martes, agosto 24, 2010


Opinión

Los billetes no sustituyen los bienes y servicios

Por Roberto Cachanosky
Especial para lanacion.com

Resulta curioso que en un país como el nuestro en el que padecimos tasas de inflación de 3 dígitos anuales y luego desembocamos en la hiperinflación, exista hoy dirigentes políticos, sindicales y economistas que consideren que tener un poco de inflación es bueno. Sostener esta postura es como afirmar, por ejemplo, que es saludable para la economía que un asalariado pueda comprar cada vez menos servicios con el ingreso que obtiene por su trabajo.
La postura de algunos funcionarios públicos respecto al tema inflación abarca desde una negación absoluta de que tal problema exista en Argentina hoy en día, hasta afirmar que el problema es que la inversión no crece al ritmo que debería hacerlo para abastecer al mercado de más bienes y servicios. Si bien ésta es una visión errada del problema inflacionario, lo que deberían preguntarse quienes afirman que los precios suben porque no hay suficientes inversiones es, ¿por qué causa no hay inversiones suficientes?
Con sólo observar el video en el que el "belicoso" secretario Moreno desafía a los accionistas de Papel Prensa a pelearse a las trompadas, distribuye amenazas e insultos mientras grita desaforadamente que se va a hacer lo que él ordena, queda en claro porque Argentina tiene escasas inversiones. Nadie va a hundir su capital para ser sometido a semejante atropello por un funcionario público o a sufrir persecuciones con la ley de abastecimiento y una serie de medidas sumamente primitivas en materia económica. Finalmente el mundo está lleno de oportunidades y no se ve la razón por la cual, alguien que tiene un capital disponible para ser hundido en una inversión deje de ir a Chile, Perú, Uruguay o Brasil, por citar ejemplos de países más cercanos, y venga a la Argentina para ser sometido a arbitrariedades, prepotencias, caprichos de los burócratas o tener que ponerse guantes de box y casco para debatir precios con el burócrata de turno.
Ese video es el mensaje más elocuente que pudo haberle enviado el Gobierno a todos los inversores del mundo diciéndoles lo que puede esperarles si hunden una inversión en Argentina.
Dejando de lado el precario argumento de que la inflación es por falta de inversiones, las preguntas que surgen son: a) si es bueno tener algún nivel de tasa de inflación y b) si ese nivel es manejable.
Cuando uno observa la evolución de las estimaciones serias de inflación, se va a encontrar con que en el 2006 el IPC subió 10,2%, en 2007 (año electoral) subió al 25,7% (es de comprender por qué ese año se intervino el Indec), en el 2008 bajó al 23%, 2009, por la fuga de capitales y menor emisión del Central, disminuyó al 14,8% y este año, en los primeros 7 meses, tenemos una inflación promedio de algo más del 2% mensual, lo cual permite proyectar un piso de una tasa de inflación cercana al 30% para este año.
Entre diciembre 2009 y julio 2010 el IPC que no es del Indec, subió el 15,5% y el mayor impacto lo tuvo alimentos y bebidas con el 24,8% en estos siete meses.
Si tomamos la Canasta Básica Alimentaria (CBA) que calcula FIEL, que es la que define la línea de indigencia, se observa un incremento del 36% en los últimos 12 meses, en tanto que la Canasta Básica Total (CBT), que define la línea de pobreza, tuvo un aumento del 24,5%.
Los datos anteriores muestran que no parece ser bueno para nadie, y menos para el sector asalariado y los jubilados y pensionados, tener inflaciones de este nivel y, particularmente, se verifica que la inflación actual está pegando con mayor intensidad sobre los alimentos y bebidas, que es el rubro en el cual los sectores más humildes destinan la mayor parte de sus ingresos.
Lo segundo que podemos observar es que el comportamiento inflacionario está teniendo una rápida aceleración. En el crucial año electoral de 2007 se multiplicó por 2,5 respecto al 2006.
Como decía antes, en 2009 la tasa de inflación se redujo porque el BCRA disminuyó el ritmo de emisión monetaria por la fuga de capitales. Pero en el 2010 la tasa de inflación tiende a duplicar la misma tasa que la del año pasado, siempre que en lo que resta del 2010 no se produzca un mayor desborde monetario por parte del BCRA con el famoso giro de "utilidades". Y agreguemos que todavía no hubo un desborde mayor por el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos (transporte de pasajeros y energía) sostenido a base de subsidios que tienden a aumentar cada vez más impactando en el gasto público y el déficit fiscal (algo más de $ 16.000 millones en los últimos 12 meses).
Si uno observa las actuales tasas de inflación, estamos en niveles de la década del 60 o comienzos del 70. En 1974, la ficticia inflación cero de Gelbard registró una tasa del 40,1% y luego vino el "Rodrigazo" en 1975 que disparó la inflación al 335%, para ubicarnos en tasas de los tres dígitos anuales (salvo 1985 con dos dígitos altos por el plan austral) durante varios años.
A la primera pregunta, ¿es bueno tener alguna tasa de inflación?, la respuesta es más que evidente. No es bueno porque la pagan los sectores más humildes y, en segundo lugar, porque la gente no es más rica porque tenga más billetes en el bolsillo sino que es más rica o tiene mejor ingreso cuando con los billetes que tiene en el bolsillo puede comprar más bienes y servicios y no menos bienes y servicios como ocurre con la inflación.
Veamos la segunda pregunta: ¿son manejables tasas de inflación como la que tenemos? Una buena parte de la sociedad argentina tiene memoria inflacionaria y sabe cómo defenderse frente a este impuesto no legislado.
En segundo lugar, hay tres fases en los procesos inflacionarios. Primero, cuando comienza la inflación, la gente puede pensar que es un incremento transitorio y postergar compras esperando que los precios bajen en un futuro próximo. En términos económicos esto se conoce como aumento de la demanda de moneda o atesoramiento. En la segunda fase, la gente comienza a percibir que los precios no bajan y empieza a disminuir su atesoramiento y compra bienes y servicios porque se convenció que los incrementos de precios son permanentes. En la tercera fase, la gente huye de la moneda y anticipa compras para no quedarse con billetes en el bolsillo que mañana podrán comprar menos. Ejemplo, ¿por qué la gente compra electrodomésticos en 50 cuotas? Porque espera licuar su deuda con la inflación. Por otro lado, aquellos que no pueden comprar una propiedad y no pueden pagar créditos hipotecarios por su costo o bien porque no consiguen juntar el anticipo, optan por consumir, particularmente bienes de consumo durable o esparcimiento. Puesto en otros términos, cae la tasa de ahorro de la sociedad y se estimula el consumo con huída del dinero.
Si uno combina altas tasas de expansión monetaria (26% anual), con huída del dinero (compro ahora antes que suban los precios mañana) y ausencia de inversiones que permitan aumentar la oferta de bienes y servicios, la respuesta al interrogante es que pasado cierto nivel de tasa de inflación, la misma se vuelve incontrolable. Los precios tienden a subir por encima de la tasa de expansión monetaria. Si el BCRA emite al 27% anual, los precios suben más del 27% porque el dinero que antes la gente guardaba por si acaso, ahora lo vuelca al mercado comprando bienes antes que suban de precios y la oferta de mercaderías no sube por la falta de inversiones comentada.
¿Cuál es el paso siguiente al desborde inflacionario? Generalmente los controles de precios y el anclaje de algunas variables como el tipo de cambio y las tarifas de servicios públicos como mencionaba más arriba.
Los controles de precios desestimulan la inversión agravando el problema de oferta de bienes en un contexto de creciente desorden monetario.
La moneda, que es un descubrimiento del mercado, permite acelerar las transacciones y bajar los costos de transacción. Imagine el lector lo lento y costoso que sería volver al trueque. ¿Cómo haría un constructor para hacer un trueque de un departamento por el pan que necesita en el día? La moneda vino a facilitar ese problema. Pero los billetes no son riqueza por sí mismos, sino que sirven en la medida que permiten realizar transacciones más rápido y a menor costo, al tiempo que sirven como reserva de valor.
La inflación le quita a la moneda su condición de reserva de valor y, además, entorpece las transacciones porque nadie sabe cuánto podrá comprar mañana con los billetes que recibe. La inflación termina complicando las transacciones y elevando los costos de transacción. Justo lo inverso para lo que fue inventada.
En síntesis, los argentinos tenemos suficiente memoria inflacionaria como para que se hagan nuevos experimentos intentado sustituir los bienes y servicios reales por papeles impresos. Eso ya fracasó en el pasado y nuevamente está fracasando. Salvo, claro está, en que se crea que los precios no suben como nos dicen los funcionarios del gobierno o el Indec.