jueves, junio 25, 2009

FRENTE A LAS ELECCIONES

DECLARACIÓN DEL INSTITUTO DE FILOSOFÍA PRÁCTICA
FRENTE A LAS ELECCIONES
Como las circunstancias no han cambiado desde entonces, sino que ciertos males se han agravado y continúan callados quienes deberían hablar, y como nuestra memoria es débil, nos parece oportuno reiterar la declaración referida a los comicios del año 2007, con algunos agregados.
El 23 de octubre de ese año, el INFIP emitió una manifestación, reproducida por varios blogs, con motivo de las elecciones que se llevaron a cabo cuatro días después.
La misma comenzaba criticando a un buen párroco y a su pedido dirigido a los feligreses para que votaran a secas, sin dar ningún criterio respecto al voto.
La declaración fue entregada a dicho sacerdote y es un legítimo orgullo para el INFIP su cambio de actitud práctica, pues en la iglesia a su cargo, treinta días antes de las próximas elecciones puso a disposición de sus fieles las consideraciones del Episcopado Mexicano acerca de los principios que deben tener en cuenta los católicos al votar.
                 No sabemos nada de la reacción del Arzobispado de Córdoba, cuyo error en dicha ocasión fue peor, pues intentaba persuadir a los fieles para que se inscribieran como fiscales de cualquier partido para asegurar la pureza del comicio, como si ésta fuera el único problema.
                 Aclarada la cuestión, y felicitando a Mons. Luis Emilio Martinoia, párroco de Nuestra Señora de Luján, por su cambio de actitud, para refrescar la memoria enviamos a nuestros socios y amigos dicha declaración:
                 “Ante tantos silencios cómplices de muchos que debieran hablar y no lo hacen, cuando diariamente en la Argentina se pretenden demoler y en buena parte con éxito, los cimientos de orden natural y sobrenatural, sobre los cuales se edifica una sociedad cristiana, no es posible permanecer mudos.

Ante todo, debemos denunciar la corrupción de la democracia, que como régimen legítimo, es un medio para que muchos elijan a los mejores; nunca, como cualquier otra forma política, es un fin en sí misma, pues aquí, como señala Danilo Castellano, “no se trata de la democracia como confrontación dialéctica y por lo tanto como vía para arribar a la verdad… sino de la democracia que se coloca ella misma como verdad”.
Entonces, si no creemos en la diosa democracia, no basta pedir a los feligreses que voten y sí importa a quién votan; qué propuestas y programas votan. Es por ello, que constituye un grave pecado objetivo de omisión, no orientar el pensamiento y la conciencia de quienes votan, más en este momento de desintegración y de descomposición que padecemos.
Además, es triste comprobar, que el párroco no advertía una realidad señalada por Sebastiano Vasalli acerca de tantas democracias de nuestro tiempo, incluida la nuestra: “Es la negación del hombre en cuanto individuo y en cuanto sujeto del propio pensar. Es la apoteosis del hombre electoral; del ‘hombre masa’… Y el gobierno del número. Se opera sobre los números para gobernar a los hombres y se obra sobre los hombres para gobernar a los números… La fábula de la democracia en ciento y más años ha producido un hombre nuevo y distinto. Ha producido el hombre elector, manipulable con los mecanismos de la propaganda… es la oligarquía “dei furbi”, término que se puede traducir por astutos, pícaros, o sinvergüenzas. (“La favola della vera democrazia”, Corriere della Sera, Milano, 6/2/2006).
No es posible moralmente, patrióticamente, votar programas e individuos que atentan a diario contra la conservación y el desarrollo demográfico de la Argentina: los ataques a la vida desde su interrupción en el seno materno hasta no respetar su término natural; a la familia, fundada en la unidad y la indisolubilidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, orientado a la procreación, a la educación de los hijos y a la perfección de sus miembros en un todo de orden jerárquico y servicial; a una sana educación transmisora de los grandes conceptos acerca de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, que engendra el acuerdo básico implícito que hace posible el mantenimiento y el desarrollo de una sociedad, son prueba de ello.
No es posible moralmente, patrióticamente, votar a quienes quieren extender el matrimonio a las uniones sodomíticas, contrarias a la naturaleza, a quienes promueven la adopción por homosexuales o lesbianas, a los responsables de que un día un inmenso preservativo fuera el vestido del Obelisco, símbolo de esta Ciudad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires.
No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes han corrompido la administración de justicia, al aplicar en forma ostensible “dos pesas y dos medidas”.
No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes defienden el mito de la soberanía popular y exaltan a la libertad como valor supremo, lo cual conduce a endiosar al hombre, haciéndolo la medida de todas las cosas, legislador y juez absoluto de sí mismo en todos los órdenes. Ante este caos ético del relativismo, Tomás Casares reivindica los principios inmutables: la norma que a ello se oponga “no tiene autoridad de ley por más que sea lo que quiera la mayoría o lo que quieran todos; pues lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, análogamente a la verdad y el error no son lo que decida o prefiera el arbitrio de nadie. Son lo que son, pura y simplemente”.
No es posible moralmente, patrióticamente, votar a quienes cotidianamente sustituyen a la idoneidad por la acepción de personas, por el nepotismo, por el amiguismo, por el partidismo, y hasta a veces, por la complicidad.
No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes nos esquilman, agobian, amenazan y persiguen a través de los impuestos, las tasas y las retenciones, para luego dilapidar lo recaudado en costosas y agobiantes campañas electorales, en mantener a la nueva clase de “representantes del pueblo”, sus asesores y sus ñoquis, en viajes y festines.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes distorsionan todos los días la economía del país con subsidios e inoportunas y prepotentes intervenciones, mientras incrementan sus deudas reales y más allá de compadradas y declaraciones, cultivan el sometimiento a las internacionales del dinero.
No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes han privatizado el bien común político, para servirse de él y transformarlo en un bien ajeno a los gobernados; por quienes, como proféticamente denunciaba nuestro fundador Guido Soaje Ramos, “apuntan a reducir a los hombres a un común denominador de enanismo moral por el estímulo de los apetitos inferiores y por la imposición de hábitos de servilismo, de adulación al poderoso, de mendicidad sistemática, de renuncia a las legítimas libertades”.
 No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes diariamente cultivan la hipocresía y la mentira, utilizan electoralmente a sectores cautivos masificados, que oscilan entre la pobreza y la miseria, los corrompen con dádivas y subsidios, generando una “cultura de la vagancia”, fomentando la pereza, olvidando que el trabajo sano le aporta al hombre un enriquecimiento espiritual, una pertenencia que lo enraíza, pues como escribe Saint-Exupéry: “mi trabajo no vale nada si él no me hace ser de alguna cosa: piloto de una línea, jardinero de un jardín, arquitecto de una catedral, soldado de una Patria”.
Somos hombres libres; por eso a nuestros socios y amigos que se multiplican, a los cursantes de nuestros seminarios, a los asistentes a las tertulias, nos les pediremos que voten ni que no voten, pero queremos recordarles las bienaventuranzas del político del Cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan, las verdaderas, no las “light”, tal como fueron proclamadas en la Jornada de Civitas, en Padua el 3 de mayo del  2002 y publicadas en el Corriere de la Sera, Milano, 4/5/2002.
1)    Bienaventurado el político que tiene conocimiento y conciencia del propio papel.
2)    Bienaventurado el político de quien se respeta la honorabilidad.
3)    Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y  no por el suyo particular.
4)    Bienaventurado el político que se conserva fielmente coherente y respeta las promesas electorales.
5)    Bienaventurado el político que realiza la unidad y haciendo de Jesús el punto de apoyo, la defiende.
6)    Bienaventurado el político que sabe escuchar al pueblo antes, durante y después de las elecciones.
7)    Bienaventurado el político que no tiene miedo, ante todo de la verdad.
8)    Bienaventurado el político que no tiene miedo de los medios,  porque en el momento del juicio deberá responder sólo a Dios.
Este es el espejo en el que deberían mirarse nuestros gobernantes, gobernantas, candidatos o candidatas, para enmendarse, y para que sus rostros, por más maquillajes, estilistas, cirugías, tinturas o hasta picaduras de avispas a que acudan, no acaben mostrando la proterva realidad de sus almas.
Buenos Aires, 19 de junio de 2009.
Gerardo PALACIOS HARDY                                     Bernardino MONTEJANO        Vicepresidente                                                         Presidente