sábado, marzo 10, 2007

Esperpento y tragedia

Esperpento y tragedia

Esperpento y tragedia
COMO los antihéroes grotescos del esperpento de Valle, retorcido reflejo expresionista de una realidad dolorosa y absurda, los personajes de la corrupta farsa marbellí aprovechan el «caso De Juana» para proyectarse con la lógica de la paradoja en el espejo cóncavo del disparate nacional. El abogado de Julián Muñoz ha pedido la excarcelación inmediata de su defendido alegando con implacable sofística procesal el precedente del serial killer etarra. «Mi representado ha perdido quince kilos en la prisión, y no por voluntad propia», resume el letrado en un escrito cuya patética seriedad refuerza la incongruencia siniestra de la decisión del Gobierno. Fantoches burlescos en una procesión descabellada de desgarrados contrastes: un trazo de humor negro en medio del aguafuerte goyesco de la crispación nacional. Valle tenía razón: el sentido trágico de la vida española sólo puede ofrecerse a través de una estética sistemáticamente deformada.
Desde la óptica del absurdo, desde los espejos del callejón del Gato, el antiguo alcalde «manos largas» de Marbella tiene motivos de sobra para alzar ante la justicia la queja del agravio. Al fin y al cabo él no ha matado a nadie; sólo robó (presuntamente, claro) unos millones de euros, como cualquier presunto concejal. En el esperpento hiperrealista en que su deriva demencial ha convertido la política española, Zapatero podría haber preguntado al pueblo, como Pilatos, a quién era preferible soltar por razones humanitarias, y la voz de la democracia deliberativa habría respondido como un solo hombre:
-¡Al Pantojo! ¡Suelta al Pantojo!
Pero el Pantojo, que ganó unas elecciones por mayoría absoluta cuando todo el mundo sabía que se lo llevaba crudo, sigue en el trullo, adelgazando a la fuerza bajo las privaciones del régimen penitenciario, mientras De Juana Chaos, el Calimero terrorista, paseará pronto, con una pulserita electrónica, bajo el sol tibio de la playa de la Concha. La libertad de Julián Muñoz sólo ofendería a la razón, pero la del asesino etarra ofende además a la dignidad nacional y a la memoria de las víctimas, que es la memoria del sacrificio consumado y de la sangre derramada. Un esperpento macabro, un disparate lúgubre, una farsa siniestra.
Tan siniestra que ha sacado de las sombras a una figura discreta y silenciosa, humilde y seria como Ortega Lara, dispuesto a comparecer en la manifestación del sábado como un Ecce Homo del vejado honor nacional. «Porque están insultando a las víctimas», dice el hombre que volvió del infierno. Pocas bromas ahí: el esperpento se convierte en tragedia clásica cuando asoma en el escenario la solemne gravedad un héroe con todos sus avíos. A Ortega Lara, siempre comedido, mesurado, prudente, le ha llegado al cuello el agua de la indignación y de la rabia. Él sabe mejor que nadie que del infierno se puede regresar, pero nadie sale intacto de la infamia.
IGNACIO CAMACHO