jueves, marzo 26, 2009

Minas errantes.

Minas errantes. En África el preservativo, en Brasil el aborto

Y en el segundo caso el conflicto no es solamente entre la Iglesia y el Estado, sino también dentro de la jerarquía. Roma desautoriza a una arquidiócesis brasileña, y ésta responde acusando al Vaticano de no conocer los hechos y de poner en duda la doctrina. Los documentos de la colisión

por Sandro Magister


ROMA, 23 de marzo de 2009 – En los medios de comunicación de Europa y de América, el viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola que concluye hoy ha sido prácticamente oscurecido por las polémicas desatadas por una frase pronunciada por él al comienzo del viaje, en el avión que lo llevaba a Yaoundé, en respuesta a la pregunta de un periodista:

"No se puede resolver el flagelo del SIDA con la distribución de preservativos. Al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema".

Contemporáneamente, una segunda polémica ha estallado desde otro país del sur del mundo, Brasil, con motivo del aborto practicado en una niña muy joven.

Anticonceptivos y aborto son dos cuestiones entre las más controvertidas en la relación entre la Iglesia y la modernidad. La Iglesia se ha pronunciado en particular contra los anticonceptivos con la encíclica "Humanae vitae", de Pablo VI; sobre el aborto con la encíclica "Evangelium vitae" de Juan Pablo II.

Respecto a la primera cuestión, la polémica de los días pasados fue agigantada sobre todo por las fastidiosas reacciones contra las palabras del Papa, procedentes de los gobiernos de Francia, Alemania, Bélgica, España, la Comisión Europea, de dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas y del Fondo Monetario Internacional.

Por el contrario, en el caso del aborto de la niña brasileña, a la polémica entre el Estado y la Iglesia se ha superpuesto un conflicto dentro de la misma jerarquía católica, en los más altos niveles.

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A propósito del SIDA, la acusación que ha sido lanzada por enésima vez contra la Iglesia ha sido la de que ella favorece su difusión, al prohibir el preservativo.

Pero los hechos dicen que, en África, casi un tercio de las iniciativas contra la propagación del SIDA son obra de los católicos. Los preservativos son objeto de difusión masiva por parte de gobiernos, entes internacionales y ONGs, y no tiene éxito la oposición de los católicos obstaculizando la distribución y el uso, especialmente entre los cónyuges en los que uno de ellos es portador de contagio. Pero todo operador experimentado sabe que los preservativos no bastan, como lo prueba la difusión del SIDA en los países ricos del norte, donde los preservativos están a disposición de todos. El juicio de la Iglesia, confirmado por la experiencia de campo, es que por sí solos los preservativos no frenan la promiscuidad sexual, la cual es la verdadera causa de la propagación del flagelo, inclusive a veces la alientan, haciendo gala de una seguridad engañosa.

En consecuencia, frente al problema del SIDA, la Iglesia Católica se prodiga sobre todo en dos formas, las que Benedicto XVI ha recordado en la respuesta que ha incentivado la polémica: con una "humanización de la sexualidad", alentando su ejercicio sólo dentro del amor conyugal fiel, y con el cuidado de los enfermos. Las investigaciones prueban que los resultados son reconfortantes, allí donde al uso del preservativo se le anteponen una guía para el control de la sexualidad y los cuidados adecuados y gratuitos.

Al encontrarse en Yaoundé con los operadores contra el SIDA y luego con los enfermos que son cuidados, Benedicto XVI ha comparado la acción de la Iglesia con la de Simón de Cirene, el campesino africano que ayudó a Jesús a llevar la cruz