martes, septiembre 25, 2007

MORAL CRISTIANA Y GUERRA ANTISUBERSIVA 2da.

MORAL CRISTIANA Y GUERRA ANTISUBERSIVA.

Por el P. ALBERTO. I. EZCURRA.

2da parte del estudio preliminar de Antonio Caponnetto

El Director.

Lo que contiene este tratado lo verá el lector muy pronto, cuando abandone nuestro prólogo .Pero permítasenos subrayar por anticipado algunos conceptos, no sólo al modo de tributo a la inteligencia de su autor y de su superior jerárquico que supo encomendarle la tarea, sino en desagravio a la Iglesia, a la que pertenecemos y amamos con todas nuestras fuerzas. Por que es tan grande el odio que se ha lanzado contra ella, tanta la furia, la difamación y la calumnia; tanta ignorancia maliciosa y la insolencia diabólica, que un rotundo mentís se impone a tanta versión amañada sobre las relaciones entre Catolicismo y las Fuerzas Armadas, a propósito de la confrontación con el terrorismo. Aquí están estas páginas para testimoniarlo

Otro y muy distinto hubiera sido el curso de la historia; otra y muy diferente nuestra situación, si el magisterio de este capellán de guerreros que fue Ezcurra- y que no es otro que el de la Catolicidad- hubiera prevalecido, y se hubiera escuchado y aplicado a lo largo de la contienda. Casos conocimos- y no es recurso retórico la invocación que hacemos- de otros tantos miembros del clero castrense que se quejaban de la indefinición de la Jerarquía, existiendo una clara e inequívoca doctrina que presentar a los soldados. Como casos conocimos de miembros de nuestras Fuerzas Armadas que, por lo mismo del carácter católico práctico de sus vidas, tuvieron que padecer las indicaciones maquiavélicas de sus superiores. Ni unas ni otras cúpulas quisieron echar mano de la doctrina tradicional que compatibiliza y resuelve la licitud de una guerra con la moral cristiana. Los consejos torvos de las embajadas extranjeras pudieron más que la Cátedra de Pedro.

El Padre Ezcurra,,en cambio, empieza por recordar los principios. Que hay una guerra justa, y que de acuerdo con la tipificación tradicional de la misma, la guerra contra la Revolución Marxista lo es, cabalmente hablando. Mas por lo mismo ha de saberse que una vez estallada la guerra ,no por eso todo es lícito entre los beligerantes “. Los medios deben ser proporcionados a los fines, y en ningún caso el fin justifica los medios. Pensar y obrar lo contrario es coincidir con el enemigo, pues “ conforme a la moral marxista todos los medios son aceptables “. Cierto es que esto coloca en desventaja operativa a la propia tropa, pero le permite conquistar una ventaja moral y espiritual que, a la postre, le resultará invalorable. Por aquello que predicara Rafael Sánchez Mazas : “ Tú no nos elegiste Señor, para que fuéramos delincuentes contra delincuentes sino soldados ejemplares, custodios de valores augustos, números ordenados de una guardia puesta a servir con amor y con valentía la suprema defensa de una patria .Esta ley moral es nuestra fuerza. Con ella venceremos dos veces al enemigo, porque acabaremos por destruir no sólo su potencia sino su odio Cómo mudarían los hechos si los protagonistas castrenses de la liza, hoy pudieran repetir, sin excepción, estas señeras palabras del falangista español !

Se recuerda en segundo lugar, que la Guerra Revolucionaria, por definición inherente, es a la vez civil e internacional. Lo primero por su medio de desarrollo, lo segundo por su conducción ,implicancias, orígenes y móviles .De modo que nadie debe llamarse a engaño respecto a la dimensión de la misma, sea reduciéndola a “ una cuestión policial ”, como decía el último Perón supuestamente distanciado de la guerrilla que él mismo había alentado criminalmente; sea circunscribiéndola a una disensión interna entre fracciones, fraternalmente reconocibles en última instancia. Nada de eso. La Argentina no fue blanco de un ataque organizado por cuatro pillos sin tacha, como diría Chesterton, sino por lo menos de tres Estados terroristas ,perfectamente sincronizados y planificados para justificar la embestida. Quienes habiendo nacido en nuestra tierra se alistaron en esta agresión monstruosa contra la patria, fueron agentes nativos alzados contra la misma .Traidores y felones, que no hermanos o compañeros infiltrados, son los adjetivos que cuadran para calificarlos en sensata lingüística.

En tercer lugar y por lo antedicho- enseña el Padre Alberto Ezcurra- no pueden los marxistas aducir, como entonces y ahora, que su insurrecció0n era válida dado el estado de opresión en que se vivía y la necesidad de alzarse en armas para defender la Nación. Y no por que no sea válida la doctrina de la resistencia bélica al mal ,ni porque el mal enorme no existiera entonces corroyendo los perfiles esenciales de la nacionalidad, sino porque el marxismo era el problema, no la solución: el virus a combatir y a desterrar, no la fuerza regeneradora. De allí las claras palabras del autor: “Si de algún modo las condiciones presentes justificaren un hecho revolucionario, no sería precisamente el proveniente del campo marxista .Más bien al contrario : la carencia de autoridad, el caos y el desorden, la corrupción a todos los niveles, la ineficacia y la debilidad para enfrentar la subversión marxista, podrían legitimar a quienes quisieran restablecer un orden justo y enérgico “. Certero diagnóstico de la ominosa situación vivida otrora,, en aquel primer lustro de la década del setenta, y el deseo inocultable de la que siempre anheló desde los días de su militancia juvenil : la Revolución Nacionalista. Por eso se lo vio al Padre Ezcurra muy cerca de aquellos soldados que protagonizaron la esperanza trunca y fugaz del Operativo Cóndor Azul ,pero muy lejos y ajeno en todo al golpe liberal del 24 de marzo de 1976.

En cuarto lugar, arguye el cura, “ en el estado de violencia que constituye la guerra, la ley moral conserva todos sus derechos, y sus preceptos continúan rigiendo todos los actos de los beligerantes “. Vale decir que “ el justo beligerante puede utilizar todos los medios de coacción que no sean intrínsecamente inmorales, a condición de que su empleo no constituya una crueldad inútil “. No se le escapa que dichas prescripciones éticas ni son planteadas ni mucho menos cumplidas por “ el terrorismo [que] reclama los mismos honores del soldado sin incurrir en las mismas obligaciones “. Tampoco que, al sustraerse voluntariamente de toda eticidad, los guerrilleros quedan convertidos en “ simples homicidas “. Pero aún así , “ esto no significa que sea lícito el uso de cualquier medio para combatirlos : y estas es una de las desventajas de hecho que afectan a los miembros de las FF.AA., regulares en su lucha contra la subversión: verse obligados a respetar leyes de juego que el adversario no respeta. Por ello hay que tener cuidado de no ampliar, ficticia e innecesariamente, el campo de estas leyes, con el riesgo de colocar en situación de inferioridad física y moral al que combate en una guerra justa “.

Nótese el valor de las distinciones trazadas- fruto del hábito escolástico-,y nótese igualmente la aplicabilidad de las mismas. Pongamos al respecto el ejemplo que nadie quiere poner. La regla universal es inequívoca :no le era legítimo a un soldado católico y argentino valerse de la tortura, fuera como método de instrucción procesal, como ejercicio del sadismo para afianzar el poder o como venganza y represalia. No le era legítimo, aunque los guerrilleros practicasen tamañas aberraciones , y a quienes de este modo no lo entendieron todo repudio moral les cabe sin atenuantes .La iglesia que – a pesar de la ignorancia extrema de quienes la agre den- contó con santos como San Juan de Capistrano, o con Pontífices como Clemente V, partidarios y artífices categóricos de la abolición de toda tortura ,estaba allí con su Magisterio para condenar tales conductas pecaminosas. Pero si se daba el caso de una gravísima amenaza al bien común, si tal bien común amenazado no podía defenderse de otro modo, si se habían agotado todos los recursos, y era realmente imprescindible la aplicación de un castigo físico, entonces, no estaba frente a una “ crueldad inútil “ y por lo tanto detestable, sino ante el caso de extrema necesidad, que prudentemente resuelto pudiera quedar justificado. Reprochar ese caso-previo reconocimiento fidedigno de las condiciones y circunstancias que enumeramos- hubiera sido, como dice el Padre Ezcurra, “ ampliar, ficticia e innecesariamente el campo de estas leyes [inmorales ],con el riesgo de colocar en situación de inferioridad física y moral al que combate en una guerra justa “..

(Seguiremos con esta pedagogía no escuchada…; en nuestra 3ra. Parte El Director )