miércoles, agosto 15, 2007

Cruces internos por la valija


“Nosotros le
decimos al público
en qué dirección
salta el gato.
El público
se encargará
entonces del gato.”

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Lunes 13 de Agosto de 2007 - V EPOCA - AÑO XL - No 6821

Cruces internos por la valija

Por Eugenio Paillet

Palabrotas y exabruptos y acusaciones cruzadas aparecieron sorpresivamente en un gobierno que sentía, hasta no hace más que unos pocos días, que la elección de octubre debía ser un mero trámite administrativo.

Cristina Fernández era, hasta ese momento, la segura ganadora y la siguiente ocupante de la familia Kirchner en el recambio familiar al frente del poder que se imagina el matrimonio santacruceño.

Era. Por primera vez, tibios análisis sobre el verdadero grado de impacto que la última y escandalosa saga de una serie de casos de corrupción tendría sobre el votante se han encarado en despachos oficiales.

No en vano se filtraron aquellos arrebatos de la senadora en la madrugada de Olivos, el último miércoles, cuando los asombrosos detalles sobre el valijero venezolano y la presencia de tres altos funcionarios argentinos en un vuelo que llegó entre gallos y medianoche al Aeroparque metropolitano ganaban espacio en radio y TV. "¡Acá hay alguien que está tratando de c... la candidatura!", bramó Cristina. A la palabrota le siguió un manotazo que dio contra un vaso de agua que fue a parar a la alfombra. Mudos, escuchaban Néstor Kirchner, Alberto Fernández, Julio de Vido y un par de funcionarios de la denominada "mesa chica", donde se cocinan las grandes decisiones del gobierno.

La ira de la candidata siguió por el lado de la exageración: gritó que le están "tirando un muerto por día", en aparente alusión a la seguidilla de casos de presunta corrupción que atacan al gobierno desde que estalló el escándalo de Skanska, pasando por la bolsa en el baño del despacho de Felisa Miceli, las denuncias sobre jolgorio presupuestario y nepotismo que pesan sobre Romina Picolotti y, ahora, el despido de Claudio Uberti por haber aceptado traer desde Caracas a un misterioso personaje con 800.000 dólares de sospechoso destino en una valija.

"¡No quiero más problemas hasta el 10 de diciembre!", fue lo último que se le escuchó. La alusión a esa fecha, y no a la de las elecciones, deja al descubierto que, si no se trató de un acto fallido, la senadora --igual que su marido y muchos otros en el gobierno-- considera, pese a todos los tropiezos, apenas un trámite ese paso por las urnas.

Siguiente comprobación que rescatan quienes tuvieron acceso a los pormenores del fuerte arrebato emocional de la primera dama: cuando acusa --sin nombrar a nadie en particular-- de intentos por complicarle su candidatura habla hacia adentro de la administración. Pocos dudaron que se refiere a la inacabable pelea sin cuartel que libran Alberto Fernández y Julio de Vido, presentes aquella madrugada en el chalet de Olivos.

Se entiende: el primero tiene destino junto a Cristina. El ministro sospecha que a él, después del 10 de diciembre, lo espera la nada. Y culpa a su archienemigo de todas las trapisondas que lo lastiman.

Lo que le pasó a Uberti, ¿fue un infantil descuido, un exceso de confianza de funcionarios de un gobierno acostumbrado peligrosamente a manejarse con exageradas dosis de impunidad o fue, en verdad, "una cama" tendida por enemigos de adentro que, además, buscaban pegarle por elevación a su jefe directo, el ministro de Planificación Federal? La violenta diatriba de Cristina haría suponer que ella conoce la respuesta correcta.

Es probable que los voceros del cristinismo sobreactúen deliberadamente la escena para mostrar que ella está preocupada por la corrupción y no dispuesta a convivir con impresentables ni ahora ni bajo su hipotética gestión en la Casa Rosada. Sólo así se explicaría que se hayan conocido datos tan puntuales de lo ocurrido aquella noche en un gobierno donde el cerrojo informativo sobre la intimidad del matrimonio es inviolable. Pero también podría ocurrir que haya quienes, en la cima, comiencen a preguntarse cuántos casos más de corrupción podría soportar la candidatura de CFK sin sufrir mella en su estructura. Y sin comprometer el triunfo en la primera vuelta que, hasta ahora, se consideraba casi garantizado.

Amenaza con lloverle sobre mojado. Finalmente, un fiscal recomendó el procesamiento de Romina Picolotti por violación de los deberes de funcionario y presunta malversación de caudales públicos, tras atender las cuatro denuncias penales en contra de la ex asambleísta que obraban en su poder desde que se destapó la graciosa manera de gastar dineros oficiales y de nombrar familiares a troche y moche en la Secretaría de Medio Ambiente. ¿Una devolución de gentilezas de De Vido a Fernández, por el mal trago de haber tenido que echar a su hombre clave en los negocios entre venezolanos y argentinos?

Demasiado rápido sería el movimiento de los operadores del ministro si efectivamente así fuese. Pero, en el piso 11 del Palacio de Hacienda, donde tiene su despacho De Vido, no ocultaban su satisfacción, el viernes por la mañana, luego de los estragos que en el estado de ánimo de todos ellos provocó el escándalo de Uberti que terminó con su "reinado de jeque árabe", como lo definió uno de sus enemigos de la Rosada, al frente del organismo de control de las obras viales.

Como al pasar, y tras descartar cualquier vinculación con la supuesta operación armada entre los enemigos de De Vido y un servicio de inteligencia para entrampar a Uberti, en el primer piso de Balcarce 50 deslizan que el ex funcionario realizaba frecuentes vuelos a Caracas, muchas veces en aviones de la flota presidencial, casi siempre en las sombras, y que reportaba de sus gestiones bilaterales sólo a De Vido y al presidente.

En el Ministerio de Planificación Federal esperan ahora que Fernández sufra el siguiente traspié y termine por echar también a Picolotti, a quien ha defendido a ultranza pese a algunas reconvenciones que le llegaron desde la cima.

El escándalo con Venezuela por el valijero misterioso dejará huellas en la relación bilateral. Y no es algo que le disguste a Cristina: reclama, desde que se subió oficialmente a la candidatura, bajarle el perfil a la ligazón con Chávez. No fue casual que el jefe de Gabinete, quien tiene aspiraciones de seguir en ese cargo más allá del 10 de diciembre, en un primer momento haya intentado minimizar los alcances del insólito hallazgo y de la vinculación de Uberti y los otros dos altos funcionarios con el misterioso vuelo, para terminar 24 horas más tarde reclamándoles una aclaración a las autoridades de la petrolera venezolana Pdvsa. Que es lo mismo que reclamarle a Chávez, no quedan dudas.

Se dice en el gobierno que Kirchner conocía en detalle lo ocurrido con el avión y el incidente con la valija repleta de dólares, pero que se quiso demorar la toma de decisiones públicas para no molestar a Chávez, quien por esas horas desembarcaba en Buenos Aires. ¿No parece más bien un palo por la espalda reclamar aclaraciones una vez que el bolivariano hubo dejado estas tierras, como en efecto ocurrió con el pedido de explicaciones a la petrolera?

En verdad, el gobierno buscó no molestar al visitante, pero fue por otro lado y en otro escenario en el que no habrían faltado advertencias veladas del lado venezolano. Efectivamente, se sabe que, por impulso de Cristina Fernández, se intentó darle a la visita del coronel un perfil absolutamente bajo. Nada de actos de apoyo ni de manifestaciones antinorteamericanas, como las que planean los piqueteros oficiales cada vez que Chávez baja a Buenos Aires.

El dato llegó a oídos de funcionarios de la avanzada oficial venezolana que llegó unos días antes para preparar la visita.

Se dice entre susurros que esos hombres tuvieron, entre otros, contactos con piqueteros oficiales, como Luis D'Elía, dolido de antemano porque le habían vedado cualquier manifestación de fe chavista.

Y que se las compusieron para transmitir a la Casa Rosada que si no había algo de colorido bolivariano, el gobierno argentino podría tener problemas en conseguir el financiamiento que tanto necesita en las actuales circunstancias de superávit enflaquecido y demanda de inversiones energéticas. Si no fue una amenaza, se le pareció bastante.

Conclusión: se armó de apuro algo parecido a una visita de Estado, con rendición de honores militares, presentación de comitivas, Salón Blanco iluminado a giorno y discursos, que nunca figuraron en los aprontes previos del ceremonial argentino.

Las preocupaciones de Cristina por el eventual impacto negativo del escándalo de la valija en las mediciones de imagen y de intención de voto se reflejaron en un dato de última hora: el presidente ordenó salir con un ejército de encuestadores a conocer cómo cayó en la sociedad este suceso. Se busca saber si impactará en las chances de la senadora.

Que el gobierno caminó con el paso cambiado, y otra vez a destiempo, durante esta saga, se reflejó en ciertos gestos presidenciales que no dejaron de impactar en operadores políticos del kirchnerismo. "NK" dijo en Moreno que su gobierno "combate en serio" la corrupción y que ahora funcionan los controles que en la década del 90 no existían. El presidente ha admitido por primera vez --de ahí algunos ceños fruncidos-- que en su propia administración hay nichos de corrupción y funcionarios desleales y deshonestos. No es poco, y genera preocupación por el impacto social de semejante admisión.