jueves, septiembre 20, 2007

AICA Documentos - Monseñor Héctor Aguer

FORTALECER LA IDENTIDAD DE LA FAMILIA

Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
en el programa “Claves para un mundo mejor”
(15 de setiembre de 2007)

Queridos amigos les cuento que, en estos días, en La Plata hemos realizado un “Congreso de la Familia” que es una iniciativa pastoral que he presentado como un gesto de afirmación, de esperanza y se servicio.

En primer lugar de afirmación clara y serena de la verdad sobre la familia, sobre la realidad natural y sobrenatural de la familia, porque parece importante destacar incansablemente la identidad propia de la familia en un momento de una gran confusión al respecto.

Frecuentemente se habla de “crisis de la familia” refiriéndose a la realidad práctica, concreta, de la familia en la actualidad en la Argentina y en el mundo.

Pero creo que el punto más álgido de esta crisis consiste en que se va perdiendo la noción acerca de lo que la familia en realidad es y, entonces, comienza a verificarse una confusión cultural extendida. Es preciso recordar, entonces, qué es la familia de acuerdo a la ley natural y de acuerdo a la revelación cristiana.

Eso es lo que hemos querido hacer, sobre todo, en estos días: recordar qué es la familia y tratar de que vuelva a brillar con toda su luminosidad esa verdad. Juan Pablo II hablaba de un Evangelio de la Familia que hay que proclamar incansablemente.

Quisimos también que, este Congreso Platense, fuera un gesto de esperanza y de servicio. Esperanza y servicio que son realidades que van muy cercanas porque la esperanza, en el sentido cristiano, no significa sentarse a esperar que las cosas sucedan o que todo vaya mejor en el futuro sino que significa lanzarse a la acción y comprometerse seriamente para alcanzar aquel bien arduo que se espera.

En un momento crítico y de confusión es preciso poner una fuerte esperanza en que la familia corresponde a la necesidad humana. Juan Pablo II ha insistido muchísimo en este punto. Una familia sana es la que asegura el verdadero progreso de la sociedad.

Eso supone también un servicio y un compromiso a favor de la familia y de todas las familias.

En este sentido, hay que reconocer que el corazón de la Iglesia es grande y magnánimo. Tenemos que apuntar no solamente a aquellas familias bien constituidas y que viven plácidamente su vida familiar a pesar de las dificultades y problemas de hoy sino también a las numerosas familias en riesgo. Pienso especialmente en algunos sectores de la sociedad donde la acción pastoral de la Iglesia no llega con suficiente vigor y, entonces, esos hermanos nuestros están como desamparados ante un mundo que se los traga.

Esta es una dolorosa realidad, esta confusión del orden familiar comienza a extenderse como una mancha de aceite. Pienso también en aquellas familias que no han alcanzado todavía una plenitud o una perfección sea en el orden civil como en el orden sacramental.

A todas estas familias nos debemos para ayudarlas, en lo posible, a que alcancen a vivir y a cumplir la misión que a la familia le corresponde y en primer lugar a la misión educadora de la familia y de la familia como educadora para la vida social.

Aquí corremos el riesgo de caer en una especie de círculo vicioso no lógico porque es la familia la que debe educar a sus hijos para la familia. ¿Dónde van formarse los hijos, los jóvenes, las nuevas generaciones para formar nuevas familias? ¿Dónde van a prepararse para vivir el orden familiar sino en la propia familia de donde han salido?.

La familia es multiplicadora de familias pero si nuestros jóvenes no reciben en su familia esa vivencia del orden familiar o no viven con felicidad ser miembros de esa familia y no comprenden lo que significa para su vida futura y para el bien común es difícil que pueden realizar luego una experiencia favorable.

Por eso es necesario robustecer la identidad de la familia para que puedan multiplicar el orden familiar preparando a sus hijos para formar nuevas familias y eso es lo que va a asegurar la sanidad del tejido social.

Un Congreso simplemente puede despertar las conciencias, iluminar las ideas, despertar entusiasmos pero, luego, todo esto tendrá que concretarse en proyectos pastorales y en planes concretos y, como digo, en un servicio permanente a la familia.

Me parece que esta es una de las misiones principales de la Iglesia en la Argentina de hoy....

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata