miércoles, julio 25, 2007

Fresca brisa del norte

De “El Tribuno”, Salta, 24 de junio de 2007

Otra postura ante los indultos

por GUILLERMO LASCANO QUINTANA (*)

Parece haber época en la vida de los pueblos en que el sentido común se oscurece, casi hasta desaparecer.

Tiempos en los que las ideas se confunden, los principios se vulneran, la razón y la sensatez quedan postergadas.

Como la confusión es mayúscula y generalizada, los focos de lucidez son débiles y pocas las esperanzas de redención.

Hace cuarenta años que soy abogado y nunca, como en estos días, he tenido tanto desasosiego y falta de confianza en el orden jurídico, artera y groseramente vulnerado por el fallo que declaró la nulidad de indultos dispuestos, hace casi veinte años, por el entonces presidente de la Nación; ante la indiferencia de casi todos y la complacencia de algunos.

Aquí no hay citas doctrinarias, ni tratados internacionales, ni elucubraciones interpretativas que valgan. Aunque se escriban decenas de folios, tanto en la sentencia dictada, cuanto por juristas, abogados o simples comentaristas, pretendiendo justificar la legalidad o justicia del fallo, lo que ha sucedido es la coronación del despojo anunciado: en la República Argentina no rige el Estado de Derecho.

Todo comenzó cuando los nuevos integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se plegaron, rápidamente, a los designios de los gobernantes surgidos en el año 2003, quienes, como es sobradamente conocido y reconocido por ellos, son los herederos de la subversión armada, terrorista, guerrillera y marxista, que llenó a la Argentina de sangre y enconos.

Siguieron otros desaguisados, como la derogación de leyes de amnistía, dictadas con el razonable propósito de pacificar a una nación crispada por el odio; derogación contraria a cualquier lógica jurídica y política, convalidada por el mismo tribunal, que hasta tuvo la osadía, con su nueva integración, de hacer distingos respecto de las consecuencias de actos delictuales, según sus autores fueran "simples" terroristas o "gobernantes" y aplicando penas a hechos sucedidos con anterioridad a su calificación como d e l i t o s.

Ahora, en el colmo del avasallamiento a elementales principios jurídicos, de raíz constitucional, la mayoría de los integrantes del tribunal hace desaparecer uno de los pilares de la libertad: la cosa juzgada. Porque, estimados conciudadanos, estos mismos indultos ya habían sido juzgados por la Corte y avalada su validez constitucional, hace diecisiete años.

Sin embargo no sólo el tiempo transcurrido habla de la insensatez de la decisión. Lo más grave -aquello que los ciudadanos desconocen y que la gran mayoría de los dirigentes políticos omiten señalar- es que sin el respeto a los fallos judiciales, estamos en manos de la arbitrariedad.

Así como hoy la Corte hace caso omiso del principio de la cosa juzgada, en cualquier momento del futuro puede cambiar de parecer en otros asuntos, juzga-dos y terminados y resolver de nuevo lo que le parezca. Entre eso y el caos, hay muy poca diferencia.

Este atropello al Estado de Derecho es consecuencia de la venganza de quienes derrotados en el terreno por ellos elegido -Montoneros, ERP y otros- pretenden ampararse en las normas jurídicas que ellos mismos violaron, para consumarla.

De ningún modo es, como se pretende hacer creer, la búsqueda de la verdad y la justicia.

(*) Abogado