viernes, enero 14, 2011

La elevación de Juan Pablo II a los altares, pendiente sólo de la firma del Papa




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SOCIEDAD


La elevación de Juan Pablo II a los altares, pendiente sólo de la firma del Papa

Sólo falta la firma de Benedicto XVI para que el decreto de beatificación sea completamente aprobado


Juan Pablo II «el Grande», el Papa que rompió casi todos los «records» de la historia, será elevado a los altares este año, muy probablemente el 16 de octubre a menos que se adelante al 1 de mayo como desea su antiguo secretario y actual cardenal de Cracovia, Stanislaw Dziwisz. La decisión corresponde a Benedicto XVI y será anunciada el día que apruebe el decreto de reconocimiento oficial del milagro necesario para la beatificación.
La aprobación del Papa es ahora el último trámite después de que la comisión de cardenales y obispos ha dado discretamente este martes —según informó el vaticanista italiano Andrea Tornielli— su «luz verde» al milagro presentado por el postulador de la causa: la curación repentina y científicamente inexplicable del párkinson que sufría una religiosa francesa, la hermana Marie Simon-Pierre, el día 2 de junio del 2005, justo a los dos meses del fallecimiento de Juan Pablo II.
El estudio del presunto milagro sufrió un frenazo en marzo del año pasado cuando uno de los dos médicos externos consultados por el Vaticano manifestó a un diario polaco que el caso no estaba suficientemente documentado y que, además, la religiosa había recaído. La conferencia episcopal francesa confirmó inmediatamente la buena salud de la hermana Marie, y el Vaticano pidió un dictamen a un tercer médico externo. Examinada la documentación suplementaria, los tres han coincidido en que se trata de una curación repentina, inexplicable desde el punto de vista médico y duradera.
El camino a los altares —último itinerario del «Papa viajero»— se inició el 28 de abril del 2005, cuando Benedicto XVI en su noveno día como Papa comunicó al cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, la dispensa del plazo de cinco años requerido a partir del fallecimiento antes de empezar un proceso de beatificación. El 13 de mayo, el Papa lo anunciaba personalmente a los sacerdotes de la diócesis de Roma, reunidos en la basílica de San Juan de Letrán.
Dimensión sin precedentes
El proceso se abrió oficialmente el 28 de junio, víspera de la fiesta de San Pedro y San Pablo, y avanzó con rapidez a pesar de su dimensión sin precedentes: los escritos de Karol Wojtyla sumaban decenas de millares de páginas, y la gente dispuesta a testificar su santidad era una multitud. Baste recordar que más de tres millones de personas hicieron cola durante largas horas para visitar su capilla ardiente en la basílica de San Pedro. Era el mayor homenaje funerario de la historia, como lo sería la presencia de jefes de Estado y gobierno del mundo entero el día de sus exequias.
El estudio de los escritos y el interrogatorio de 150 testigos directos de su vida avanzó al ritmo rápido del «atleta de Dios», como se le llamaba al inicio de su Pontificado, lo mismo que la selección del posible milagro entre 251 casos de curaciones extraordinarias. El estudio del milagro, en cambio, fue más lento para asegurar que la curación fuese duradera. Y sufrió un buen sobresalto pero, al final, ha terminado felizmente.
El Domingo de Pascua de 2005, según relata la hermana Marie, «deseaba ver al Santo Padre en la televisión porque sabía, en mi interior, que sería la última vez. Me preparé toda la mañana para ese encuentro sabiendo que sería muy difícil para mí, pues me haría ver cómo me encontraría yo de ahí a algunos años. Me resultaba todavía más duro siendo relativamente joven». Fue, efectivamente, la última vez, pero la religiosa se equivocó en su segunda intuición: en lugar del aumento de su parálisis y sus dolores, recuperaría repentinamente la salud tan sólo dos meses después.