domingo, julio 20, 2008

Cobos

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Cobos


     Por lo general, el golpe que más duele y del cual más cuesta recuperarse es el que no se espera. Ni qué decir cuando el receptor del impacto se cree seguro de que nada ni nadie es capaz de hacerle mella.
     Palabras más, palabras menos, eso es lo que le ocurrió al kirchnerismo en el Senado de la Nación: recibió un revés inesperado.
     Varias circunstancias fueron necesarias para llegar a dicho resultado, pero una resultó fundamental: el voto del vicepresidente, Julio Cobos.
     Sólo él sabe qué pensamientos se le cruzaron por la cabeza durante esos cuarenta minutos que demoró su discurso ante el Senado, tal vez buscando el coraje que demandan las decisiones difíciles. Lo que sí se puede afirmar, sin temor a equivocarse, es que Cobos decidió comportarse como un estadista.
     Votó contra el proyecto oficial, sabiendo que le estaba asestando la primera derrota política a Néstor Kirchner, con lo que ello significa.
     Prefirió, sin embargo, hacer frente a las acusaciones que, sabía, vendrían del kirchnerismo y tomar la decisión necesaria para, según sus palabras, evitar una crisis social; la misma que todo el arco oficialista se niega a aceptar.
     Hoy día, no faltan quienes lo acusan de traidor, pero no hay peor traición que traicionarse a sí mismo, negando las propias convicciones. Cobos votó conforme le indicaron las suyas. Sabía que, de no hacerlo, Dios y la Patria, tarde o temprano, se lo demandarían.