miércoles, octubre 16, 2013

LA ENFERMEDAD DE CFK CONFIRMA A HAYEK

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LA ENFERMEDAD DE CFK CONFIRMA A HAYEK
lunes, 14 de octubre de 2013

LA ENFERMEDAD DE CFK CONFIRMA A HAYEK
La enfermedad de la presidente ha dejado en evidencia que está rodeada de los peores elementos de la sociedad. Aun a riesgo de ser reiterativo, casi hasta el cansancio, vuelvo a citar parte del capítulo 10 de Hayek de su libro Camino de Servidumbre.
 
ROBERTO CACHANOSKY – ECONOMÍA PARA TODOS

Aun a riesgo de ser reiterativo, casi hasta el cansancio, vuelvo a citar parte del capítulo 10 de Hayek de su libro Camino de Servidumbre.
El título del capítulo 10 es: Por qué los peores se colocan a la cabeza. Dice Hayek: “La probabilidad de imponer un régimen totalitario a un pueblo entero recae en el líder que primero reúna en derredor suyo a un grupo dispuesto voluntariamente a someterse a aquella disciplina totalitaria que luego impondrá por la fuerza al resto”. Y más adelante agrega: “Hay tres razones principales para que semejante grupo, numeroso y fuerte… no lo formen, probablemente, los mejores, sino los peores elementos de cualquier sociedad”. Y enumera las siguientes tres razones:
1) si deseamos un alto grado de uniformidad y semejanza de puntos de vista, tenemos que descender a las regiones de principios morales e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más primitivos y <comunes> instintos y grupos.
2) el segundo principio negativo de selección: será capaz de obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos que no tienen firmes convicciones propias, sino que están dispuestos a aceptar un sistema de valores confeccionado, si se machaca en sus orejas con suficiente fuerza y frecuencia
3) Parece casi una ley de la naturaleza humana que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo común, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva. La contraposición del <nosotros> y el <ellos>, la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común.
Este libro, escrito en 1943 describe, en gran medida, la Argentina actual. El kirchnerismo – cristinismo es claramente un proyecto autoritario que necesitó rodearse de gente que reúne las tres características mencionadas por Hayek. Bajos morales principios morales e intelectuales, gente que no tiene convicciones propias y trabajar sobre un programa negativo, la confrontación entre el <nosotros> y <ellos>.
Más allá de la suerte que tuvo el kirchnerismo-cristinismo con la evolución de la economía mundial y el precio de la soja, que le permitió inicialmente financiar la fiesta populista, el proyecto era perpetuarse en el poder mediante la alternancia Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Fallecido el santacruceño, se buscó instalar la re reelección de CFK para lograr el Cris for ever y así continuar con el proyecto hegemónico.
Otra de las claves del proyecto hegemónico era subordinar a gobernadores e intendentes mediante el uso de la caja, al tiempo que se desplegaba un amplio programa clientelar mediante los llamados planes sociales, iniciando una persecución de todo aquel que piensa diferente y estimulando la confrontación mediante el invento de inventados enemigos que, supuestamente, conspiraban contra el proyecto nacional y popular.
Con CFK esta construcción de poder se acentuó o aceleró a partir del 2011 cuando ganó las elecciones. A la legión de enemigos inventados se le agregaron la justicia, los medios, los periodistas, economistas, conspiradores que trabajan para destruir la Argentina desde el exterior y cosas por el estilo.
A los discursos en cadena de la presidente se le sumaron las agresiones verbales de ministros, legisladores y seguidores de diferentes colores (Bonafini, D’Elía, etc.) y nunca falta el estúpido que quiere ser más papista que el Papa y pasa de la agresión verbal a la agresión física.
Obviamente que con un mando tan férreo como el que ejerce CFK, ninguno de sus colaboradores más estrechos puede tener un vuelo intelectual propio. Si las órdenes de CFK son inapelables y nadie puede discutirlas, por definición quienes permanecen en sus puestos junto a ella no entran en la categoría de libre pensadores (acaba de confesarlo Juliana Di Tullio.
Basta con ver algunos de sus “colaboradores” para advertir que los principios de Hayek se cumplen. El vicepresidente no solo está sospechado y denunciado por casos de corrupción, sino que además es de una frivolidad que exaspera a la gente al punto que es uno de los miembros del gobierno con peor imagen, con lo cual tratan de esconderlo lo más posible y no se cansan de decir que es presidente transitoriamente pero la que manda es CFK mientras se recupera de la enfermedad. Una forma elegante de decir: “miren que este inútil no los gobierno. Es en chiste lo de presidente”.
Moreno entra en el primitivismo económico más atroz, al tiempo que demuestra su incapacidad para solucionar los problemas. Fracasó en bajar la inflación, en contener el dólar, en el blanqueo y semiparalizó la economía con sus prohibiciones de importación.
Marcó del Pont ha destrozado el patrimonio de BCRA y lleva el récord de pérdida de reservas.
Lorenzino llegó al punto de hacer el papelón del siglo diciendo “me quiero ir” cuando le preguntaron por la inflación en una entrevista.
Abal Medina parece limitarse a repetir los tuits de CFK cuando tiene que expresar una idea. No se sale del libreto. Es como si los tuits de CFK fueran su libro de cabecera.
Kicillof, genio de la estatización de YPF no sabe para dónde agarrar. No encuentran capitales para ampliar la producción.
Los de La Campora, entre otras lindezas, están pulverizando Aerolíneas Argentinas y el listado sigue.
Antes de que CFK tuiera su problema en la cabeza por la cual tuvo que ser operada, se tomaban medidas erradas. Ahora quedó en evidencia que sin ella nadie se atreve a hacer nada por miedo a meter la pata y que, con la vuelta de la jefa, sea defenestrado o zarandeado por inepto.
La enfermedad de CFK dejó al descubierto que la presidente se ha rodeado de los peores elemento de la sociedad, situación que se refleja en la incertidumbre sobre quién gobierna, incertidumbre que está instalada en la sociedad. No se trata de hablar de piloto automático, sino de contar con un equipo de colaboradores eficientes que pueden mantener el barco a flote si el capitán se ausenta por alguna razón. Basta con ver las piruetas que tienen que hacer para que Boudou aparezca lo menos posible en público y mantener en suspenso si asumía como presidente mientras la presidente pasaba el período de recuperación, para advertir que no es, justamente, un elenco de notables el que secundan a Cristina Fernández.
El matrimonio construyó su poder hegemónico con tendencias autoritarias. La subordinación de sus colaboradores debía tener las tres características que marca Hayek en camino de servidumbre. Por eso, si bien Cristina Fernández no tiene capacidad para gobernar eficientemente el país, entendiendo por capacidad la formación intelectual que se requiere para lograr un crecimiento de largo plazo y su relación con la calidad institucional, tampoco ninguno de sus colaboradores o seguidores dispone de esa capacidad. El fanatismo populista y autoritario los aleja de la categoría de estadistas, de gente capacitadas. Como dice Hayek: “…es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo común, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva. La contraposición del <nosotros> y el <ellos>, la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común.” Esto es lo que construyó el kirchnerismo. El ellos versus el nosotros. El amigo y enemigo. Y esa construcción no se logra con gente ilustrada. Por eso, al faltar CFK por enfermedad, queda en evidencia que estamos en manos de los peores elementos de la sociedad porque nadie sabe cómo puede continuar la gobernabilidad si falta la CFK. Y no porque ella sea una estadista de fuste, sino porque no buscó rodearse de gente ilustrada para confiarle la administración del país.