace frecuentar el terreno profundo de la contemplación, del compromiso, de la fe, que se alimenta en Cristo, y no de apariciones o milagros.

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Jose Luis Aboytes

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