domingo, octubre 10, 2010

Numero_183

¡¡¡Importa publicar ¡!!.1ª hoja.

escudo del caballeroEl Caballero De
Nuestra Señora
2º época Año: 10 Número 183. 9 de octubre del año del Señor 2010

«Si Hay Que Decidir Entre Mi Vida Y La Del Niño, No Dudéis;
Elegid -Lo Exijo- La Suya. Salvadlo»
 Santa Gianna Beretta Molla
 

En Octubre de 1934 en la querida España un argentino se unía con el martirio al Misterio de la Cruz de Cristo, testimoniando nuestra Fe.
En Buenos Aires el mundo entero adoraba el Santo Sacramento Eucarístico, que brota del madero de la Cruz de Cristo.

“Acabo aconsejándole que se muestre ahora verdadero cristiano, aunque tenga que dar su vida. Tome por divisa: «Lo que importa es salvarse»"
Sumario

Editorial:
El Santo Argentino Olvidado
Pág. III

 Homilía Del Santo Padre Benedicto XVI  En La Beatificación
Del Venerable Cardenal John Henry Newman
Pág.V

Nuestras Madres
Homenaje del R. P. Christian Ferraro IVE a las madres de los sacerdotes
Pág.VIII

Canción de la Esperanza
Ricardo Grecco
 Pág.IX

Matilde de Hackeborn
Benedicto XVI
Pág.X

Mujer y Madre
Marcelo Grecco
 Pág.XIII

Permanente Campaña de Oración por los Sacerdotes
 Pág.XIV

Oración Por La Canonización De Pio XII
Pág.XIV



REVISTA
“El Caballero De Nuestra Señora”
Fundada Por El Padre Carlos Alberto Lojoya
En El Año 1984,
Como Boletín Parroquial De
Nuestra Señora De La Visitación De Buenos Aires.
Reeditada el 4 de Agosto de 2000
Por Correo Electrónico
 Para Continuar Difundiendo
Lo Bello, Lo Bueno Y Lo Verdadero
Para Mayor Gloria De Dios
Y Salvación De Las Almas.

Director y Responsable:
Marcelo E. Grecco
Editorial:
El Santo Argentino Olvidado


De la segura multitud de nacidos en este suelo argentino que ya gozan de la plenitud de Dios, en el Cielo, él ha sido el primero que la Santa Madre Iglesia ha reconocido como tal, elevándolo a los Altares y proponiéndolo como modelo e intercesor.
Sin embargo no cuenta con un slogan que lo haga digno de que su imagen este en los Templos del país, ni siquiera un monolito recuerda el céntrico lugar donde se emplazaba la Pila donde fue cristianizado, claro que frente al masónico monumento convertido en pervertido símbolo de la contra natura. Son muchos los fieles laicos que desconocen su vida, su existencia, su santidad, su heroica muerte.
Se nos ocurre que en épocas donde el testimonio es tan necesario su figura sea valorizada entre nosotros, si él ha sido capaz de escribir a su padre residente en México: "Cuanto desearíamos estar ahí  para demostrar con actos que amamos a Nuestro Señor. En las oraciones  decimos mucho a Jesús: te amo. Pero cuando hay que probarlo, ya a es otra cosa. Ud. No sea así. Muéstrese católico contra todos. ¡Qué importa la muerte! Al contrario, es una gracia de dios que da a sus escogidos....".
"Si amaramos a Nuestro Señor, nos gustaría que llegaría el día en que pudiéramos dar nuestra vida por Él. ¡Qué contentos estaban los mártires que ahora han beatificado!
Acabo aconsejándole que se muestre ahora verdadero cristiano, aunque tenga que dar su vida. Tome por divisa: «Lo que importa es salvarse»"
Hace unos días una amiga me conto que a su hijito que está preparándose para la comunión y su catequista le dijo que no les enseñaba la parte del pésame donde dice “antes quería haber muerto que haberos ofendido” porque era muy fuerte. ¿Estupidez o malicia? Pobres aquellos jóvenes: Domingo Savio, María Gorreti, Luis Gonzaga que en sus comuniones prometieron al Señor “antes morir que pecar”, claro seguramente tuvieron unos perversos catequistas y vivieron frustrados, pues de ellos estamos seguros que han alcanzado la Gloria del Cielo.
Aproximadamente hace un par de años en una jornada de oración, me cruce con un militante pro vida, un hombre que ciertamente dio la cara y se enfrento a la cultura de la muerte en los medios de comunicación, lo cual hablaba muy bien de él, pero cuando le plantee la necesidad que tenemos los católicos argentinos de prepararnos para el martirio, me dijo que él no tenía vocación de mártir.
San Héctor, no solo hablo de esta manera del martirio sino que además no dudo entregar la vida por Cristo, junto a sus compañeros, por eso no me extraña que, a pesar de ser nuestro primer canonizado, sea hoy desconocido por la mayoría de los argentinos. Es que nuestra catequesis está orientada a la fe fofa, light, mediocre, tibia y no para el heroísmo, el martirio. Pero no toda porque hay una catequesis que está preparando a un supuesto martirio, no en términos católicos, esto es de defensa de la fe, sino en términos humanos, horizontales, en una línea que está orientada a la defensa de una ideología anticristiana y que es justamente la que proclamaban los tribunales populares, la masa profanante que mataron a San Héctor y sus compañeros por odio a la Fe en Cristo y su Iglesia.
A nuestros jóvenes se les niega el testimonio de San Héctor pero quiere presentársele como mártires (repetimos que en el estricto pensamiento católico mueren por odio a la fe) a Obispos y sacerdotes que murieron defendiendo no a Cristo ni a su Iglesia sino que bajo el telón de la fe católica defendieron, proclamaron y extendieron una ideología anticristiana y materialista, la misma que se proclamaba en la República española y bajo cuya bandera se cobijaron los verdugos de nuestro compatriota y sus compañeros.
Sin duda San Héctor no tiene slogan que el marketing eclesiástico pueda utilizar, y como dijimos en el editorial del número 181 tampoco lo tienen los santos que son hoy parte de estas “devociones populares” por las cuales se hacen grandes colas pero sin que ello suponga un camino de conversión de muchos de  los peregrinos. No San Héctor tiene una entrega silenciosa y valiente a la vida religiosa y a la educación, no tiene un slogan marketinero, ni meloso, tiene una divisa clara “aunque tenga que dar su vida. Tome por divisa: «Lo que importa es salvarse»".
Hace diez años decíamos en nuestro articulo “La virtud hasta la muerte”, publicado en nuestro  número 3, que:  Quizás San Héctor no debió morir mártir, debió ser un cantante, tomar cerveza y morir en un accidente para tener éxito entre los argentinos, para ser conocido, pues parece que en este bendito suelo da más  fama el vicio que la virtud.” Y considerando lo que dijimos parece que entre los católicos argentinos genera más “devoción” (aunque no sea verdadera como explicáramos en el editorial ya mencionado) o un santo al que podamos extraer algún pasaje de su vida para convertirlo en el único y más valioso (como el pobre San Ramón que si no hubiera nacido de madre muerta hoy no tendría tanta fama) o algún hombre que haya dedicado su vida al horizontalismo marxista.
San Héctor, que has amado a la Argentina de un modo maravilloso, recordándola siempre durante tu vida en España te pedimos por los católicos argentinos, en especial por nuestros pastores para que también nosotros tomemos como divisa, aunque nos cueste la vida “lo que importa es salvarse”.
Te pedimos para que si nos llega la muerte para no caer en pecado podamos hacerlo con la entereza que ustedes lo han hecho:
En el patio, Silverio Castañón les preguntó, cuando ya no podían oírles los demás presos: – ¿Saben ustedes dónde van?
El Hermano Augusto Andrés, el mismo que había dicho antes que sabía manejar el mosquetón y el más decidido de carácter, respondió con serenidad: – Adonde ustedes quieran. Ya nada nos importa.
–Pues van ustedes a morir!, fue lo único que se le ocurrió a Castañón.
El grupo oyó silencioso la sentencia. Los temores se confirmaban y, desde luego, hasta psicológicamente su espíritu se había dispuesto para el momento. Habían hablado de si sería verdadero martirio su ejecución y habían coincidido en que, realmente, sólo el ser religiosos era el motivo de su sacrificio, si éste llegaba a realizarse. Ante las armas de los escopeteros y a la luz escasa de la vacilante bombilla de la fachada, les obligaron a ponerse de dos en dos. Iban en cabeza los dos jefes de Carabineros, los ocho Hermanos a continuación, y finalmente, el Padre Inocencio”.
"Al abrir la puerta (del cementerio), dijo Castañon: «Adelante, más adelante». Las víctimas quedaron colocadas así: a su espalda, el monte y dos largas fosas. Delante, mirando a su Colegio, los escopeteros.
Así dispuestos, Castañon dio la orden de fuego. Dos descargas segaron la vida de los mártires, cuyos cuerpos cayeron en la fosa. Silveiro Castañón y «El Casin», los remataron a pistoletazos. Todavía hay que sumar una nueva crueldad: con una maza machucaron las sienes de algunas víctimas que aún no habían muerto. Y de un golpe separaron la cabeza del hermano Cirilo Beltrán. Se había consumado el crimen".
Supla la Gracia la deficiencia de la pluma

Marcelo Grecco
Versailles, junto a la Virgen de la Salud
9 de septiembre de 2010
Fiesta de San Héctor Valdivieso Saez


Homilía Del Santo Padre Benedicto XVI  En La Beatificación
Del Venerable Cardenal John Henry Newman


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Nos encontramos aquí en Birmingham en un día realmente feliz. En primer lugar, porque es el día del Señor, el Domingo, el día en que el Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos y cambió para siempre el curso de la historia humana, ofreciendo nueva vida y esperanza a todos los que viven en la oscuridad y en sombras de muerte. Es la razón por la que los cristianos de todo el mundo se reúnen en este día para alabar y dar gracias a Dios por las maravillas que ha hecho por nosotros. Este domingo en particular representa también un momento significativo en la vida de la nación británica, al ser el día elegido para conmemorar el setenta aniversario de la Batalla de Bretaña. Para mí, que estuve entre quienes vivieron y sufrieron los oscuros días del régimen nazi en Alemania, es profundamente conmovedor estar con vosotros en esta ocasión, y poder recordar a tantos conciudadanos vuestros que sacrificaron sus vidas, resistiendo con tesón a las fuerzas de esta ideología demoníaca. Pienso en particular en la vecina Coventry, que sufrió durísimos bombardeos, con numerosas víctimas en noviembre de 1940. Setenta años después recordamos con vergüenza y horror el espantoso precio de muerte y destrucción que la guerra trae consigo, y renovamos nuestra determinación de trabajar por la paz y la reconciliación, donde quiera que amenace un conflicto. Pero existe otra razón, más alegre, por la cual este día es especial para Gran Bretaña, para el centro de Inglaterra, para Birmingham. Éste es el día en que formalmente el Cardenal John Henry Newman ha sido elevado a los altares y declarado beato.
Agradezco al Arzobispo Bernard Longley su amable acogida al comenzar la Misa en esta mañana. Agradezco a cuantos habéis trabajado tan duramente durante tantos años en la promoción de la causa del Cardenal Newman, incluyendo a los Padres del Oratorio de Birminghan y a los miembros de la Familia Espiritual Das Werk. Y os saludo a todos los que habéis venido desde diversas partes de Gran Bretaña, Irlanda y otros puntos más lejanos; gracias por vuestra presencia en esta celebración, en la que alabamos y damos gloria a Dios por las virtudes heroicas de este santo inglés.
Inglaterra tiene un larga tradición de santos mártires, cuyo valiente testimonio ha sostenido e inspirado a la comunidad católica local durante siglos. Es justo y conveniente reconocer hoy la santidad de un confesor, un hijo de esta nación que, si bien no fue llamado a derramar la sangre por el Señor, jamás se cansó de dar un testimonio elocuente de Él a lo largo de una vida entregada al ministerio sacerdotal, y especialmente a predicar, enseñar y escribir. Es digno de formar parte de la larga hilera de santos y eruditos de estas islas, San Beda, Santa Hilda, San Aelred, el Beato Duns Scoto, por nombrar sólo a algunos. En el Beato John Newman, esta tradición de delicada erudición, profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor ha dado grandes frutos, como signo de la presencia constante del Espíritu Santo en el corazón del Pueblo de Dios, suscitando copiosos dones de santidad.
El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios. Nos recuerda que la fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios. Como escribió en uno de sus muchos hermosos sermones, «el hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia –os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente... se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes» (Sermones Parroquiales y Comunes, IV, 230-231). El Evangelio de hoy afirma que nadie puede servir a dos señores (cf. Lc 16,13), y el Beato John Henry, en sus enseñanzas sobre la oración, aclara cómo el fiel cristiano toma partido por servir a su único y verdadero Maestro, que pide sólo para sí nuestra devoción incondicional (cf. Mt 23,10). Newman nos ayuda a entender en qué consiste esto para nuestra vida cotidiana: nos dice que nuestro divino Maestro nos ha asignado una tarea específica a cada uno de nosotros, un “servicio concreto”, confiado de manera única a cada persona concreta: «Tengo mi misión», escribe, «soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio... si lo hago, me mantendré en sus mandamientos y le serviré a Él en mis quehaceres» (Meditación y Devoción, 301-2).
El servicio concreto al que fue llamado el Beato John Henry incluía la aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a muchas de las más urgentes “cuestiones del día”. Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo. Me gustaría rendir especial homenaje a su visión de la educación, que ha hecho tanto por formar el ethos que es la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas actuales. Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. El proyecto de fundar una Universidad Católica en Irlanda le brindó la oportunidad de desarrollar sus ideas al respecto, y la colección de discursos que publicó con el título La Idea de una Universidad sostiene un ideal mediante el cual todos los que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo. Más aún, qué mejor meta pueden fijarse los profesores de religión que la famosa llamada del Beato John Henry por unos laicos inteligentes y bien formados: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que el nos dejó.
Aunque la extensa producción literaria sobre su vida y obras ha prestado comprensiblemente mayor atención al legado intelectual de John Henry Newman, en esta ocasión prefiero concluir con una breve reflexión sobre su vida sacerdotal, como pastor de almas. Su visión del ministerio pastoral bajo el prisma de la calidez y la humanidad está expresado de manera maravillosa en otro de sus famosos sermones: «Si vuestros sacerdotes fueran ángeles, hermanos míos, ellos no podrían compartir con vosotros el dolor, sintonizar con vosotros, no podrían haber tenido compasión de vosotros, sentir ternura por vosotros y ser indulgentes con vosotros, como nosotros podemos; ellos no podrían ser ni modelos ni guías, y no te habrían llevado de tu hombre viejo a la vida nueva, como ellos, que vienen de entre nosotros (“Hombres, no ángeles: los Sacerdotes del evangelio”, Discursos a las Congregaciones Mixtas, 3). Él vivió profundamente esta visión tan humana del ministerio sacerdotal en sus desvelos pastoral por el pueblo de Birmingham, durante los años dedicados al Oratorio que él mismo fundó, visitando a los enfermos y a los pobres, consolando al triste, o atendiendo a los encarcelados. No sorprende que a su muerte, tantos miles de personas se agolparan en las calles mientras su cuerpo era trasladado al lugar de su sepultura, a no más de media milla de aquí. Ciento veinte años después, una gran multitud se ha congregado de nuevo para celebrar el solemne reconocimiento eclesial de la excepcional santidad de este padre de almas tan amado. Qué mejor que expresar nuestra alegría de este momento que dirigiéndonos a nuestro Padre del cielo con sincera gratitud, rezando con las mismas palabras que el Beato John Henry Newman puso en labios del coro celestial de los ángeles:
“Sea alabado el Santísimo en el cielo,
sea alabado en el abismo;
en todas sus palabras el más maravilloso,
el más seguro en todos sus caminos”.
(El Sueño de Gerontius)













“Una Obra Para Ayudar” 

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CUIT 30659879375
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