domingo, octubre 19, 2008

ARCHIVOS DE MI VIEJO ARCÓN nº 61. Caturelli

ARCHIVOS DE MI VIEJO ARCÓN nº 61.
Para el 19-X-08. El Día de la Madre.
Del Profesor Dr. Alberto Caturelli de su libro:  .LA HISTORIA INTERIOR “
Edit. “ Gladius “,Pág.55. 2004.
“ DOS EN UNA SOLA CARNE”.
Dice Santo Tomás que la Providencia llega hasta donde llega el acto creador. Y el acto creador dona el acto mismo de existir. Por lo tanto, mi propio existir. Por lo tanto, mi propio existir es providencial como lo es el acto de ser de mi prójimo y el de todo ente. Sí. Esto enseña la filosofía, aunque siempre permanezca el enigma del sentido de mis actos libres, de mis sentimientos personales, de los secretos, secretísimos, actos de nuestra vida interior. Sí. Esto lo enseña la filosofía. Pero si vivimos la vida de la gracia a inconmensurable distancia de la mera naturaleza, entonces nuestra vida es asumida, en su mismo ser e instante por instante, por el misterio del amor de Cristo. Mi vocación, mis encuentros personales, mis pruebas más dolorosas, mis alegrías más profundas, constituyen el encuentro misterioso de la libertad y la gracia. Si en el plano nada escapa a la Providencia, en el sobrenatural nada se evade  del misterio; en este caso, del misterio de la Encarnación que nos hacer re-nacer con el ser nuevo donado por el Bautismo. En ese instante misterioso, más interior que la misma interioridad del alma cristiana, el Señor del castillo me hizo descubrir y re-conocer, en mayo de 1948, a quien sería, conmigo “ una sola carne “, en el  estado nuevo del matrimonio. Encontré a Celia, mi mujer, egresada, como yo de Filosofía, en la biblioteca de la Facultad donde hacía poco había comenzado a trabajar. Después de una larga conversación que mantuvimos, me despedí, bajé por el ascensor, salí a la calle y, caminando lentamente, sentí una especie de estupor. Se trató de una suerte de intuición llena de un temor expectante e inexplicable y de una certeza: yo no la merecía y sigo sin merecerla después de cincuenta años.
Limpia como un cristal, equilibrada como una balanza de precisión, serena en los momentos difíciles, inteligente y racionalmente lógica; es como lo opuesto a su marido que guarda  la argumentación racional y la reflexión persistente…para la soledad contemplativa, la clase o los libros que escribe, pero lleno de impulsos irracionales. “ corazonadas “ y actos absurdos movidos por la pasión. Ella pone el equilibrio, calma el torbellino y encauza el fuego encendido. Corazón recto y amante hasta el fondo, sin perder el equilibrio; su afecto es efectivo y su efectividad es afectuosa. .Amplísima cultura, voluntad tenaz, franqueza total y, por eso, expuesta a ciertos peligros ;  hay en mí un ineludible doble fondo, una suerte de proto- ciencia que jamás sale a la superficie y queda guardada bajo llave; Celia es toda claridad, sin doble fondo, testimonio de una sabiduría humana sin fisuras. ¿ Qué haría yo sin ella ?. ¿ Qué haría yo con este subterráneo río incandescente de pasiones ?
Cuando nos conocimos, yo era un joven de apenas veintidós años. Los dos, no deseábamos otra cosa que un matrimonio fiel. Así como Cristo es fiel a su Esposa con fidelidad perfecta, queríamos ser uno de otro con felicidad participada. Queríamos amarnos, queríamos aprender a amarnos ( aprendizaje que todavía no ha cumplido ni concluirá jamás ) y edificar una familia “ con todo “, cuyo mismo centro fuera el amor de Cristo. Medité largamente el libro del padre Raoul Plus ,El amor cristiano ,cuyos márgenes llené con mis notas de letras microscópicas. Cuando nuestros hijos – esos ocho misterios – se hicieron grandes , leyeron ese libro y se lo pasaron entre ellos. En este momento, ya no sé quién lo tiene.
Precisamente en estos años – el noviazgo duró tres- y pensando en la estrecha unión y distinción que debe haber entre la razón y la fe, entre la vida de la inteligencia y el orden sobrenatural  que admiraba y admiro en Santo Domingo de Guzmán y Santo Tomás de Aquino, ingresamos en la Tercera Orden dominicana- Este ingreso cargado de sentido, de un sentido que solamente ahora he comprendido a fondo: ante todo `porque ingresé hacia 1950 y porque unos años  más tarde – debido a circunstancias diversas- dejé de concurrir a actos y reuniones, al menos  de modo regular. Podría afirmarse que “ abandoné “. No hace mucho tiempo, a un buen fraile de la Orden se lo dije. Instantáneamente me replicó : No, Ud. pertenece a la Orden para  siempre.  Y tiene razón. Interiormente me he sentido cada vez más identificado  con el espíritu de Santo Domingo. Lo más seguro es que ha sido Santo Tomás quien me condujo, ya que él, como ninguno, realizaba el deseo de Santo Domingo: para cumplir la misión de los suyos es menester estudiar mucho y bien, como puede leerse en los documentos del Beato Jordán de Sajonia y en los testimonios de canonización. Era, pues, el santo prototipo para mí propia vocación personal.
Además, la tercera Orden había nacido – para seglares de ambos sexos – como “ Milicia de Jesucristo “ tal como la llamó el propio Domingo al fundarla. En su bellísimo y clásico libro, señala Lacordaire que “ con la creación de la Orden tercera introdujo la vida religiosa hasta el seno del hogar doméstico y la hizo llegar hasta la cabecera del Lecho nupcial “.  Ingresaba así a la caballería cristiana que hoy, más necesaria que nunca, debe tomar bajo su amparo la ciudad de Dios y la libertad amenazada por las huestes de la “ barbarie civilizada “ que ataca desde afuera y desde adentro con las armas, aparentemente invencibles, del relativismo nihilista. Con la espada del espíritu en la mano y encantado de escandalizar a muchos monseñores, repito hoy la exhortación de San Ignacio de Antioquia a San Policarpo : “ mantente firme, como un yunque golpeado por el martillo “.
Nos dedicamos a prepararnos para el nuevo estado. Nos casamos el 27 de diciembre de 1951, en la  Iglesia del Colegio Santo Tomás de los Padres Escolapios, donde yo era profesor. Aunque entonces no se estilaba, nos casamos por la mañana con Misa y Comunión. Era y es la conmemoración de san Juan Evangelista. Esa tarde, el fraile dominico que había bendecido nuestro matrimonio, bendijo nuestro hogar. Habíamos empezado nuestro camino.
Todavía no he salido de mi sorpresa de mayo de 1948 y, hoy, no ceso de rogar a Dios en la morada que nos tiene preparada desde antes de la creación del mundo.”
( El Profesor DR Alberto Caturelli, no escapa a la regla: “ nadie es profeta en su tierra “, desgraciadamente. Invitado por el cardenal de Cracovia en Polonia , para clases filosóficas- después S-S. Juan Pablo II…centenares de Congresos , conferencias y ¡ que decir de sus libros !  ; pero bien decía ,vivimos en la” barbarie civilizada “ y , sobre todo nosotros los católicos. El Director )!