lunes, noviembre 19, 2007

Artículos de mi viejo arcón( 47) Carlos V y Guadalupe.1


Artículos de mi viejo arcón…(47) El Director. Guadalupe de Extremadura.

Esplendor de un Santuario en el cenit de un Imperio.

Por Fr.Arturo Alvarez, O.F.M.

De las revistas: “ Mundo Hispánico “

Es mucho sobre lo que sobre el gran César se ha escrito en todos los tiempos. Sin embargo, muy poco se ha dicho sobre las relaciones de CARLOS V- GUADALUPE, se exceptuamos, tal vez, al entusiasta extremeño Sánchez Loro, que en su monumental obra La quietud postrímera de Carlos V , digna de todo encomio y densamente erudita, se ocupa de ello. Sin embargo el archivo del monasterio, rico aún después de tantas depredaciones, demuestra que la grandeza de España, iniciada por los Reyes Católicos cabe los muros del vestuto monasterio de Guadalupe- en cuyo santuario se forjó la conquista de Granada, se firmaron las sobrecartas ordenando la entrega de las carabelas de Colón y recibieron el bautismo las primicias del Nuevo Mundo -, llegó al cenit con el emperador Carlos V y bajo el signo de la Virgen morena de las Villuercas.

Comienzan las relaciones entre el futuro gran César y Guadalupe aquel que apenas toma en sus manos las riendas de los estados de Flandes, cuando su preceptor, Adriano de Utrecht, deán de Lovaina y más tarde Papa Adriano VI, acude a este monasterio como embajador de Don Carlos, llamado por Fernando el Católico en 1516 para el Capítulo de la Orden de Calatrava y Alcántara que piensa celebrar aquí y que no llega a tener efecto, porque el rey fallece, camino de Guadalupe en una casa que sus monjes poseen en el cercano pueblo de Madrigalejo

Carlos entra por vez primera en España el año 1517 y, no obstante los difíciles problemas que tiene que resolver en un principio, muy pronto se ocupa de visitar el célebre santuario de Guadalupe, depositando a los píes de la Virgen de sus mayores la suerte de su reinado. En 1522, habíase puesto en contacto directo con el monasterio, como se desprende de una real provisión enviada al prior desde Valladolid, juntamente con una carta firmada de su mano, para que entregue al portador las alhajas de oro y plata dejadas aquí en depósito por el comendador de Calatrava Pero Núñez de Guzmán.

En 1525 viene a Guadalupe con su corte después de ganar la famosa batalla de Pavía (*) en febrero, pasando por el Monasterio de Santa Clara que antes había presenciado otros reyes y más tarde su hijo Felipe II

El I de abril sale de Madrid, llega el día 11 a cenar al monasterio de Guadalupe. Es Martes Santo, y aquí permanece hasta el martes de Pascua, 18 de abril, en que sale , después de comer, camino de Toledo por Navalvillar de Ibo , Valdelacasa ; Oropesa, Talavera de la Reina ,Torrijos , Olías, llegando a la Ciudad Imperial el día 27 del mismo mes.

Esta visita a Guadalupe la señalan repetidas veces los historiadores del monasterio. Fue prolongada y muy importante, pues aunque el motivo era conocer Guadalupe y visitar su Virgen

, es lo cierto que en ella se trataron importantes problemas entre los monjes y el Emperador.

De esa fecha datan ciertos privilegios para explotar unas minas de hierro y cobre, para las que el prior, padre Villahoz , construye una herrería muy notable cerca del “ Arca del Agua “.

Además, en esta vista manifestó el Emperador el deseo de construir un magnífico retablo para el altar de Guadalupe. En el archivo se halla la minuta de una carta enviada a Carlos V por el prior Fray Miguel de Villahoz, en que le habla de esto.

Los planos de dicho retablo ,trazados por el pintor Juan de Borgoña, que encarnó y estofó las figuras y bajorrelieves del retablo mayor de la catedral toledana y trabajó en la capilla mozárabe de la misma, hállanse (**) en el Archivo Nacional de Madrid, y aunque por sus apuros pecuniarios, nacidos de tantas guerras que sostuvo, no pudo el César llevar a cabo la costosa obra – que realizó en 1618 su nieto Felipe III-, nos demuestra a las claras su interés por Guadalupe.

Pero lo más importante, sin duda alguna, de la estancia del Emperador en el monasterio, y que nos ofrecería una prueba palmaria de su amor a Guadalupe si otras no tuviéramos fue la petición que hizo el prior y frailes de la Carta de Hermandad que ellos concedieron gustosos en reunión capitular celebrada en una espaciosa sala del siglo XV, convertida hoy en maravilloso museo de libros iluminados y miniaturas. Las Cartas de la Hermandad eran concedidas por los superiores de algunas Ordenes religiosas a bienhechores insignes, que las estimaban más que otra merced alguna, ya que les hacían partícipes de todas las buenas obras, oraciones y méritos de la Orden o convento.

Esta del Emperador fuéle enviada con un religioso de Guadalupe el día 8 de mayo de 1525, con otras idénticas para el obispo de Osma, su confesor; para el marqués de Brandemburgo y los secretarios del Emperador Cobos, Vázquez y la Torre, y juntamente con ellas la traza susodicha del proyectado retablo. Que el César quedó muy devoto del monasterio y agradecido a sus monjes por las atenciones recibidas durante su estancia en Guadalupe y por la Carta de la Hermandad lo demostró muy pronto, confirmando, a los pocos años, todos los privilegios de que éste gozaba, concedidos desde Alfonso XI hasta Doña Juana y Felipe el Hermoso, sus padres.

También distinguió Carlos V a Guadalupe admitiendo en su protomedicato- creado por los Reyes Católicos para examinar a todos los médicos del reino – a varios doctores que ejercían en los hospitales del monasterio, hecho que nos demuestra la importancia y altura de las Escuelas de Medicina de Guadalupe; pero no fue el Emperador un caso único, ya que sus abuelos así lo hicieron y el Rey Prudente continuó recibiendo cirujanos de esos hospitales en su Protomedicato. Los más célebres – y no únicos – de Carlos V fueron los doctores Juan de Parra y Diego Ceballos, ambos muertos y enterrados en Guadalupe, en la nave central del templo .En relación al segundo, celebérrimo en los anales de la Medicina española, hemos sido agraciados con el hallazgo de la minuta de interesantes cartas dirigidas por el prior de Guadalupe, en 1521, al hermano del Emperador Carlos V, Don Fernando de Hungría, para que éste le recomiende al doctor Ceballos , el cual le dice : “..ha que esta y sirue en esta sancta casa de medico muchos años y es tan experimentado y tiene tanta ciencia de la medicina como quantos ay en el Reyno “.

Asimismo mostró el Emperador su aprecio al monasterio de Guadalupe proponiendo en diversas ocasiones a sus monjes para altos cargos, como fue Fray Pedro del Rosal, nombrado por Carlos V primer Virrey de las Indias, aunque no llegó a tomar posesión por haber fallecido antes de embarcarse, en el monasterio Jerónimo de La Luz ( Huelva ), y Fray Francisco de Santa maría de Benavides, profeso en Guadalupe y prior de esta casa en 1539, a quien Carlos V presentó para el obispado de Mondoñedo, de cuya sede acudió al Concilio de Trento, siendo después presentado por Felipe II par los Obispados de Segovia y Jaén. Y hemos de advertir también que en el reinado del gran César floreció en Guadalupe el ilustre jurisconsulto Gregorio López, Comentador de la Partidas del Rey Sabio ,alcalde la puebla de Guadalupe, y luego oidor de las Chancillerías de Valladolid y Granada, nombrado por Carlos V. Natural de esta villa, vino a morir a su pueblo, y está enterrado con su esposa e hijos en la basílica.

Por ,lo demás, ya indicamos cómo el santuario de las Villuercas llegó a la cumbre de su grandeza en el reinado de Carlos V. Esto fácilmente puede comprobarse si atendemos a las Escuelas de bordados, miniado y Medicina; a los privilegios de que gozó Guadalupe; a la costumbre de “ den andar limosnas en España y sus posesiones “ para los gastos del monasterio, costumbre que el César no quiso abolir, y que en el siglo XVI recaudó 30.099.978 maravedises ; y sobre todo, al establecimiento de la imprenta en Guadalupe .Tal vez no tuvo entrada en esta puebla el arte tipográfico- a pesar del patrocinio manifiesto y devoción singular profesada por los Reyes Católicos- , porque de momentos suponía una contra grande a la escuela floreciente de iluminación ;pero ya en 1544 la hallamos establecida, trabajando como tipógrafo un hijo de Guadalupe, Don Francisco Díaz Romano que antes había sido impresor en Valencia del Cid, y de cuya muerte y enterramiento en Guadalupe hallamos datos en el Libro de Sepulturas de esta iglesia. Entre otros libros aquí impresos, cuéntase el de OrdenanÇas del Prior , que tuvo tres ediciones dos en Guadalupe y la tercera en Medina del Campo en 1551.De la primera sólo dos ejemplares conocemos; uno en el British Museum, de Londres, otro hallado en 1957, en la Biblioteca Nacional de Madrid. En su bella portada a dos colores, vemos el escudo imperial arriba y los bustos de Carlos V y su esposa ( *** ) en sendos medallones a los lados.

Por su parte el monasterio, rico más que otro alguno de cuantos la Orden jerónima fundara, gracias a la protección de los Reyes y limosnas de príncipes y devotos, ayudó eficazmente al Emperador en las continuas y costosas guerras que sostuvo. Los historiadores de la santa casa y sus actas capitulares nos hablan, entre otras limosnas, de los 2.000 ducados y 200 marcos de plata, enviados en 1528, y de otros 2.000 ducados que el propio prior, Fray Hernando de Sevilla, le llevó al conocer la desastrosa jornada de Árgel ; amén de la costumbre de enviar cada año ricos presentes a la familia real y la de aplicar anualmente cincuenta y cuatro Misas por el Emperador.

Si tan acendrada fue la devoción de Carlos V al célebre santuario de Villuercas a lo largo de su vida, no podían faltar al César las atenciones de los monjes en sus días postrimeros .Efectivamente todos los analistas de la santa casa hácense eco de ello, a través de las cartas inéditas publicadas po M. Gachard en su Retraite et mort de Charles Quint au Monestére de Yuste ( 3 t. Bruxelles, 1834-1855) podemos describir estas relaciones con bastante fidelidad.

Una vez en su última morada terrena, podemos afirmar que el monasterio de Guadalupe, estuvo siempre pendiente del Emperador y le atendió con exquisita solicitud tanto más que en mayo de 1558 fue nombrado prior de Yuste, Fray Martín de Angulo, religioso profeso de aquella santa casa.

El día 21 de septiembre de 1558 abandona este mundo el gran Emperador, y al saberse su muerte en el monasterio de Guadalupe, que él tanto encumbrara y cuyo amor dejaba en herencia a Felipe II, celebráronse solemnísimos funerales por su alma, aplicando cada sacerdote una Misa por el eterno descanso del que un día, treinta y tres años atrás, pidiera humilde y devotamente “ ser hermano de los monjes de Guadalupe.”

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( (*) En esta batalla fue derrotado y hecho prisionero el Rey de Francia Francisco Iº, y preso en la Torre de los Lujanes.

(**) Algunos prefieren hayánse “-¿ ?..

(*** ) La hermosa Reina Isabel de Portugal, eternizada en los pinceles del Ticiano Vecelli y post-morten , la conversión del Conde o Duque de Gandía , en San Francisco de Borja, cuando exclamó : “ No quiero servir a un Señor que se me muera “…. .