sábado, abril 04, 2009

[FAROagencia] Desde el Río de la Plata

Buenos Aires, 2 abril 2009. A propósito del fallecimiento de quien fuera el primer Presidente de la Argentina tras el retorno de la "Democracia", un suscriptor de FARO nos remite este comentario de un buen católico y amigo de la causa tradicionalista. "Me parece que el comentario sitúa bien al personaje en cuestión y señala el verdadero papel que desempeñó en la política argentina y 'latinoamericana', en medio del sinfín de alabanzas que le ha dedicado la progresía vernácula y extranjera".

FARO no comparte necesariamente la totalidad de las opiniones vertidas en este artículo.


EN  DEFENSA  DE  ALFONSÍN

por Marcial Castro Castillo


A su muerte, Alfonsín ha sido acusado de ser el padre de la Democracia argentina. Y ninguno de sus panegiristas se ha atrevido a defenderlo, contra la acusación de haber cometido el mayor crimen de lesa Patria; de los últimos tiempos, por lo menos.

Es cierto que el crimen de anteponer la democracia (¡y qué democracia!) a la Patria, se ha cometido exitosamente. Alfonsín no dijo "¡Viva la Democracia aunque la Patria perezca!", pero lo cumplió obedientemente, obrando siempre de acuerdo con ese principio. Y así ha sido destruida la Argentina, para preservar a la mentirosa constitución y al sistema institucional de la corrupción política.

Ha sido definida "DEMOCRACIA:  Religión supersticiosa de finales del siglo XX, gracias a la cual los esclavos creían ser libres porque, un día cada dos años, eran obligados a elegir a los verdugos que deberían torturarlos durante el período siguiente".

Sin embargo, no creo que Alfonsín haya sido ni el padre, (¿la madre, quizás?), ni el responsable, ni siquiera el primer responsable del crimen democrático. Como esos que se casan con una mujer embarazada por otro, y que son buscados para que figuren como "editor responsable" de la criatura, Alfonsín puso el rostro para que se ejecutara el designio de los vencedores en la Guerra del Atlántico Sur, que él tanto lamentó y reprochó a los argentinos.

Diríamos que Margaret Thatcher era el padre de esta condena a muerte nacional, y Alfonsín solamente era "el vientre de alquiler". Él fue el encargado de parir el monstruo que devora los restos del cadáver nacional. Sin duda, después de sus declaraciones en Europa, detestando la recuperación de Las Malvinas, se perfiló como apto para recibir la semilla de la Thatcher, quien siempre reconoció a esta democracia como a su hija, concebida para inolvidable castigo de los argentinos. Y apenas fue convocado el concurso para elegir verdugo, se presentó y ganó, para envidia de sus competidores partidócratas, que habrían querido cobrar la paga por la ejecución de la sentencia. 

A él tocó ejecutar esa condena por descuartizamiento nacional: después de reemplazar a la Cabeza reinjertando esa constitución cipaya que antes era conocida como "el estatuto del coloniaje", se dedicó a amputar las reales instituciones de derecho natural que protegían a los argentinos:

  • Él borró la Autoridad y  Jerarquía del cuerpo nacional, de todas las instituciones, suprimiendo hasta los signos exteriores del honor y del respeto.
  • Él comenzó castrando a las Fuerzas Armadas --que ya se habían suicidado políticamente, pero aún habrían tenido con qué reaccionar, hasta que fueron copadas por los "caralavadas" subordinados a Alfonsín--.
  • Él destruyó la familia con la ficticia disolución matrimonial.
  • Él enseñó el salvajismo anárquico a niños y jóvenes, mediante la "reforma pedagógica", y los hizo copias despreciadas de malos originales extranjeros.
  • Él esclavizó el trabajo y la producción, prometiendo primero revisar la falsa "deuda externa", para después comprometerse ante sus amos a pagarla, "nosotros, nuestra posteridad, y todos los hombres de buena voluntad que quieran trabajar en suelo argentino", por los siglos de los siglos. (Que la pagaran quienes lo votaron, no sería tan injusto. Pero yo no).
  • Él redujo nuestro territorio, responsabilizando al Papa, con el inconfesable beneplácito de algunos jerarcas vergonzantes, antes democráticos que católicos.
  • Él parió la sucesión dialéctica de Menem y la reparió en reforma constitucional.
  • Él nada más obedeció a sus mandantes, los Amos del Dinero, auténticos soberanos que delegaron el castigo del patriotismo en su gobierno de ocupación.

Todo ello y más, precio de la Democracia, a pagar por los argentinos y sus imitaciones cohabitantes
[1].

La misericordia de Dios es infinita. Dios lo salve y lo tenga donde no haga más daño.