lunes, abril 07, 2014

EL FRACASO DE LA OPERACIÓN MIKADO

El buque estaba razonablemente abastecido de munición para sus cañones de 127.2 mm, y para sus ametralladoras antiaéreas de 12.7 mm. Contaba además con todos sus misiles MM-38. Del mismo modo tenía a bordo 2 torpedos MK 44 y 3 A 244 S, 533 erizos y 6 cargas de profundidad MK 9. Su dotación de combustible, agua de alimentación para las calderas y para consumo de la tripulación así como los víveres estaba en un nivel que le permitía operar adecuadamente por días.
Aparecen los piratas
Los argentinos no sabían que a muchos miles de kilómetros de allí, un grupo de estrategas británicos habían planeado atacar tras las  líneas argentinas y el plan estaba transcurriendo en ese preciso momento.
Todo comenzó en los cuarteles del SAS, las fuerzas especiales británicas cuyas siglas significan (Special Air Service) en Hereford, en las cercanías de las colinas de Malvern. Allí entre el Mayor John Moss y el brigadier general Peter de la Billiere, jefe del SAS.
Se planificó lo que llamaron la Operación Mikado, una acción ultra secreta en pleno conflicto anglo argentino. En un principio, los analistas británicos consideraron atacar con aviones cazas Harrier o bombarderos Vulcan las bases continentales argentinas. Sin embargo, para lanzar los Harrier los portaaviones debían arriesgarse muy cerca de la costa, desde donde podían ser alcanzados por los aviones de ataque argentinos y, los bombarderos Vulcan, se habían mostrado demasiado imprecisos en sus intentos por destruir el aeropuerto de Puerto Argentino, de hecho siguió operando durante todo el conflicto que duró 74 días.
Por otra parte, un bombardeo al continente podría disparar una reacción adversa de otras naciones latinoamericanas e incluso la aplicación del Tratado de Defensa Regional (T.I.A.R.) envolviendo a Latinoamérica en un peligroso juego bélico contra Gran Bretaña. Al menos eso habría sido lo que el Presidente Norteamericano Ronald Reagan le advirtió a Margaret Thatcher cuando se enteró de los planes los ingleses.
Sin embargo, la misión británica fue aprobada el 23 de abril por el gabinete de guerra de Thatcher: atacar las bases argentinas en el continente. Los ingleses estaban angustiados porque los pilotos navales argentinos ya habían usado los misiles franceses Exocet en sus aviones Súper Étendard contra el destructor británico Sheffield y contra el portaaviones Hermes y la inteligencia británica descubrió que había más Exocet que podrían ser lanzados por los argentinos. El gabinete de guerra de Margaret Thatcher ordenó que los misiles debían ser descubiertos y destruidos. La misión recayó en 65 hombres del Escuadrón B del SAS.
Imagen satelital de la base aeronaval
argentina de Río Grande, situada en
Tierra del Fuego, a 55 kilómetros
de la frontera con Chile.
El plan tenía dos variables, en la primera, debían volar hasta la base naval de Río Grande, en Tierra del Fuego, donde estaban los misiles. Aterrizar en dos Hércules C-130, destruir los misiles, los aviones Súper Étendard, matar a los pilotos y refugiarse en Chile, "territorio neutral" con la excusa de un desperfecto técnico.
La segunda variable era desembarcar desde un submarino, atacar los objetivos y trasladarse luego a Chile donde serían recibidos y protegidos.
Ambas operaciones tenían un paso previo llamado "Plum Duff" que era el reconocimiento del terreno. Para el gabinete de guerra de Margaret Thatcher era prioridad destruir esos misiles sea como sea.
Al principio de la Guerra, Sidney Edwards oficial de los comandos británicos del SAS, viajó a Chile para coordinar la asistencia chilena al esfuerzo de guerra del Reino Unido. Una de las misiones de Edwards era estudiar la forma de infiltrar un grupo de comandos hacia la Argentina con el fin de observar la salida de los aviones que atacaban a la Task Force.
Los militares del Reino Unido necesitaban saber cuándo despegaban los aviones argentinos para alertar a la flota y, en particular, conocer cuando lo hacían los Súper Étendard cargados con misiles anti buque Exocet. De esa forma darían tiempo a los Harrier para interceptarlos. Pero luego se concluyó que aun con el alerta, los Harrier tendrían dificultades para llegar a tiempo a abatir a los jets argentinos antes de que estos lanzaran sus misiles.
Con el consentimiento del general Augusto Pinochet, el comando Edwards obtuvo el permiso del jefe de la Fuerza Aérea Chilena, el General Fernando Matthei, para comenzar su trabajo. Con un enlace satelital directo al cuartel de la Marina británica en Northwood, los comandos ingleses infiltrados en la Argentina y los que operaban en las bases del sur de Chile empezaron a transmitir información sobre la actividad en los aeropuertos argentinos.
Su trabajo era reconocer las rutas, la frontera y planear cómo se abastecerían. El comando pretendía infiltrar un grupo desde Chile para dar una alerta temprana e informar al SAS cuando los Súper Étendard despegaban de la base de Río Grande en Tierra del Fuego. Pero luego se descubrió que los aviones Harriet británicos no alcanzarían a los aviones argentinos antes de que lanzaran su misil Exocet. Días después, el Escuadrón B del Regimiento 22 de los S.A.S. iniciaba el entrenamiento en las montañas de Escocia para llevar adelante la misión.
Peter de la Billiere durante la Guerra de
Malvinas. Sus comandos fracasaron en el
intento de atacar la base de Río Grande.
El brigadier general Peter de la Billiere, cuyo verdadero nombre es Pedro Edgar Delacour, jefe del SAS, pensaba mandar un helicóptero de avanzada al territorio argentino para el reconocimiento del objetivo, la ubicación de los aviones y del combustible. Pensaban que los aviones Hércules británicos serían detectados 30 millas antes por el radar y recibirían una bienvenida de misiles antiaéreos. Por eso preferían la noche para actuar y aterrizar. Divididos en dos grupos de 15, el proyecto era destruir los aviones, identificar los oficiales y matarlos uno a uno. Si los aviones sobrevivían al aterrizaje y al ataque, escaparían por aire y si no, hacia Chile por la tierra helada y húmeda.
La Operación Mikado se inicia
Mediante los datos obtenidos por Edwards, los oficiales del cuartel central de los SAS en Stirling Lines en Hereford, Gales, comenzaron a planificar un Raid de comandos contra la Base de Rio Grande. El director de los S.A.S., el brigadier Peter de la Billiere, se encargó de evaluar las posibilidades de éxito de la operación que resultó un verdadero fracaso.
El punto de partida del ataque contra los aviones argentinos seria la base norteamericana de Widewake, en la isla británica de Ascensión. Desde allí los aviones ingleses viajarían al menos diez horas hasta Tierra del Fuego. Los comandos del S.A.S. tendrían que aterrizar en Rio Grande en dos aviones de transporte Hércules pintados con distintivos y camuflaje idénticos a los usados en las aeronaves militares argentinas.
Un grupo de aviones cisternas acompañaría a los Hércules a lo largo de su viaje a la Argentina para traspasarles combustible en vuelo. Una vez que estos estuvieran en el tramo final de su viaje, las cisternas debían regresar a Widewake.
Los comandos SAS tuvieron que abortar
la Operación Mikado porque fueron
descubiertos en dos oportunidades.
Ya en tierra, desde los aviones de transporte desembarcarían a cincuenta y cinco soldados y tres Land Rover artillados. Unos quince se encaminarían hacia donde estuvieran estacionados los cinco Súper Étendard con el fin de sabotearlos o destruirlos. Otro grupo haría lo mismo con los tres misiles anti buque Exocet que quedaban en los arsenales de la Base. El tercer grupo de comandos se dirigiría a las barracas donde dormían los diez pilotos de la 2da. Escuadrilla de Caza y Ataque de la Marina para asesinarlos. Terminada la faena, los británicos tendrían que usar explosivos para abrir un cráter en la mitad de la pista de la base de maneras de impedir que fuera usada por los aviones a reacción argentinos. Si el tiempo alcanzaba, los SAS deberían destruir los depósitos de combustible JP1, también los seis cazas argentinos Dagger y los aviones de reconocimiento marino Neptune que también estarían estacionados en el aeropuerto.
Durante una semana practicaron vuelos rasantes y asaltos en aeropuerto del Norte de Irlanda, y simulaban el ataque a una base británica como si fuera la de Río Grande.
Para llegar a Tierra del Fuego, en donde se encontraba la Base de Rio Grande, los Hércules británicos deberían recorrer 11.700 kilómetros. Semejante recorrido haría necesario reabastecer a los Hércules en vuelo al menos en quince oportunidades. Esto significaba movilizar la mayor parte de los aviones cisternas VC-10 Víctor que poseía la R.A.F.
El 7 de Mayo de 1982, Gran Bretaña solicitó al comando de la OTAN que se le cedieran aviones cisternas KC-135 usados por la alianza occidental para abastecer a sus naves en Europa.
Antes de la llegada de los aviones cargados con tropas especiales británicas a Rio Grande, otro grupo de comandos ingleses debía colocar una radiobaliza cerca del aeropuerto para que los dos Hércules se orientaran y pudieran encontrar la pista de la base argentina. Los encargados de llevar el artefacto de guía serian transportados hasta el continente por un Sea King lanzado desde un buque británico en el Atlántico. El helicóptero serviría también para evacuar a los atacantes en caso de que los Hércules fueran averiados durante el ataque.
La fase final de la Operación Mikado preveía el escape de los comandos a bordo de los aviones Hércules hacia Chile, en donde pedirían asilo con la excusa pre acordada de un desperfecto mecánico en sus aeronaves. Si por alguna razón los aviones Hércules se veían impedidos de despegar nuevamente, los SAS tenían orden de recorrer con sus Land Rovers artillados los 80 Kms. que los separarían de Chile abriéndose pasó a los tiros si era necesario.
Los temores sobre la viabilidad de “Mikado” crecieron entre algunos de los Oficiales de los SAS ante la presunción de que la Operación resultara finalmente un sacrificio innecesario de un escuadrón completo de comandos. Un sargento de los SAS que se preparaba para el asalto a la Base argentina pidió la baja tras un infructuoso intento de convencer a sus superiores de que la Misión era un suicidio.
Un avión británico Hércules piloteado por Harold Burgoine voló por encima de la Task Force el 16 de Mayo, del cielo descendieron nueve paracaidistas que rápidamente fueron recogidos del mar por los helicópteros de la flota. Eran integrantes del escuadrón del SAS que colocaría la baliza de guía para los aviones en Rio Grande marcando la fase inicial de la Operación “Mikado”.
A medida que se acercaba la fecha de la operación, se multiplicaron los cuestionamientos entre algunos planificadores de los SAS hacia las posibilidades de éxito de la misión. Se objetó la distancia a recorrer hasta el blanco o que se produjera algún imponderable como un inconveniente con algunos de los aviones cisternas que dejaría a los Hércules urgidos de combustible en medio del océano o lo que era peor, indefensos sobre territorio enemigo.
Las Fuerzas Especiales SAS haciendo
prácticas en un submarino.
El punto crucial de la Operación era Chile. Si el gobierno de Pinochet no aceptaba recibir a los comandos tras el ataque, la Operación corría peligro de convertirse en un suicidio planificado por carecer de una ruta de escape segura. Surgió entonces una segunda opción. El Submarino diesel británico de la clase Onix desembarcaría en la costa de Tierra del Fuego a los comandos, que luego deberían alcanzar a pie a la Base de Río Grande. Con cargas de demolición y misiles antitanque destruirían aviones y misiles para luego dirigirse a los dormitorios de los pilotos con el fin de asesinarlos. Terminada la faena, debían regresar a la costa para embarcar en los submarinos.
Un ensayo de desembarco de los SAS en la Malvinas Occidental en botes lanzados por un submarino casi termina en catástrofe. El incidente mostró las dificultades que implicaba dejar a los comandos a kilómetros de la costa enemiga.
Finalmente el gobierno de Pinochet aceptó ser parte del ataque a la Base argentina de Rio Grande en una fecha cercana al 15 de mayo de 1982. A cambio Pinochet obtuvo el compromiso de que el Reino Unido respaldaría política y militarmente a Chile frente a cualquier respuesta que la Operación “Mikado” generara entre los militares argentinos.
Los rumores sobre miembros del S.A.S. operando desde suelo chileno después del 2 de Abril eran frecuentes entre los militares argentinos. Por esa razón, los pasos fronterizos con Chile eran vigilados con celo y parte de la flota argentina fue desplegada frente a las bases continentales para entorpecer la llegada de los comandos desde submarinos.
El 29 de Marzo de 1982 dos helicópteros Sea King HC-4VC especializados en incursiones furtivas del Escuadrón 846 fueron llevados a bordo del portaaviones Hermes mientras la flota se aprestaba a dirigirse hacia el Atlántico Sur. El 17 de mayo, los Sea King pasaron del Hermes, al Invencible.
El frustrado desembarco de los comandos ingleses
Frente a la costa de Río Grande un submarino inglés (probablemente el Onyx) dejó en la noche del 16 de mayo a tres embarcaciones neumáticas con grupos comandos; fueron descubiertos por el destructor ARA Bouchard que abrió fuego de artillería hasta que desaparecieron los ecos del radar, haciendo fracasar el intento enemigo, quien seguramente tenía la intención de sabotear las instalaciones y aviones desplegados en la Base.
Se intensificó el patrullaje, tanto por medio de naves de la Armada como de la Prefectura, y se desplegó una fuerte defensa en la costa argentina.
Entre las 19.05 y las 19.10 horas, en total oscuridad y en el período de emisión establecido en el plan en vigor, el radarista del Bouchard observó, junto con el oficial de guardia en el CIC, al azimut verdadero 070º 3.000 yardas del buque un eco pequeño e intermitente. De inmediato, y por el canal de comunicaciones que relacionaba a las centrales de información de combate de las dos unidades, solicitó autorización para continuar emitiendo y poder de ese modo verificar el contacto.
El submarino HMS Onyx.
A medida que pasan los minutos el contacto dejó de ser intermitente y a las 19.12 se convirtieron en tres ecos nítidos, con un punto muy intenso y una V saliendo del mismo en la dirección contraria a su movimiento relativo, típico de los botes tipo “gomones”, que tantas veces habían observado desde los repetidores los operadores radar.
Se le pudo determinar, en una febril tarea por parte del equipo del CIC (todo era absolutamente manual) el rumbo 340 y la velocidad 18 nudos. Los tres ecos, firmes y con un movimiento inteligente, imposible de imitar por fenómenos naturales o fauna, se movían en formación y pasaron a 1.200 yardas del buque como punto más próximo y se alejaron hasta las 3.000 yardas.
Mientras tanto, y habiendo pasado sólo 4 minutos de la detección, a las 19,14 se cubrió combate, pero el sonar le agregó aún más dramatismo a la situación, a las 19.18 informó un rumor hidrofónico al azimut 070, en ese momento los ecos se encontraban en un arco de azimut que abarcaba desde el 350 hasta el 010, a una distancia de 4.000 yardas.
El radar de control tiro MK 25 logró adquirir los blancos a las 19.22 y simultáneamente se le solicita al OCT (Oficial en Comando Táctico), que era el comandante del destructor ARA Piedrabuena, autorización para abrir fuego con la batería principal, los cañones de 127.2 mm.
En el CIC se hicieron esfuerzos denodados para mantener el contacto ya que para esos momentos se mantenía un solo eco firme y los otros dos intermitentes, pero manteniendo la navegación en formación y el rumbo y velocidad calculados. El ajuste de ganancia y filtros era una cuestión capital para mantenerlos, en eso se abocaba el operador radar, que a esa altura de los acontecimientos había adquirido una sutileza que casi lo hacía formar parte del equipo.
En la proa se estaba levando anclas para poder tener libertad de maniobra para perseguir a los blancos y no estar expuestos a un eventual ataque submarino. La presencia de una unidad de ese tipo era muy probable ya que los acontecimientos de la mañana y la tarde, sumados al rumor hidrofónico detectado no hacía más de 10 minutos, daban cuenta de la presencia de un submarino en la zona.
La foto muestra daños
en la proa del submarino
inglés Onyx luego de la
Guerra de Malvinas.
A las 19.25 se recibió la autorización para abrir fuego, y con contacto firme en el radar de control tiro, el Comandante le dio la orden al jefe de artillería para que la batería principal del buque jugara por primera vez en toda la guerra el rol que merecía, y es así como se abrió fuego con dos salvas de dos cañones y luego otro cañón una salva. Toda la dotación sintió que la sangre circulaba furiosa y a alta temperatura por las venas.
La respuesta no se hizo esperar y los ecos se abrieron en forma de abanico en alejamiento del buque y los radares pudieron, a partir de ese momento, observarlos sólo en forma intermitente.
Guiados desde el C.I.C., los piques de los proyectiles que al principio quedaban cortos, comienzan a caer sobre los blancos. El Comandante ordena al timonel poner proa hacia el punto aún con maniobra de levar ancla sin concluir. Uno de los blancos desaparece de la señal de radar en el centro de los impactos (le habían acertado a uno de los “gomones”) y el resto detiene su avance, cambiando el rumbo en dirección al objeto nodriza de donde se desprendieran en principio.
El buque permaneció al garete, el personal del CIC y de control tiro trataban de mantener los contactos, que en pocos segundos se hicieron inconsistentes; se decidió ir en la búsqueda de ellos; la niebla impedía la búsqueda visual, no obstante haber encendido todos los reflectores que el jefe de comunicaciones disponía, algunos de los cuales eran de gran potencia. Con todos los ojos puestos en el espejo de agua y luego de una exhaustiva búsqueda, se dio por terminada la misma y a las 20.40 se fondeó, prácticamente en el mismo lugar que ocupaba el buque antes de la persecución.
Noche del 17 al 18 de mayo
La noche se presentaba apacible; luego de los acontecimientos del día anterior, la atención en las pantallas era extrema, los pocos minutos de emisión con los que se contaba por el plan de silencio eran aprovechados al máximo. El operador del WLR 1, el equipo MAE (Medidas de Apoyo Electrónico) barría las frecuencias asignadas con avidez profesional, tratando de discernir entre los ruidos y la estática una señal inteligente o concreta que pudiera dar una pauta sobre el enemigo.
El Bouchard permanecía fondeado en la misma posición que el día anterior, a una distancia mínima de la costa de 2 millas náuticas.
Unos minutos después de hacerse cargo de la guardia de CIC el equipo de 4 a 8, se debía emitir con el radar; a las 04.08 aproximadamente el operador radar le informó al oficial de guardia CIC que había detectado algo, que se aproximara al repetidor para verlo.
Este comprobó que había un eco; el operador se trasladó al puente para operar simultáneamente con el radar Decca, que con su emisión en banda I podría discriminar mejor lo obtenido por el SPS 10.
El Bouchard detectó al helicóptero
inglés Sea King proveniente de Chile.
Confirmó y mantuvo en emisión ambos radares, e informó al destructor ARA Piedrabuena del hallazgo. Solicitó que confirmara si lograba verlo al azimut verdadero 340º distancia 9 millas (lat. 53º 26.7´ S y long. 68º 00.2´ W y a escasas tres millas de la costa), un minuto después llegó la confirmación.
El oficial de guardia CIC ordenó comunicarse con la aeronave por todas las frecuencias posibles, sin obtener por parte de la misma respuesta alguna y con Rio Grande para preguntar si era una aeronave amiga e informarle a la base la presencia detectada.
Ante la imposibilidad de establecer contacto en los circuitos establecidos en el plan de comunicaciones, el oficial de guardia CIC le sugirió al OCT (D-29) que informara a Río Grande del acontecimiento.
Mientras esto sucedía, la aeronave, que aparentemente, por el perfil de vuelo que mantenía, podía ser un helicóptero, continuaba su vuelo hacia tierra firme.
A las 04.26 el D-26 volvió a comunicarse con el OCT para informarle que el posible helicóptero había traspuesto la línea de costa y continuaba internándose en la isla; le reiteró la necesidad de informar a Río Grande sobre lo detectado, D-29 le informó que lo estaba intentando.
Pese a la laboriosa tarea que requería mantener el eco en ambos radares, a las 0431 D-26 insiste con Río Grande para informar lo que está aconteciendo, sin resultados.
Luego de una intensa labor a las 04.42 el D-29 informó que logró comunicarse con Río Grande y que no tenían aeronaves amigas volando. Sugirió verificar. La noticia generó en el equipo del CIC un nuevo incentivo para mantener el eco a toda costa.
A las 04.46 el D-26 informó que aparentemente la aeronave detectada había descendido y se perdió en proximidades de la estancia designada La Sara en la carta de navegación (latitud 53º 26´S – long. 68º 11.5´W). Estancia La Sara está a escasos metros de la ruta nacional 3 a unas 26 millas de Río Grande y a tan sólo 15 millas náuticas de la frontera con Chile.
Los ajustes en los equipos de detección se reiteraban, con el objeto de encontrar un eco en la mancha ámbar que aparecía en el repetidor. Instantes después volvió a elevarse y volvió la tensión para mantenerlo detectado. Se lo pudo sostener por escasos 10 minutos más, luego a las 05.02 el D-29 informa que aparentemente estaría en la frontera con Chile.
Misión abortada
Antes de subir al helicóptero Sea King, las fotos satelitales de los norteamericanos mostraban una estancia cercana a la base, la de Sara Braun. Uno de los comandos británicos dijo que había que matar a todos sus moradores, esto lo cita en el libro The Secret war for the Falklands (La guerra secreta por las Malvinas) el escritor Nigel West, seudónimo del diputado conservador británico Rupert Allason en 1998. También dice que el helicóptero despegó del portaaviones Invencible cuando todas las pruebas demuestran que despegó desde territorio chileno.
Nigel West, es historiador de temas militares y se especializa en asuntos de seguridad, editor para Europa de la revista World Intelligence Review, profundo conocedor y tal vez participante de la activa y profesional inteligencia británica o, como piensan otros, un relator de la inteligencia británica brinda datos históricos que nos permiten entender la razón de la presencia de un helicóptero británico un 17 de mayo de 1982, en cercanías de la ciudad de Río Grande.
Helicóptero Sea King británico operando
durante la Guerra de Malvinas.
Afirma que en la noche del 17 de mayo de 1982 partió desde el portaaviones Invencible un helicóptero inglés Sea King de la escuadrilla aeronaval 846, identificado dentro de la armada británica con la sigla ZA 290 (20) con tres comandos del SAS. Armados, con equipos de comunicación satelital, el grupo se dirigía hacia Río Grande cuando el radar mostró a 20 kilómetros del objetivo que habían sido detectados. Con mirada agonizante, el capitán Richard Hutchingsconsideró "la misión comprometida". Se miraron entre todos angustiados y decidieron avanzar hacia el oeste, rumbo a Chile, en dirección a Punta Arenas. "Misión abortada" transmiten por el equipo y abandonan el helicóptero. El Ministerio de Defensa británico dice oficialmente que se trató de un aterrizaje de emergencia. Pero el mundo sabe que las fuerzas especiales británicas están operando en el continente argentino o tratando de hacerlo.
No cabe ninguna duda que la presencia de la patrulla compuesta por los dos destructores hizo fracasar en dos oportunidades el intento de golpe de mano proyectado desde el mar y desde el aire los días 16 y 17 de mayo. Sumado a ello los dispositivos de seguridad organizados en tierra colaboraron en forma importante en hacer imposible el desarrollo de tales operaciones.
West afirma en su libro que la Operación Mikado fue planificada por el Alto Estado Mayor Británico, en concreto por el Almirante Lewin, quien lo encomendó al regimiento 22 SAS – SBS (Special Boat Service, de los Royal Marines), que ciertamente estaba a cargo del General Peter De la Billière.
Para ello contaba con algunos integrantes del escuadrón G (el resto de ese escuadrón estaba en Belice) que se encontraban embarcados en el HMS Fearless en la fuerza de tareas del Atlántico Sur. Además contaba con el escuadrón B a cuyo mando se encontraba el mayor John Moss. Este escuadrón luego de concluir prácticas para su participación en un ejercicio de la OTAN en Alemania “se embarcó en un programa intensivo de entrenamiento para practicar la captura de un aeropuerto en poder del enemigo”.
La idea general de la maniobra que debían ejecutar los comandos era la de destacar un helicóptero Sea King para efectuar un operativo, que consistía en reconocer el blanco, la ubicación de los aviones y evaluar el dispositivo defensivo y alerta.
En este sentido es menester destacar que los aviones de la Armada eran dispersados y replegados contemplando tres opciones o esquemas de dispersión de aeronaves: cercano medio y lejano. Esto hubiese sido una dificultad adicional para quienes debían efectuar el reconocimiento. La noche del 17 al 18 de mayo encontró a los aviones en dispersión lejana (única oportunidad en la que se llevó a cabo) y a los pilotos durmiendo dentro de un frigorífico cercano, lo que nos lleva a concluir que, aun habiendo obtenido éxito en la operación, hubiese sido muy difícil llevar a cabo la misión para la cual habían sido desplegados a suelo argentino.
Una vez orientados por el grupo de reconocimiento, debían ejecutar un aterrizaje forzoso en la pista de Río Grande con dos Hércules C-130 con 55 hombres a bordo y destruir los cinco aviones Súper Étendard y los tres misiles que aún poseía la Argentina, según los datos que tenía la inteligencia británica, y además matar a todos los pilotos.
El autor inglés indica que la inteligencia que poseían era pobre e insuficiente, cuestión esta que es difícil de creer dado que poseían inteligencia de detalle que habría sido otorgada por las autoridades de Chile, como lo permiten entender declaraciones de los más encumbrados participantes de la historia de ese momento.
El HMS Onyx hondea la bandera Jolly
Roger, la bandera de los piratas.
No obstante, según lo que indica el escritor español Jorge Muñoz, que ha escrito varios libros sobre Malvinas, había dos formas de ejecutar la acción, una era la relatada en el libro de West y otra la siguiente: una fuerza de 24 hombres compuesta por SBS/SAS debía desembarcar del submarino Onyx y con botes dirigirse a la costa. El submarino debía dejarlos muy cerca de la costa para evitar que el mal tiempo reinante en esa zona afectara la operación. Los botes irían cargados con misiles Milán y Law, lanzagranadas, cargas explosivas y demás armamento personal. Con ello debían destruir los aviones y matar a todos los pilotos.
La primera opción (la aérea) era la menos aceptada por los comandos ya que la consideraban una muerte segura y tenían una gran incertidumbre sobre el posible éxito de la misma.
En cualquiera de los dos casos no había modo de escape, debían caminar por la helada tundra de la Isla Grande de Tierra del Fuego hasta Chile para que allí los recogieran y los llevaran de vuelta a Inglaterra.
Las especulaciones sobre la posibilidad que las tropas argentinas los persiguieran, era cosa casi asegurada ya que la tropa de IM allí destacada poseía una alto grado de adiestramiento y sobre todo de motivación, lo cual permite especular sin mucho riesgo de error que, de haberse concretado la operación, difícilmente hubiesen podido regresar sin enfrentar duros combates durante la retirada y aún durante la operación misma.
Declaraciones públicas de quien fue Comandante en Jefe de la FACH (Fuerza Aérea Chilena) General Fernando Matthei, revelan el grado de apoyo que fue brindado, y las palabras de Margaret Thatcher en ocasión del apresamiento de Pinochet en Inglaterra y del propio General Pinochet al ser liberado.
Según relata West, los comandos, además de las prácticas normales, se pasaron una semana practicando los aterrizajes en los C–130, generándose un incidente en uno de ellos que casi les cuesta la vida. Además de ello la RAF (Royal Air Force), la Fuerza Aérea Británica, debía representar a los defensores (las fuerzas argentinas) e informar en cada una de las prácticas distancias de detección y otros parámetros; esto resultó del mismo modo desalentador e inquietante.
El helicóptero inglés de Punta Arenas
Quince minutos después de comenzado el día 18 de Mayo, el Sea King HC-4VC matricula ZA290 despegó (según Nigel West) desde el Invincible con rumbo al continente, en realidad lo hizo desde Chile. Su piloto era el Teniente Richard Hutching, su copiloto el Teniente Alan Reginald Courtena Bennet y Peter Imrie era el navegante. En el interior del Sea King se acomodaba un grupo de nueve hombres del S.A.S., los mismos que días antes habían saltado en paracaídas sobre la flota. Los comandos británicos llevaban la radiobaliza para guiar a los Hércules en su aproximación a la base de Rio grande.
El Helicóptero Sea King penetró en el continente a través de la Bahía San Sebastián, donde la zona fronteriza entre Chile y la Argentina divide al estrecho de Magallanes. La elección de la ruta de penetración no era casualidad, cerca de allí había un depósito argentino de combustible para aviones, por lo cual la zona era intensamente vigilada.
Sea King inglés en tierra.
Los comandos de los SAS desembarcaron y los helicópteros se ocultaron entre unas lomas cerca del rio Silva, en territorio chileno. Ese era el lugar donde deberían esperar las órdenes para dar comienzo a la Operación “Mikado”. Para algunos analistas el lugar de espera estuvo situado en la Estancia Las Violetas en la zona argentina de la Isla de tierra del Fuego.
Mientras tanto, dos aviones Hércules del Escuadrón Especial 47 despegaron de Ascensión para iniciar un viaje hacia Rio Grande. Llevaban Matriculas XV-179 y XV-200.
A todo esto, el Bouchard había detectado un contacto desconocido volando a 160 Km por hora en dirección Este, es decir proveniente de Chile. El buque argentino localizó al intruso a 45 Km. al sur de rio Grande, mas tarde el mismo buque volvió a detectarlo volando sobre un paraje llamado Estancia Brown, un campo argentino propiedad de una familia de origen inglés. Durante los siguientes 5 minutos el eco del radar desapareció para luego ser detectado con rumbo sur dirigiéndose sobre espacio chileno hacia el faro de Punta Arenas.
El operador de radar del Bouchard informó al destructor Piedrabuena fondeado más al Norte que tenía “un pajarito en la cotorra” que en la jerga naval significa un intruso detectado en su pantalla de radar. Minutos más tarde el radar de la base de Rio Grande descubrió también el contacto. Las comunicaciones entre las naves que eran monitoreadas desde Chile, confirmaron la detección de los helicópteros por parte de Argentina.
El peligro del ataque disparó la alarma en la base de Rio Grande, esa noche, los conscriptos y oficiales fueron movilizados en los alrededores del aeropuerto. Seis helicópteros argentinos fueron despachados para revisar la zona donde fue detectado el eco.
Al tiempo que los sensores del comando inglés indicaron que habían sido descubiertos por los radares argentinos, sus tripulantes vieron luces de bengala en el horizonte. Las tropas argentinas parecían haber detectado su llegada. Una segunda bengala fue observada más cerca del helicóptero y los tripulantes emitieron un mensaje para informar que la misión corría peligro. Por radio, indicaron al agente británico Edwards sobre el problema. Desde Londres Edwards recibió la orden de abortar y se las transmitió a los pilotos del Sea King. Los Hércules que se dirigían a sabotear la base de Rio Grande recibieron la orden de regresar a la Isla Ascensión.
Ubicación de Punta Arenas en Chile
y Río Grande en la Argentina.
El Sea King aterrizó en un paraje a unos 23 Km. al sur de Punta Arenas. De acuerdo con analistas el combustible no era suficiente para regresar a la Base. Los tripulantes del Sea King incendiaron la nave y destruyeron equipos de comunicaciones y claves. 
El Ex almirante argentino Horacio Zaratiegui era el responsable del área durante la guerra. Asegura que el helicóptero de los S.A.S. detectado por los radares argentinos provenía de Chile y no de un portaaviones y que durante la guerra sospecharon del despliegue de aparatos ingleses desde ese país. A Zaratiegui no le faltaban razones para sospechar sobre la posibilidad de que se produjeran incursiones de los S.A.S. en las Bases argentinas ya que antes de la guerra había recibido entrenamiento en inteligencia en el Reino Unido y conocía el modo de operar de los británicos.
Cuando la Embajada de Gran Bretaña informó a las autoridades de Santiago que la tripulación de una de sus naves estaba varada en algún lugar del Sur de Chile, se inició una nerviosa operación de cobertura. Si el hecho trascendía a la prensa la colaboración estrecha que mantenían ambos países quedarían en evidencia, tal como sucedió.
Edwards pidió entonces ayuda al Jefe de la Fuerza Aérea de Chile. El General Matthei le dijo que ordenara a sus comandos que se dirigieran a Punta Arenas. En palabras del militar “le contesté que llegaran a hasta un determinado punto de nuestra Base Aérea donde los esperaba un Oficial de inteligencia, allí les darían ropa de civil y los pondrían a bordo de un Avión de Lan Chile o Ladeco hacia Santiago, para que desde allí tomaran otro hasta Inglaterra. Eso fue lo que hicieron exactamente, deberían haber quedado internados acá, porque esa es la Ley, pero les propuse otra salida”.
En las horas siguientes el Ejército de Chile envió un helicóptero UH-1D a recoger a los tripulantes del Sea King, no los encontraron ya que seis días más tarde se entregaron en un puesto de carabineros de la Localidad del Parrillar, a 20 Km. Del lugar del accidente.
Por tratarse de especialistas en operaciones secretas, la decisión de la Tripulación del Sea King de incendiar la nave impidió ocultar el fracaso de la Operación.
El vuelo se llevaba a cabo cumpliendo taxativamente lo planificado hasta que el piloto fue advertido que había sido detectado por un radar hostil y el copiloto pudo observar una bengala. No obstante ello, se decidió continuar, pero cuando se estaba desembarcando una segunda luz más cercana les advirtió que el peligro los acechaba y decidieron abortar la misión dirigiéndose directamente a Punta Arenas en Chile.
El investigador español Jorge Muñoz indica que al suceder el evento con el Sea King, los dos C–130 con los comandos se encontraban volando y la misión se abortó momentos antes de su inicio al enterarse que el helicóptero había sido detectado y que los comandos debieron soportar largas horas de vuelo y varios reabastecimientos para regresar a la isla Ascensión.
Otra versión de lo sucedido con el helicóptero la brinda Jorge Muñoz donde expresa que fuentes del Servicio de Inteligencia Naval argentino en forma extraoficial le habrían sugerido que el helicóptero podría haber despegado desde el aeródromo de la ciudad chilena de Punta Arenas. Volando desde el Oeste penetró el espacio aéreo argentino y una vez internado en el mar unas cuarenta millas viró y se dirigió hacia la zona de la estancia y tras sobrevolar las cercanías de la estancia Sara Braun se dirigió con rumbo 290º hacia la frontera con Chile.
Con pequeñas variaciones, la versión del final de la operación es casi coincidente; el ZA 290 deja en un lugar alejado al grupo con su armamento y se dirige hacia una huella donde es incendiado por su tripulación en proximidades de la caleta Agua Fresca a unos 20 kilómetros al sur de Punta Arenas.
El 25 de mayo de 1982, tres soldados ingleses, los pilotos y un navegante del Sea King, aparecieron sanos y salvos en Punta Arenas, Chile y fueron llevados a Santiago. Del grupo SAS, nada se sabe. De Santiago,  parten a Londres, luego de una breve conferencia de prensa, donde expresan “haber tenido un desperfecto mecánico”. Los restos del helicóptero fueron cubiertos por una máquina vial en forma rápida evitando así toda posibilidad de investigación sobre la veracidad de la versión británica y chilena de los hechos.
Respecto a los comandos SAS, se refugiaron en una zona descampada y continuando con la versión ofrecida por Nigel West, creían estar en territorio argentino y se desplazaron unos 20 kilómetros hasta “El Parrillar” y su lago, algunas versiones dan cuenta que uno de ellos murió. Allí descubren que se encontraban en territorio amigo, y se entregan a carabineros.
Los fracasados comandos británicos
fotografiados en la embajada británica
en Santiago de Chile.
Los pilotos fueron transportados a Punta Arenas, luego a Santiago, donde dieron una conferencia de prensa expresando que habían sufrido un desperfecto mecánico, las palabras del Teniente Richard Hutchings fueron las siguientes: “…mientras patrullábamos la costa notamos un fallo en el motor, debido al mal tiempo no fue posible regresar a nuestro barco, así que tuvimos que buscar refugio en el país neutral más cercano…”
No había mal tiempo, todo era una gran mentira para blanquear la vergonzosa situación de los comandos. Finalmente todos fueron embarcados en un avión rumbo a Londres.
De la colaboración chilena con los invasores británicos hay varias muestras. En plena guerra ellos habían adquirido a Gran Bretaña un buque petrolero el Tide Pool que devolvieron para que los ingleses lo utilizaran. También había un buque chileno de operaciones antárticas que se reabasteció en Punta Arenas y se unió luego a la flota británica.
Además debemos agregar que el presidente de los Estados Unidos de América fue informado por Inteligencia que los británicos planeaban una operación en el territorio argentino, esto preocupó porque podría involucrar otros países y no sólo extender el teatro de operaciones sino además otros actores. Pese al llamado telefónico realizado por Ronald Reagan, Margaret Thatcher persistió en la necesidad de llevarla a cabo.
El escándalo que querían evitar los militares chilenos
Los restos del helicóptero fueron hallados en la mañana del 19 de Mayo, en Isla San Pedro, cerca de Punta Arenas, Chile. La noticia sobre un helicóptero caído se extendió rápido y la población local empezó a llegar al lugar para observar los restos de la nave.
Momento en que el Ejército chileno tapa
con tierra los restos del helicóptero inglés
incendiado al sur de Punta Arenas.
Alertados por la novedad los funcionarios chilenos enviaron una moto niveladora para cubrir los restos, pero mientras esto ocurría empezaron a llegar periodistas al lugar. Entre ellos el corresponsal del Diario Clarín de Bs. As., Oscar Fernández Real. Aunque los Carabineros no les permitieron acercarse, el fotógrafo Leonardo Zavattaro usó su teleobjetivo para tomar unas fotografías, imágenes que fueron publicadas como primicia el día 20 de mayo en Clarín y luego dieron la vuelta al mundo.
Recuerda Fernández Real que fueron detenidos por tres hombres que se identificaron como Detectives de la Dirección de Seguridad chilena a poco de fotografiar el accidente. Luego de ser obligados a revelar el material fotográfico que habían obtenido en Cañada del Ciervo solo se les requiso una de las fotografías donde aparecía un helicóptero chileno. Los periodistas fueron liberados dos horas más tarde y regresaron inmediatamente en su automóvil a la ciudad de Río Gallegos.
La versión oficial chilena y británica señaló que el helicóptero con sus tres tripulantes había llegado a territorio continental se debió una desorientación y que “un desperfecto mecánico había precipitado la nave a tierra”. Sobre los nueve SAS nada se comentó y hubo que esperar que el paso de los años revelara su presencia a bordo del Sea King.
Los tres tripulantes y los nueve comandos fueron llevados a Santiago y se los alojó en casas particulares lejos de la mirada de la prensa. Las reglas internacionales indicaban que al menos los tripulantes “blanqueados” es decir la tripulación del helicóptero debían permanecer internados hasta que se terminara el conflicto. El gobierno chileno sostuvo que no había una guerra declarada entre Argentina y Gran Bretaña, por lo que no tenía sentido retenerlos dejándolos partir. Los pilotos del SAS parten en ropas civiles en un vuelo de línea de Santiago a Londres.
Respecto al otro helicóptero Sea King HC-4VC del escuadrón 846 probablemente cayó al mar en la noche del 18 de Mayo. Dieciocho comandos, dos soldados y un tripulante murieron en el accidente. Los británicos sostienen que la tragedia fue seguramente causada por un albatros que se introdujo accidentalmente en el motor.
Sin embargo algunos autores argentinos señalan que esa clase de aves no tiene hábitos nocturnos y que rara vez se encuentran a la distancia de la costa donde los ingleses afirman que se produjo la caída. Los “detractores” de la hipótesis del albatros especulan que el accidente podría ser un intento por ocultar la pérdida de integrantes de los S.A.S. en otras circunstancias y que las muertes podrían haber transcurrido en el continente (por ejemplo, cuando fueron cañoneados por el Bouchard los tres ecos en el radar) en la noche del 16 de mayo.
El mismo día del accidente tres botes neumáticos abandonados fueron hallados frente a la ciudad de Rio Grande. No se trataba de equipos argentinos. Coincide con lo informado por el destructor argentino Bouchard que disparó en esa zona contra blancos no identificados que se aproximaban desde el mar a la Base de Rio Grande.
Epílogo de la fracasada misión inglesa
La decisión del alto mando naval de mantener a los destructores ARA Piedrabuenay Bouchard patrullando el área de Río Grande fue absolutamente acertada. No podemos asegurar que la inteligencia naval argentina tuviera datos precisos de las operaciones que se planeaban desarrollar, pero el hecho de haber estado presentes en el momento del desarrollo de los dos intentos nos hace pensar que no fue casual.
Pese al celoso resguardo de la información que hacen los británicos, nos permite conjeturar que si bien la noche del 17 al 18 de mayo los aviones y sus pilotos se encontraban cumpliendo un programa de dispersión lejana, que hubiese dificultado la destrucción por parte de los comandos británicos, algo muy diferente ocurrió la noche del 16 de mayo.
Los SAS debieron perder varios hombres
cuando sus botes neumáticos fueron
cañoneados por el destructor Bouchard.
Durante esa noche el ARA Bouchard, al detectar los ecos de tres botes y abrir fuego, probablemente impidió que los comandos desembarcados de un submarino pudieran ciertamente llevar a cabo su cometido en forma completa y total. A partir de ese momento la sorpresa había sido perdida y, al menos en los destructores, el nivel de alerta era ciertamente mayor que el que se tenía antes de la noche del 16 de mayo.
Los libros de navegación y de guerra del destructor ARA Bouchard y los informes elevados por el mismo a la superioridad indican que la aeronave en cuestión detectada el 18 de mayo se encontraba 9 millas al noroeste del buque, a dos millas de la costa y que el eco se perdió a escasa distancia al sur de la estancia La Sara, para luego elevarse y dirigirse directo a la frontera con Chile, perdiéndose el eco radar, entre cinco y siete millas, luego de elevarse. Esa estancia está en una posición muy cercana a la ruta nacional 3 que lo lleva directo a Rio Grande.
El ex Contraalmirante Horacio Zaratiegui (17 marzo 1926-25 marzo 2002), a cargo de la zona Austral en Tierra del Fuego, era el responsable del área durante la guerra. Siempre tuvo sospechas de las intenciones británicas. Por algo lo habían entrenado los propios ingleses en su Escuela de Inteligencia en Gran Bretaña. Obsesionado con un posible ataque chileno, el oficial creía que había una alianza silenciosa entre Chile y el Reino Unido que les permitiría a los chilenos avanzar desde el oeste en recuerdo del diferendo del Beagle. En 1983 el ex comandante de la zona austral relató lo siguiente: "Nuestros radares observaron que el helicóptero se desplazaba desde el territorio chileno hacia la Argentina. Cruzó la frontera, luego quedó suspendido en el aire por unos minutos y desapareció del radar, clara señal de que había descendido. Volvió a aparecer a los 5 minutos en las cercanías de la planta de combustible y a 5 kilómetros de la estancia de Sara Braun, al sur de Río Grande y casi sobre el mar. Todo esto sucedió la noche antes que se descubriera al `Sea King' incendiado en las cercanías de Punta Arenas”.
Contraalmirante Horacio Zaratiegui
en 1982.
Zaratiegui estaba convencido que el helicóptero británico regresaba de una misión de reconocimiento, con un grupo de comandos que intentaba volar la planta de combustibles de la Bahía de San Sebastián, en Tierra del Fuego. La planta abastecía de nafta especializada JP1 a los 5 aviones Súper Etendard franceses, a los 6 aviones Mirage Dagger y a los viejos Neptune de reconocimiento que actuaban contra la flota británica. El helicóptero inglés apareció en las pantallas de los únicos 3 radares de la isla de Tierra del Fuego con capacidad de interceptar señales. El primero en avistarlo fue el cabo operador del buque destructor Bouchard, que estaba fondeado en la bahía Esperanza. Sin usar el lenguaje cifrado, se lo comunicó a su colega del destructor Piedrabuena que estaba más al norte. También lo detectó el radar de la base aeronaval y diagnosticaron que se desplazaba a 90 nudos de velocidad y rumbo 090, con dirección al este. Al día siguiente, seis helicópteros argentinos e infantes de marina se desplazaron por la isla en busca de sus rastros. No encontraron nada. Pero por precaución y a la espera de un ataque, la base de Río Grande había sido minada y se había alistado una compañía de infantes de marina para defenderla. La aviación naval argentina comenzó la guerra con 5 aviones Súper Étendard y la finalizó con ellos en perfectas condiciones. Estaban pendientes del envío de Francia otros 9 Súper Etendard y 25 misiles Exocet que no llegaron durante el conflicto por las presiones británicas. De haberlos entregado como correspondía, otra muy distinta hubiera sido la historia.
Ante el descubrimiento del helicóptero (a raíz del humo), en las primeras horas del 19 de mayo, hubo nerviosas consultas entre las autoridades chilenas, pues hubiera correspondido internar a la máquina y a sus tripulantes hasta el fin del conflicto. Sin embargo, la trascendencia periodística que tendría este accidente, perjudicaría la postura de neutralidad que fingía adoptar el régimen chileno. Fue así que se procedió a enviar unas palas mecánicas para cubrir los restos del helicóptero, que estaba semidestruído sobre una playa marítima de pedregullo y pastos, el fuselaje quedó totalmente cubierto bajo un montículo de grava en el paraje denominado Cañada de los Ciervos, de la bahía Agua Fresca.
El general chileno Fernando
Matthei colaboró con los
ingleses durante la Guerra
de Malvinas.
Por su parte, el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Chilena (FACH) General Fernando Matthei declaró acerca del incidente del helicóptero y las explicaciones que dio a los argentinos: “Nosotros tuvimos que darles largas explicaciones, jurando nada sabíamos. No sé si nos creyeron o no, pero la verdad es que me enojé muchísimo con los ingleses, y tuve que poner la cara con Pinochet, diciéndole: mire lo que hicieron estos imbéciles…”
Al gobierno de Thatcher tampoco le convenía que se descubriera su intención de llevar el conflicto hasta el mismo continente americano, sin obtener réditos significativos que lo justificaran y aquí indudablemente fue una operación fallida.
Hubo 18 bajas reconocidas oficialmente del SAS en Malvinas (casi todos del 19 Mountain Troop, escuadrón D) en el accidente de un helicóptero Sea King (ZA292) que volaba del HMS Hermes al HMS Intrepid(tal vez murieron en una operación fracasada en el continente). Asimismo hubo varias bajas en combate, aunque solo una mortal (capitán Hamilton). El escuadrón B que se encontraba en Ascensión para tomar parte en la Operación Mikado fue lanzado en paracaídas para cubrir las bajas.
Los misiles Exocet que no pudieron destruir los comandos ingleses cobraron otras 2 presas, el día 25 de Mayo, dos de ellos hundieron el portacontenedores Atlantic Conveyor, con él se perdieron 3 helicópteros Chinook con capacidad para 80 hombres completamente equipados (un cuarto se salvó por estar en vuelo en el momento del ataque); y al menos 8 helicópteros Wessex y un numero de carpas y equipos para albergar a 4.000 hombres, así como pistas de aterrizaje portátiles para operar con Harriers directamente desde suelo de Malvinas, una planta completa de desalinización de agua. Además su cubierta servía como pista de aterrizaje, lo cual lo unía a los dos portaaeronaves existentes. Todo material imprescindible que se preveía utilizar para el asalto hacia Puerto Argentino. Otro Exocet impactó en el portaaviones Invincible el 30 de mayo. Por supuesto Gran Bretaña niega todo.
Tras la Guerra de Malvinas, Sidney Edwards perdió su trabajo en los S.A.S. y fue a prisión cuando quiso organizar un envió ilegal de armas a Croacia en 1992. El contrabando fue descubierto en el aeropuerto de Budapest, cuando los inspectores aduaneros abrieron los containers encontraron numerosas armas muchas de las cuales habían sido manufacturadas por la FAMAE, la Fábrica militar de armas chilena.
Aunque extraoficialmente la Operación “Mikado” y sus variantes resultó un completo fiasco, terminado el conflicto en el Atlántico sur, los tres pilotos del Sea King fueron distinguidos y condecorados inmerecidamente por su actuación en este fracasado y desastroso operativo. Concretamente, el Piloto del Sea King incendiado en Chile, Richard Hutchings y su copiloto, Alan Bennett, fueron condecorados con la Cruz de los Servicios Relevantes o distinguidos, una condecoración que sigue en importancia a la Cruz de la Reina Victoria dentro de los rangos del honor militar inglés. El otro tripulante, Peter Imrie, recibió la Medalla de Servicios Relevantes, ningún otro piloto británico recibió una distinción semejante por su actuación durante la Guerra de Malvinas.