lunes, octubre 23, 2006

¿Por qué lloran en Página/12 ?

AMIGOS DE LA LIBERTAD
- "BRONCA, DOLOR Y VERGÜENZA" no es una nueva línea media futbolera, es nada más que los síntomas que tienen los mentirosos de Página 12 cuando se los enfrenta con la verdad.
- Bronca, dolor y vergüenza es lo que le va a sobrevenir cuando descubra, (el autor) en los origenes de Página 12 los dineros de los secuestros que manejaban los terroristas en la decada aciaga de los 70. Y decimos descubra, porque suponemos que no lo sabe y que por lo demás no está obligado a saberlo.
- Y para mayor información le debe pedir a su jefe Verbitsky, el del atentado en donde murió el chofer camionero frente al Comando del Ejército; el mismo de la base en Lima para triangular el deposito del rescate de los Born de 60 millones de dólares que anduvo manipulando el jefe de inteligencia montonera, sucesor de Walsh, que ahora regentea Pagina 12 y asesora a la Presidencia de Kirchner sobre como hay que hacer para dominar la justicia y terminar de destruir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad y Policiales.
gm
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Perfil - 21-Oct-06 - política
Es el título de un artículo del periódico estadounidense
Washington Post: la Argentina revive "miedos y hostilidades por los juicios de la guerra sucia"
El diario reporteó al juez Carlos Rozanski y al ex Teniente Coronel Emilio Guillermo Nani, quien realizó una ferviente defensa de las violaciones a los derechos humanos. “Nosotros fuimos las víctimas”, señaló el ex militar y atribuyó a "los amigos del gobierno" la desaparición de Jorge Juilo López.
21.10.2006 | 16:10
El diario estadounidense
El matutino estadounidense The Washington Post publicó en su edición de ayer una nota titulada “Los juicios por la guerra sucia argentina reviven viejos miedos y hostilidades”, en la que el juez Carlos Rozanski y el ex Teniente Coronel Emilio Guillermo Nani dan sus puntos de vista.

“Argentina está juzgando su pasado este año, sondeando la memoria y la conciencia de los que sobrevivieron a la sangrienta guerra sucia”, afirmó el periodista el autor del artículo, Monte Reel, quien suele escribir sobre temas latinoamericanos.

“Se cree que hay entre 9.000 y 30.000 personas que fueron desaparecidas por los militares, dependiendo de la fuente”, indica el articulo.

En la nota se mencionan la desaparición del testigo Jorge Julio López y las amenazas recibidas por jueces y fiscales, a través de “cartas intimidatorias demandando que se frenen los juicios”.

Las palabras del Juez. “En un sentido, tal vez nos equivocamos al subestimar el poder de la reacción entre algunos grupos que se oponen a estos juicios, aunque la mayoría de la Corte los apoye”, contó Rozanski en la nota.

“Tal vez la razón por la que nos sobreestimamos y por la que subestimamos las reacciones de los otros es que en pasaron 30 años sin justicia, lo que hace cosas muy complejas y poderosas a la gente. Un juicio como éste no sólo es un tema jurídico, es mucho más profundo”, señaló.

"Es difícil porque le estamos diciendo a los testigos 'Venga y testifique, va a ser bueno sacarse todo de adentro' y al mismo tiempo están todas estas amenazas”, relató el juez, para después agregar que “esto desorienta a nuestros testigos, algunos de los cuales no van a seguir atestiguando, pero la mayoría sí”.

El artículo cuenta que un patrullero custodia la casa de Rozanski, al tiempo que indica que algunos testigos aceptaron ser vigilados por policías, aunque otros no. “La historia les enseñó a tenerle miedo a las fuerzas de seguridad más que nada que pueda amenazarlos”, indica la nota.

“No te podés olvidar que en Argentina, estamos hablando de una historia donde hubo terrorismo de Estado, lo que hace las cosas mucho más complicadas”, dice Rozanski.

Una visión sesgada. Por su parte Emilio Guillermo Nani, quien de acuerdo a la nota trabaja de “asesor de seguridad”, relata su visión de los hechos.

“En los 70s, yo era capitán y viví todo: los ataques, las bombas en los edificios del gobierno, es asesinato de mi jefe en Mar del Plata que murió en mis brazos”, afirmó Nani, quien usa un parche en uno de sus ojos.

El ex Teniente Coronel dijo que cree que la cifra de 30.000 desaparecidos fue aceptada como un hecho “no porque sea verdad, sino porque la historia siempre la escriben aquellos que están en el poder”.

Nani admitió que pudo haber habido “algunos excesos en la parte militar, aunque eventos desafortunados sucedes en todas las guerras” e insistió que “hubo igual cantidad de abusos perpetrados por los grupos de izquierda enemigos del gobierno soberano”.

“Muchos de los que figuran como desparecidos eran terroristas que simplemente se mudaron a otros países y cambiaron sus nombres”, señaló.

“No eran amas de casa o estudiantes, eran organizaciones militares, usaban uniformes, tenían jerarquías, emblemas y docrtinas”, definió.

“Para empezar a rescribir la historia, Nani ayudó a organizar la marcha de la semana pasada en la Plaza San Martin, de Buenos Aires, donde varios miles de personas que apoyan a los militares honraron a los soldados y oficiales policiales que murieron durante la guerra sucia”, dice el artículo.

“Eran héroes que murieron luchando en una guerra contra el terrorismo”, dijo Nani.

“Ahora, el terrorismo está de vuelta. Las amenazas contra Rozanski y otros jueces fueron probablemente enviadas por sus amigos en el poder, no por alguien asociado con los militares. Y la desaparición de López, pudo haber sido arreglada con su consentimiento. Es un pantalla de humo, el gobierno es el único que se puede beneficiar con la desaparición de López”, afirmó.

“Si los juicios continúan, continuaré manifestándome pacíficamente contra ellos. Antes que sea demasiado tarde haré todo lo posible para establecer que fuimos los militares las víctimas y no al revés”, dijo.

“La gente está llegando al punto en la que ya está harta, no se puede tirar eternamente de la cuerda sin temer a que se rompa”, amenazó.

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PAGINA/12
El país|Sábado, 21 de Octubre de 2006
OPINION

Mal día para leer el “Post”

Por Santiago O´Donnell

Escribo estas líneas con bronca, dolor y vergüenza. Tuve la suerte de pertenecer a la redacción del Washington Post, el más progresista de los grandes diarios norteamericanos. Allí trabajé con las plumas que destaparon el Watergate, allí me formé como periodista. Ese mismo diario, tantas veces ejemplo del periodismo más profesional, ayer publicó una incalificable apología del terrorismo de Estado en la Argentina. Incluye referencias a desaparecidos que estarían en Europa y reflota la teoría de los “excesos” supuestamente cometidos en medio de una “guerra sucia”. Dice que “el Gobierno y sus tribunales” están poblados de ex guerrilleros y que ésta sería la causa por la que se reabrieron los juicios de derechos humanos, que no buscan justicia sino venganza. Sugiere que el juez de la causa Etchecolatz es casi un terrorista encubierto y que el pensamiento retrógrado del coronel retirado Nani representa a buena parte de los argentinos. Recomienda “no avivar las brasas” del pasado.

Solamente un facho incorregible o un enviado de Washington que nunca salió de Barrio Norte puede escribir semejante barbaridad. Este último parece ser el caso de Monte Reel, autor de la nota, a quien no conozco, pero leo en la página web que pasó mucho tiempo con soldados norteamericanos cubriendo la guerra de Irak.

Sí conozco a Elsa, que durante décadas manejó la oficina del Post en la Argentina y que en los años de plomo arriesgó su vida para sacar del país casetes en los que el entonces director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, denunciaba los crímenes de la dictadura. Y conozco a Donald Graham, el dueño del Post, un multimillonario que tras recibirse en Harvard se pasó dos años trabajando como policía raso en Washington porque sentía que debía servir a su país, pero la guerra de Vietnam ya había terminado.

Quiero creer que solamente el clima bélico imperante en Washington y la necesidad de mantener viva la “guerra contra el terrorismo” en cada rincón del planeta hicieron posible que los editores no advirtieran el buzón que Nani le vendió a su joven periodista, quien no parece haber advertido que la Argentina no empieza en Parera y Quintana ni termina en Puerto Madero. Pero no puedo justificarlo.

Pienso en los predecesores del actual corresponsal del Washington Post. Pienso en las lágrimas de Tony Faiola y sus crónicas de la hambruna en Tucumán, que promovieron una campaña solidaria y la llegada de varios containers con alimentos desde Estados Unidos, y que le costaron un enfrentamiento público con el entonces director de la Aduana, Antonio Das Neves, porque la ayuda no llegaba al hospital tucumano que tanto la necesitaba. Pienso en la conmovedora crónica que Eugene Robinson escribió desde Catamarca sobre el caso María Soledad. O el seguimiento que hasta el día de hoy Jackson Diehl viene haciendo de la Noche de los Lápices, historia que conoció en Buenos Aires y que nunca pudo olvidar. Pienso en Karen de Young, que nunca olvidó lo que vivió acá durante la dictadura, y que volvió 20 años después para denunciar a los laboratorios norteamericanos que usaron a pacientes argentinos como conejillos de Indias. Pienso en Ed Cody, que también dejó su huella aquí y que se pasó la última guerra del Líbano esquivando bombas arriba de un jeep con Robert Fisk, quien no dudó en elogiar su valentía, conocimientos y manejo del árabe en estas mismas páginas. Pienso en Paul Blustein, que dedicó un año de su vida en demostrar empíricamente la enorme responsabilidad de Wall Street en la crisis del corralito. Pienso en Jim Rowe, que usó sus vacaciones y pagó los pasajes de su bolsillo para inspirar a jóvenes periodistas en Buenos Aires, Misiones o Mendoza.

Y me da bronca, vergüenza y dolor.

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