miércoles, octubre 05, 2011

Nicolas Marquez

Ante el escándalo acontecido con las llamadas “viviendas populares” de las Madres de Plaza de Mayo, el grueso del periodismo y de la dirigencia política opositora acaba de descubrir que Sergio Schoklender es un personaje poco confiable, entre otras cosas por su pasado parricida (que ahora destacan con horror pero que ocurrió a modo de escándalo nacional el 30 de mayo de 1981).
Estos pusilánimes jamás se asustaron del enorme poder político que el kirchnerismo vía Bonafini le otorgó a Schoklender (hoy demonizado tardíamente), para hacer negociados y entuertos. Esta tolerancia vergonzosa para con el parricida por parte de la disidencia se rompió recién ahora, porque la consabida cobardía especulativa que detentan estos sectores prefiere cargar tintas contra un ex convicto (¿qué le hace una mancha más al tigre?) antes que osar llevar adelante una crítica más profunda y cuestionar “la dignidad de las Madres.
Cabe señalar que fueron las intocables Madres quienes le dieron al parricida en cuestión ese protagonismo, encargo y poderío. Asimismo, es dable agregar que las Madres de Plaza de Mayo no son seres angelicales sino mujeres que durante la guerra antisubversiva perdieron un hijo. A partir de esta desdicha, su dolor deviene en tan respetable y entendible como por ejemplo el que debemos sentir por Juan Carlos Blumberg (satanizado hasta el tuétano por haber tenido el snobismo de hacerse llamar ingeniero siendo que no lo era) y tantos otros padres o madres que perdieron un hijo en diversas circunstancias.
El aspecto diferenciador en todo caso, es que salvo excepciones, los hijos de las Madres de Plaza de Mayo (así lo confesó Mario Firmenich y la propia Hebe de Bonafini) no murieron o desaparecieron por una fatalidad sino por ser integrantes de organizaciones como Montoneros y el ERP, que como se sabe, practicaban el secuestro, el infanticidio además del terrorismo urbano y rural.
Queda fuera de discusión que si una madre (cualquiera sea) perdió un hijo, esta padece un dolor irreparable que debe ser considerado y respetado. ¿Pero ello amerita canonizarla, inmunizarla o exculparla de toda felonía que pudiera practicar? Mil veces no, máxime cuando la vileza es cometida con motivo y ocasión del uso y explotación del dolor de madre.
En el tema que nos ocupa, las Madres de Plaza de Mayo han sido apologistas habituales de muchas formas de inmoralidad y crimen organizado: la ETA, las FARC, Al Qaeda, Montoneros y el kirchnerismo (entre otras organizaciones). Estas glorifican además el terrorismo de estado castrista, enaltecen dictaduras pre-modernas de Medio Oriente, aceptan premios y viajes de la tiranía de Hugo Chávez y mantienen simpatías y contactos con el narcotráfico colombiano capitaneado por el cártel marxista que supo fundar el extinto Manuel Marulanda (Tirofijo).
¿No es todo esto mucho más grave que un mero desmanejo empresarial con viviendas estatales?, ¿acaso a estos opositores de plastilina les escandalizan una serie de cheques impagos y no todo el rosario de perfidias señaladas y cuya verosimilitud es de público conocimiento?
Con críticos y opositores así (tan falto de agallas, de convicción, de pasión y de criterio): ¿debe sorprendernos que a la postre haya kirchnerismo para rato?

Nicolás Márquez