jueves, mayo 17, 2007

Discurso

NICOLÁS SARKOZY

«El pensamiento único, que es el pensamiento de quienes lo
saben todo, de quienes se creen no sólo intelectualmente sino también
moralmente por encima de los demás, ese pensamiento único había denegado a
la política la capacidad para expresar una voluntad. Había condenado la
política. Había profetizado su caída imparable frente a los mercados, las
multinacionales, los sindicatos, Internet. Se sostenía que en el mundo tal
cual es hoy, con sus informaciones que se difunde instantáneamente, sus
capitales que se desplazan cada vez más rápido y sus fronteras ampliamente
abiertas, la política ya no jugaría más que un papel anecdótico y que ya
no podría expresar una voluntad, porque el poder pronto estaría
compartido, diluido, disperso en red; porque las fronteras estarían
totalmente abiertas y los hombres, los capitales y las mercancías
circularían sin obedecer a nadie. Pero la política retorna. Retorna por
todas partes en el mundo. La caída del Muro de Berlín pareció anunciar el
fin de la Historia y la disolución de la política en el mercado. Dieciocho
años después, todo el mundo sabe que la Historia no ha terminado, que
siempre es trágica y que la política no puede desaparecer porque los
hombres de hoy sienten una necesidad de política, un deseo de política
como rara vez se había visto desde el fin de la segunda guerra mundial.
Necesidad de nación La necesidad de política tiene por corolario la
necesidad de nación. La nación también había sido condenada. Pero aquí
está de nuevo, para responder a la necesidad de identidad frente a la
mundialización, vivida como una empresa de uniformización y
mercantilización del mundo en la que ya no quedaría lugar para la cultura
y para los valores del espíritu. Quizá la inquietud es excesiva, pero es
bien real y expresa una necesidad de identidad muy fuerte. Por todas
partes la he encontrado en esta campaña; en todas partes me han hablado de
ella gentes de toda condición. Pero la nación no es sólo la identidad. Es
también la capacidad de estar juntos para p!
rotegers
e y para actuar. Es el sentimiento de que no se está solo para afrontar un
futuro angustioso y un mundo amenazante. Es el sentimiento de que, juntos,
se es más fuerte, y podremos hacer frente a lo que, solos, no podríamos
afrontar. Yo he querido volver a poner la voluntad política y Francia en
el corazón del debate político. La voluntad política y la nación están
siempre para lo mejor y para lo peor. El pueblo que se moviliza, que se
convierte en una fuerza colectiva, es una potencia temible que puede
actuar tanto para lo mejor como para lo peor. Hagamos las cosas de manera
que sea para lo mejor. Conjuraremos lo peor respetando a los franceses,
manteniendo nuestros compromisos, respetando la palabra dada. Conjuraremos
lo peor haciendo que la moral retorne a la política. Contra los herederos
de Mayo del 68 No me da miedo la palabra "moral". Desde mayo de 1968 no se
podía hablar de moral. Era una palabra que había desaparecido del
vocabulario político. Hoy, por primera vez en decenios, la moral ha estado
en el corazón de la campaña presidencial. Mayo del 68 nos había impuesto
el relativismo intelectual y moral. Los herederos del 68 habían impuesto
la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y
el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo. Habían
querido hacernos creer que el alumno vale tanto como el maestro, que no
hay que poner notas para no traumatizar a los malos alumnos, que no había
diferencias de valor y de mérito. Habían querido hacernos creer que la
víctima cuenta menos que el delincuente, y que no puede existir ninguna
jerarquía de valores. Habían proclamado que todo está permitido, que la
autoridad había terminado, que las buenas maneras habían terminado, que el
respeto había terminado, que ya no había nada que fuera grande, nada que
fuera sagrado, nada admirable, y tampoco ya ninguna regla, ninguna norma,
nada que estuviera prohibido. Recordad el eslogan de Mayo del 68 en las
paredes de la Sorbona: "Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas". Así
la!
herenci
a de Mayo del 68 ha liquidado a la escuela de Jules Ferry en la izquierda
francesa, que era una escuela de la excelencia, del mérito, del respeto,
del civismo; una escuela que quería ayudar a los niños a convertirse en
adultos y no a seguir siendo niños grandes, una escuela que quería
instruir y no infantilizar, porque había sido construida por grandes
republicanos que tenían la convicción de que el ignorante no es libre.
Pero la herencia de Mayo del 68 ha liquidado esa escuela que transmitía
una cultura común y una moral compartida, cultura y moral gracias a las
que todos los franceses podían hablarse, comprenderse, vivir juntos. La
herencia de Mayo del 68 ha introducido el cinismo en la sociedad y en la
política. Han sido precisamente los valores de Mayo del 68 los que han
promovido la deriva del capitalismo financiero, el culto del dinero-rey,
del beneficio a corto plazo, de la especulación. El cuestionamiento de
todas las referencias éticas y de todos los valores morales ha contribuido
a debilitar la moral del capitalismo, ha preparado el terreno para el
capitalismo sin escrúpulos y sin ética, para esas indemnizaciones
millonarias de los grandes directivos, esos retiros blindados, esos abusos
de ciertos empresarios, el triunfo del depredador sobre el emprendedor,
del especulador sobre el trabajador. La izquierda hipócrita Los herederos
de Mayo del 68 han degradado el nivel moral de la política. Todos esos
políticos que reivindican la herencia de Mayo del 68, dan al prójimo
lecciones que jamás se aplican a sí mismos, quieren imponer a los demás
comportamientos, reglas, sacrificios que jamás se imponen a sí mismos.
Proclaman: "Haced lo que yo digo, no hagáis lo que yo hago". Ésa es la
izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política, en los
medios de comunicación, en la administración, en la economía. La izquierda
que le ha tomado gusto al poder, a los Privilegios. La izquierda que no
ama a la nación porque no quiere compartir nada. Que no ama a la República
porque no ama la igualdad. Que !
pretende
defender los servicios públicos, pero que jamás veréis en un transporte
colectivo. Que ama tanto la escuela pública, que a sus hijos los lleva a
colegios privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida muy
mucho de vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos,
a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda,
no va jamás. Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés
general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo. Que
firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún "okupa", pero que
no aceptaría que se instalaran en su casa. Que dedica su tiempo a hacer
moral para los demás, sin ser capaz de aplicársela a sí misma. Esa
izquierda, en fin, que entre Jules Ferry y Mayo del 68 ha elegido Mayo del
68, es la que condena a Francia a un inmovilismo cuyas principales
víctimas serán los trabajadores, los más modestos, los más pobres. Ésa es
la izquierda que desde Mayo del 68 ha renunciado al mérito y al esfuerzo,
que ha dejado de hablar a los trabajadores, de sentirse concernida por la
suerte de los trabajadores, de amar a los trabajadores; porque el valor
trabajo ya no forma parte de sus valores, porque su ideología ya no es la
de Jaurès o la de Blum, que respetaban a los trabajadores, sino que ahora
la ideología de la izquierda es la del reparto obligatorio del trabajo, la
de las 35 horas, la del asistencialismo. La crisis del trabajo es ante
todo una crisis moral, y en ella la herencia de Mayo del 68 tiene una
enorme responsabilidad. Yo quiero rehabilitar el trabajo, quiero devolver
al trabajador el primer lugar en la sociedad. Liquidar la herencia de Mayo
del 68 La herencia de Mayo del 68 ha debilitado la autoridad del Estado.
Esos herederos de los que en Mayo del 68 gritaban "CRS = SS", toman
sistemáticamente partido por los violentos, los alborotadores y los
estafadores contra la policía. Lo hemos visto tras los incidentes de la
Estación del Norte. En lugar de condenar a los violentos y de apoyar a las
fuerzas d!
el orden
y su difícil trabajo, no se les ha ocurrido nada mejor que esta frase, que
merecería ser inscrita en los anales de la República: "Es inquietante
constatar que se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud". Como
si los vándalos de la Estación del Norte representaran a toda la juventud
francesa. Como si fuera la policía la que estaba actuando mal, y no los
violentos. Como si los violentos hubieran destrozado todo y saqueado los
comercios para expresar una revuelta contra una injusticia. Como si el
hecho de ser jóvenes lo excusara todo. Como si la sociedad fuera siempre
culpable y el delincuente siempre inocente. Ésos son los herederos de Mayo
del 68, que denigran la identidad nacional, que atizan el odio a la
familia, a la sociedad, al Estado, a la nación, a la República. En estas
elecciones se trata de saber si la herencia de Mayo del 68 debe ser
perpetuada o si puede ser liquidada de una vez por todas. Yo quiero pasar
la página de Mayo del 68. Pero tiene que ser más que un gesto. No hay que
contentarse con poner banderas en los balcones el 14 de julio y cantar la
Marsellesa en vez de la Internacional en los mítines del Partido
Socialista. No se puede decir que se desea el orden y tomar
sistemáticamente partido contra la policía. No es posible seguir
denunciando la "provocación" y el "Estado policial" cada vez que la
policía intenta hacer respetar la ley. No se puede decir que uno apuesta
por el valor del trabajo y, al mismo tiempo, generalizar las 35 horas,
seguir cargándolo con impuestos y estimular la mentalidad del asistido,
del que cobra del Estado para no trabajar. No se puede decir que se desea
obstaculizar las deslocalizaciones y al mismo tiempo rechazar cualquier
experimentación del IVA social, que permite financiar la protección social
con las importaciones. No es posible proclamar grandes principios y
negarse a inscribirlos en la realidad. Yo propongo a los franceses romper
realmente con el espíritu, con los comportamientos, con las ideas de Mayo
del 68, con el cinismo de Mayo del 68.!
Propong
o a los franceses devolver a la política la moral, la autoridad, el
trabajo, la nación. Les propongo reconstruir un Estado que haga realmente
su trabajo y que, en consecuencia, domine las feudalidades, los
corporativismos y los intereses particulares. Les propongo rehacer una
República una e indivisible contra todos los comunitarismos y todos los
separatismos. Les propongo reedificar una nación que de nuevo esté
orgullosa de sí misma. Ciudadanía de deberes Al poner sistemáticamente los
derechos por encima de los deberes, los herederos de Mayo del 68 han
debilitado la idea de ciudadanía. Al denigrar la ley, el Estado y la
nación, los herederos de Mayo del 68 han favorecido el crecimiento del
individualismo. Han incitado a cada cual a no pensar más que en sí mismo y
a no sentirse concernido por los problemas del prójimo. Yo creo en la
libertad individual, pero quiero compensar el individualismo con el
civismo, con una ciudadanía hecha de derechos pero también de deberes.
Quiero derechos nuevos, derechos reales y no virtuales. Quiero un derecho
real a un techo, al alojamiento. Un derecho real al cuidado de los hijos,
a la escolarización de niños con minusvalías, a la dependencia para los
mayores. Quiero el derecho a un contrato de formación para los jóvenes de
más de 18 años, y a la formación a lo lago de toda la vida. Quiero el
derecho a la caución pública para aquellos que no tienen padres, para los
que no tienen relaciones, para los enfermos a los que no se les quiere
prestar porque se considera que representan un riesgo demasiado elevado.
Quiero el derecho a un contrato de transición profesional para los que
están en paro. Pero quiero que estos derechos estén equilibrados con los
deberes. La ideología de Mayo del 68 habrá muerto cuando la sociedad se
atreva a recordar a cada cual sus deberes, cuando en la política francesa
se ose proclamar que, en la República, los deberes son la contrapartida de
los derechos. Ese día al fin se habrá realizado la gran reforma moral e
intelectual que Francia necesita una!
vez más
. Entonces podremos reconstruir sobre cimientos renovados esa República
fraternal que es el sueño siempre inacabado, nunca realizado de Francia
desde el primer día en que tuvo conciencia de su existencia como nación.
Porque Francia no es una raza, no es una etnia, ni sólo un territorio;
Francia es un ideal incansablemente perseguido por un gran pueblo que,
desde su primer día, cree en la fuerza de las ideas, en su capacidad para
transformar el mundo y hacer la felicidad de la humanidad. Quiero
decírselo a los franceses: el pleno empleo, el crecimiento, el aumento del
poder adquisitivo, la revalorización del trabajo, la moralización del
capitalismo, todo eso es necesario y es posible. Pero eso no son más que
medios que deben ser puestos al servicio de una cierta idea del hombre, de
un ideal de sociedad donde cada cual pueda encontrar su lugar, donde la
dignidad de todos y cada uno sea reconocida y respetada.» Discurso de
Bercy, 29 de abril de 2007. Ver el discuso completo aquí (en francés)