martes, octubre 02, 2007

LA SOMBRA DE HERODES








02 Oct 2007 - 13:33

LA SOMBRA DE HERODES

Una vez más, la provincia de Buenos Aires ha ofrecido un quirófano –lugar donde habitualmente se procura sanar y salvar vidas- para consumar el “crimen abominable”: matar a un niño, al que se le conculcó el derecho a nacer.

Por Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata


Repasemos el caso: En Entre Ríos, una joven discapacitada concibió, como resultado de una violación. La abuela de la criatura solicitó la realización de un aborto, que finalmente fue autorizado por el Supremo Tribunal de Justicia. ¿Tendremos que acostumbrarnos a que los encargados de administrar justicia la violen, ignorando derechos fundamentales que gozan de tutela constitucional? Los médicos del Hospital San Roque, de Paraná, en una decisión que los honra, se negaron por razones de conciencia a suprimir una vida inocente; estimaron, además, razonablemente, que la salud de la joven mamá –que merece todo nuestro respeto y nuestro afecto– corría riesgos con la operación, y no con el avance de su embarazo y con el parto.
El ministro de Salud de la Nación, añadiendo un nuevo mérito a su currículo de promotor de la cultura de la muerte, consiguió que la joven fuera derivada al Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil de Mar del Plata. Le ayudó en su propósito el ministro de Salud bonaerense, el mismo que ha dado permiso para practicar abortos mediante un insólito acto administrativo. Con cobertura “legal” y con medios oficiales se privó del derecho a nacer a un niño que llevaba varios meses de vida.

Deliberadamente lo llamo niño, porque así corresponde según el ordenamiento jurídico argentino. Al adherir a la Convención de los Derechos del Niño, nuestro país estableció que debe considerarse tal “a todo ser humano desde el momento de la concepción y hasta los 18 años de edad”. Esta declaración tiene valor constitucional. Vale la pena subrayar que el reconocimiento del embrión humano como sujeto de derechos se apoya en certezas científicas y no en creencias religiosas. Causa admiración que el gobernador de la provincia de Buenos Aires incurra, sobre este punto, en un grueso error. En efecto, acaba de afirmar, respecto del caso que comentamos: “creo que cada uno tiene derecho a tener su creencia religiosa, pero no obligarle a los demás a tener las conductas que su religión le indica”; así ha dicho al avalar a los médicos que –según él– “han cumplido con su responsabilidad”. Ahora bien, ¡no se trata de creencias religiosas, sino de certezas proporcionadas por la biología, la genética, la embriología y el derecho!
La confusión y los prejuicios ideológicos impiden aceptar una verdad que es de orden meramente racional, no de fe; natural, científica, no religiosa. Un periodista, al informar sobre el caso desliza su opinión y habla del “interminable calvario judicial” que habría sufrido la joven discapacitada hasta que el Tribunal Superior autorizara la operación abortiva. ¡Calvario es el que le impusieron al pobre niño, y no judicial sino sangriento, mortal! Un corresponsal en Mar del Plata anuncia: “se le practicó aquí un aborto terapéutico”, y repite “se concretó el aborto terapéutico”. ¡Terapéutico! ¿A quién se curó con el aborto, y de qué enfermedad? ¡Eugenésico, habría que decir en todo caso, y discriminatorio! ¿Se trata de ignorancia o de mala fe?
Pero la ideología abortista va mucho más allá; no acepta límites a su intolerancia y a su prepotencia, sobre todo cuando se apoya en el poder político. Una diputada de Entre Ríos, que dice identificarse “con las organizaciones de mujeres y de derechos humanos”, está analizando la posibilidad de pedir un jury por mal desempeño a la defensora de Pobres y Menores y a la jueza de Familia, simplemente porque intervinieron cumpliendo con su deber de tutelar el derecho a la vida del niño por nacer. Insiste la legisladora: “vamos a analizar cada hecho de este caso, porque hubo violaciones a los derechos humanos sobre esta joven y su familia”.
Del niño no se habla. Claro, no hemos visto su rostro; no hubo tiempo de llamarlo con su nombre. No mereció la protección del INADI. Como si no hubiera existido. Pero lo cierto es que vivía, y lo han matado.
El totalitarismo de los abortistas se cierne sobre la Argentina como una siniestra amenaza. Como la sombra de Herodes. ¿Recuerda el lector a Herodes el Grande, aquel tirano que en su obsesión de eliminar al Mesías masacró a los inocentes de Belén y sus alrededores?
+ Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata