martes, julio 27, 2010

Homomonio: Porqué nos oponemos


Por Héctor H. Hernández

Los católicos nos oponemos al “homomonio” porque lo dice San Pablo, que para nosotros es palabra de Dios. Y como aquí y ahora en la vida social hay que elegir entre La ley de Dios y la Religión del Género, Ud. ya sabe de qué lado estamos.

Pero cuando nos vanagloriamos del monopolio de la defensa de la familia fundada en el matrimonio-matrimonio para perpetuar la Argentina, nuestra Biblia nos dice que compartimos tesis con los judíos: “no te acostarás con varón como con mujer”, dado que “es abominación” (sic, libro del Levítico, 18,22). Y nada te digo cuando nos enteramos que también con los musulmanes, porque Ud. sabe, lector, lo que piensan, y también con los profesores de derecho de familia y con el fundador del psicoanálisis y con...


Razones metafísicas

Los católicos nos oponemos por parecida razón por la que no queremos que el bote de dos pares de remos con timonel sea integrado por tres timoneles, o el automóvil de rally sólo por dos navegantes, sin conductor que maniobre, acelere y frene y realice la carrera que le da el sentido a la cosa. O al equipo de fútbol integrado por 11 arqueros, aunque la Asociación por los derechos de los arqueros haga setenta y tres juicios de amparo fundados en mil convenciones internacionales. O por las razones por las que si fuésemos jurados en Cosquín rechazaríamos en el concurso de dúos de percusión y piano a un solista, o también al dúo de dos bombistos, y aunque nos interpongan 74 amparos con citas de los ángeles y los demonios y de la ONU. Porque el dúo se integra por dos y el de percusión y piano por piano y bombo.

Nos oponemos por razones tan metafísicas, teológicas, misteriosas, democráticas y totalitarias como que los actos sexuales se realizan por los órganos sexuales, y hay una natural adecuación de los del hombre a la mujer que no se da de otro modo. O ciertamente con una indignación muchísimo mayor que la que Ud. siente si fue a comprar un casal de canarios, al llegar a su casa se da cuenta que le vendieron dos hermosos machitos, y reclama por la estafa. Un “casal” es eso… y todos lo entienden. Un matrimonio…

Freud y la Comunidad Homosexual argentina



Nosotros no andamos controlando y exigiendo que la gente tenga relaciones sexuales, se case y tenga un hijo tras otro, pero nuestra Doctrina Social nos dice que lo que el Estado debe promover y proteger y reconocer es la ordenación del sexo a la procreación-amor, a la solidaridad y la grandeza de la Patria.

No nos oponemos de puro contreras, pues somos positivos y nos fundamos en el propio Sigmund Freud, cuando colocaba entre las enfermedades la homosexualidad.
Nosotros exigimos el respeto de las personas, pero la comprensión no impide ni llamar a las cosas por su nombre ni dejarnos avasallar.

Los católicos no somos negativos, y me animo a decir que estamos de acuerdo con la ultragrande mayoría de los homosexuales que no integran el Movimiento y que, o viven lo suyo con un dolor que quiere permanecer oculto pues quieren curarse y a veces no pueden o, como aprendí en un libro de Sebrelli, porque prefieren por otros motivos no menear el asunto.

Como que estamos de acuerdo con la profesora Graciela Medina, de la otra vereda, cuando ha dicho que los magistrados no nos pueden cambiar el concepto de matrimonio. Es que se trata de eso…

No somos negativos, y hasta estamos de acuerdo con la Comunidad Homosexual argentina, cuando potenciando el número real se hace cruces (o lo que sea), clama al cielo (o adonde fuere), y se rasga las vestiduras abominando de la orientación sexual nefasta y detestable que ejercen los malditos y nunca suficientemente execrados curas pedófilos.

Queremos que las personas no sean injustamente discriminadas, pero precisamente seguimos a nuestro señor Pero Grullo cuando enseña que hay discriminaciones justas y discriminaciones injustas. Créanme que no lo veo a Charly García para reemplazar a Messi en el Mundial.

Disparate jurídico

Tan es un disparate jurídico el “homomonio”, que les voy a contar lo que le pasó a la Jueza Seijas, la primera que en el Río de la Plata enmendó la plana al Código Civil al declararlo inconstitucional. En un momento de la sentencia tuvo que definir qué bendita cosa es matrimonio y fue al lugar adecuado, que son los tratadistas de Derecho de Familia. Pero todas las definiciones le dieron mal. El matrimonio es de uno con una, le decían todos los autores consultados, y no encontró ni uno solo al que le pasara por el caletre que fuese inconstitucional, conforme quiere la Religión del Género. El matrimonio es de uno con una…

Pero nos va mal a los argentinos. Porque la ultraminoría dentro de la ultraminoría nos tiene acorralados considerando que es un delito expresarnos con nuestro lenguaje, delito que ya han tipificado como “homofobia”, y no se detienen en su marcha adelante.

“Se trata de dos concepciones y no de reconocer derechos que no hay y están reconocidos”

Se equivocan los ciudadanos y los parlamentarios que creen que “¡bue…, a nadie embroman, déjenlos que tengan sus derechos!” Como si se tratase de que la discusión se entabla entre algunos inadaptados lunáticos ultras que queremos negar derechos y los pocos que los reclaman, quedándose en el justo medio la inmensa mayoría sensata que no ve la gravedad del asunto mientras que no les toque.

Porque del Movimiento y del fallo Seijas surge que sería legítimo discriminar en favor a los homosexuales dándoles preferencias y desigualándonos al resto para hacer justicia histórica compensatoria por las injusticias sufridas. Y que de lo que se trata no es de algunos derechos económicos, para lo cual no hace falta cambiar nada, sino de imponernos obligatoria y coactivamente y con la fuerza de la ley civil y penal y del Estado, a toda la comunidad, su propia concepción moral del matrimonio y otra moral sexual para todos.

En esto no hay ni puede haber indiferencia, y hay que optar entre lo que dice la Religión Católica (y todas sus compañías que hemos visto y el sentido común y el derecho natural y los civilistas argentinos), y lo que dice la Religión del género.

La parte visible

El homomonio es sólo la parte visible del iceberg, que es la ideología de género, consistente en una cosmovisión que defiende la desconstrucción de la familia, no sólo porque según ella esclavizaría a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para que acepten el hogar, el matrimonio y la maternidad como algo natural. Por lo tanto, es una postura que quiere imponer lo suyo, pero rechaza sistemáticamente pensar en la solidaridad moral y social, en la célula fundamental de la Patria, en construir con generosidad la difícil felicidad, para consagrar el egoísmo y hedonismo más brutal como escuela de vida.

Ud. lector, va a llorar por este tema cuando a su nieto argentino del mañana le impongan por ley que todas las opciones sexuales son legítimas, encima le den clases prácticas y obligatorias para probar todo y luego elegir como hombre maduro su orientación sexual, y para colmo cuando vaya a reclamar indignado porque le imponen un patrón moral que detesta, lo metan preso a Ud. por “discriminador homofóbico”…

Pienso que entonces preferirá la vieja y denostada religión de los argentinos a la religión del género. Será tarde.