jueves, septiembre 25, 2008

Los problemas están en la Argentina - lanacion.com

Joaquín Morales Solá 
El análisis de la noticia

Los problemas están en la Argentina

Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION


Si Guido Antonini Wilson hubiera aterrizado en un vuelo comercial en el aeroparque porteño, el gobierno argentino no estaría ahora contra las cuerdas en Miami. Viajó, en cambio, en un avión rentado por el gobierno de los Kirchner, en un extraño viaje del que nunca se supo para qué existió y al que sólo accedieron funcionarios argentinos y venezolanos.
Si el influyente venezolano no hubiera sido liberado por las autoridades argentinas, hoy no sería un "delincuente prófugo", como lo califica la propia administración kirchnerista. Antonini Wilson fue "demorado" por autoridades migratorias y aduaneras en el aeropuerto argentino hasta que se estableció el monto del dinero y se labró el acta correspondiente. Luego fue devuelto alegremente a la libertad.
Nadie pudo explicar por qué fue revisada esa valija, preparada evidentemente para no ser revisada nunca. Una versión indica que un enorme avión del gobierno venezolano, que trajo una comitiva adelantada de Hugo Chávez, que llegó al país 48 horas después de que lo hiciera Antonini Wilson, ocupó todo el sector militar del Aeroparque, donde no existen filtros migratorios ni aduaneros. El avión de Claudio Uberti y Antonini Wilson debió, por eso, ser derivado al sector civil de la estación aérea, donde sí existen aquellos filtros.
Otra versión, que hasta ahora no es más que una inferencia, señala que servicios de inteligencia que operan habitualmente en los aeropuertos (y se habla hasta de algunos servicios extranjeros) habrían advertido de una carga sospechosa en ese avión.
Lo cierto es que el caso de la valija fue prolijamente ocultado por las autoridades argentinas hasta que conoció la luz pública, tras una tenaz tarea de investigación del periodista Edgardo Alfano. Si la justicia argentina hubiera sido más curiosa e implacable, y si no se hubiera movido sólo al ritmo de lo que sucede en Miami, el gobierno argentino podría mostrar más pergaminos en su declamada urgencia por conseguir lo que tuvo y dejó ir; es decir, a Antonini Wilson.
Antonini Wilson sería un simple "traficante de dinero negro", como dijeron aquí funcionarios argentinos, si no hubiera contado con la estrecha confianza del gobierno venezolano. El voluminoso maletero es una expresión casi caricaturesca de lo que se dio en llamar la "boliburguesía", la estirpe de empresarios nuevos e intrépidos que hizo dinero pródigo y fácil bajo la protección del gobierno de Chávez. ¿Cómo se explica, si no, que funcionarios chavistas lo hayan incorporado con tanta frescura al avión alquilado por el gobierno argentino?
Habría menos suspicacias, sin duda, si la relación entre los Kirchner y Chávez fuera más normal y si se respetaran los mecanismos institucionales que codifican los vínculos entre los países. La relación de la Argentina con Brasil es mucho más intensa que la que tiene con Venezuela, ya sea en términos comerciales, económicos o políticos. Pero las instituciones funcionan ahí: los embajadores cumplen con sus encargos y el canciller argentino es el responsable de esa articulación crucial. Julio De Vido, que nunca fue un experto en relaciones internacionales, es, en cambio, el canciller de facto con Venezuela, y Uberti era el embajador para las cuestiones del dinero con Caracas.
Antonini Wilson es un testigo y podría, en efecto, estar diciendo cosas que sólo le convienen, que deduce o que necesitan probarse todavía. De todos modos, el juicio en Miami no es por la aparición de la misteriosa valija en el aeropuerto de Buenos Aires, sino por la supuesta presencia de espionaje venezolano en territorio de los Estados Unidos para callar al verborrágico testigo de las últimas horas.
Sin embargo, el gobierno argentino, estupefacto y desconcertado, parece escuchar las palabras de los testigos de Miami como si fuesen expresiones oficiales del gobierno norteamericano. Cristina Kirchner le responde a George W. Bush cada vez que un venezolano exhibe sus vergüenzas en los tribunales de Miami.
¿Le interesa al gobierno norteamericano mostrar por el mundo las correrías de Chávez? Desde luego que sí. Chávez ha buscado, incansable, esa camorra que no les corresponde a los argentinos. Como en su momento dijo un funcionario kirchnerista, "le dispararon a Chávez no bien lo tuvieron en la mira, pero a nosotros nos están silbando las balas". Las balas les silban sólo a los que se colocan en la línea de fuego. ¿Por qué nunca funcionarios de Brasil, Chile o Uruguay terminaron complicados en tribunales de ninguna parte con los oscuros manejos financieros de Chávez?
El gobierno de los Kirchner tuvo la oportunidad de despegarse del caso. Eso habría sucedido si hubiera relevado en el acto a todos los funcionarios del paraje de la administración complicados con el "valijagate" y no sólo a Uberti, cuyo despido fue una urgente necesidad política y no un espontáneo mérito de la administración. El resto de los funcionarios con intensas relaciones con Chávez (algunos de ellos fueron nombrados por Antonini Wilson en Miami) parecen de una fortaleza eterna y pétrea dentro del Gobierno.
Bush nunca le perdonará nada a Chávez; éste lo ha sometido al escarnio público constantemente. Además, los fiscales en los Estados Unidos aspiran a tener carreras políticas y cuestionar a Chávez es una causa simpática para el influyente voto latino de ese país. Con todo, hay un trecho demasiado largo entre esas constataciones y la suposición argentina de que el Estado norteamericano persigue a Cristina Kirchner con la valija de Antonini.
Bush está dejando un mundo cada vez más inseguro por la acción del terrorismo islámico y debe demostrar todavía que puede domar a la más importante crisis financiera de los últimos ochenta años. No hay tiempo allá para ocuparse de los gobernantes argentinos, por más que éstos se empeñen en que se ocupen de ellos. Los problemas, en definitiva, están en la Argentina y no en Miami, ni en Washington ni en Caracas.