viernes, marzo 28, 2014

En el Ebro se decidió la guerra


A finales del año 1937, el ejército republicano lanzó una poderosa ofensiva contra Teruel. En medio de unas terribles condiciones climáticas, sus hombres consiguen romper las líneas nacionales y aislar a la guarnición de la ciudad, que cae finalmente en manos republicanas el 8 enero de 1938.
Las operaciones continúan, pues las tropas nacionales contraatacan y recuperan la ciudad en febrero, en el transcurso de la Batalla del Alfambra. Toda esta serie de combates ha producido un gran número de bajas en ambos ejércitos, pero no sólo deja más debilitadas a las fuerzas republicanas, sino que la iniciativa queda en manos de los nacionales, quienes en menos de un mes articulan un ataque generalizado en un amplio frente en tierras aragonesas.
La ofensiva logra éxito tras éxito, tomando no sólo todo el territorio aragonés que aún está en poder de la República, sino que consigue, incluso, internarse en Cataluña y llegar a Lérida. Pero, sobre todo, los nacionales han podido dividir en dos el territorio enemigo con la llegada al Mediterráneo por Vinaroz el 15 de abril de 1938.
Tras todos estos reveses —aunque los republicanos logran a duras penas estabilizar el frente—, todo hace suponer que la caída de Cataluña es inminente. Sin embargo, en lugar de proseguir la ofensiva hacia Barcelona, los ejércitos nacionales deciden avanzar en dirección a Valencia a lo largo de la costa.
A pesar de que consiguen tomar Castellón, su ofensiva es detenida en torno a las diferentes líneas defensivas articuladas a tal efecto. Parece un alto momentáneo en las operaciones en tierras levantinas, pero, antes de que estas se reanuden, se va a producir el enfrentamiento determinante: el cruce del Ebro, el esfuerzo final de la República por ganar la contienda, o al menos prolongarla hasta que se funda con el que se cree ya inminente conflicto europeo. La batalla constituye el choque decisivo de la guerra y, aunque el ejército republicano alcanza en ella su madurez operativa, el resultado final marca la suerte de la República, incapaz de contrarrestar el poderío militar de las tropas de Franco.

El Ebro

A pesar de la desastrosa campaña de Aragón, la moral republicana es aún relativamente alta y, aunque el plan constituye una apuesta arriesgada, se vuelca en él todo tipo de recursos: la idea es cruzar el Ebro en un amplio frente, romper las líneas nacionales y unir las dos zonas en que ha quedado dividido su territorio. Al mismo tiempo, se pretende aliviar la situación en el Levante e impedir la caída de Valencia.
El asalto comienza el 25 de julio de 1938 entre las poblaciones de Mequinenza y Cherta. Las tropas alcanzan la otra orilla del río por diferentes puntos y cogen a las fuerzas nacionales totalmente desprevenidas. El avance inicial es tan inesperado que se decide, incluso, abrir las compuertas de las presas sobre el Ebro para frenar la acometida.
Se enfrentan las mejores unidades de uno y otro bando y los combates son encarnizados. A pesar del éxito momentáneo, la ofensiva es frenada y el 6 de agosto tiene lugar el primer contraataque nacional. Es el principio de una terrible batalla de desgaste, con los republicanos aferrados al terreno conquistado y las fuerzas nacionales empeñadas en desalojarlos de sus posiciones: Gandesa, Sierra de Pandols, Corbera, Cavalls… serán escenarios de durísimos combates, mientras en el aire la aviación republicana y la nacional se baten en un constante duelo.
El punto de inflexión de la batalla tiene lugar tres meses más tarde, el 30 de octubre. Tras un intenso bombardeo previo, las fuerzas nacionales lanzan un poderoso ataque que rompe las defensas republicanas obligando a sus unidades a replegarse y recruzar el Ebro en retirada el día 15 de noviembre. Los combates en el Ebro han finalizado. La más larga y más cruenta batalla de toda la guerra termina también con las esperanzas de la República, que está ya militarmente derrotada.

El Fin

Las fuerzas nacionales inician en diciembre su ofensiva sobre Cataluña. El frente se rompe por varios puntos y el avance nacional es continuado. El 26 de enero las tropas de Franco entran en Barcelona, mientras un gran número de refugiados se dirige hacia la frontera con Francia. Las últimas unidades republicanas la cruzan el día 10 de febrero. El fin de la guerra está próximo: en medio del caos político, la fuerza de la República se desintegra por las disensiones internas en torno a la estrategia a seguir: continuar la lucha o paz negociada. El 28 de marzo, los nacionales entran Madrid sin resistencia alguna. Con los dirigentes republicanos rumbo al exilio, el 1 de abril el ejército nacional emite su último parte: «La Guerra ha terminado».

Entre las dos guerras mundiales

Militarmente, la Guerra de España fue una mezcolanza de tácticas de la Primera Guerra Mundial y de otras que, aquí embrionarias, se desarrollarían plenamente en la Segunda. El inicio de la contienda se caracterizó por el empleo de «columnas», unidades heterogéneas que fueron utilizadas mientras no hubo frentes definidos. Con la generalización de la guerra, fueron desechadas a favor de formaciones más convencionales. Ambos bandos usaron carros de combate, si bien casi siempre subordinados a la infantería y sólo puntualmente de forma masiva e independiente. El uso de la aviación, tanto en apoyo del combate en tierra como en el bombardeo de objetivos civiles alejados del frente, constituye el hecho más similar a la Segunda Guerra Mundial.