sábado, agosto 09, 2014

Que así sea – Por Nicolás Márquez

Mintió toda vez que dijo defender los derechos humanos, siendo que pasó su kilométrica y aburguesada militancia apañando a las FARC, al dictador Fidel Castro, a Hugo Chávez, cantando loas a los Montoneros (organización criminal a la que pertenecieron sus hijas) y por supuesto, fue y es una emblemática simpatizante de la delincuencia kirchnerista, banda de facinerosos al calor de la cual Estela Carlotto recibió ingentes honores y desembolsos dinerarios provistos por el Estado. O sea que todo este tiempo, la legendaria madre de guerrilleros gozó del dinero compulsivamente sustraído a los demás del erario público para disfrute de ella y su camarilla, quienes jamás operaron en aras del bien común sino al servicio de una parcialidad ideológicamente diminuta, autoritaria y extremista.
Como es sabido, en los últimos tiempos de militancia a favor de los millonarios malvivientes que comandan la Casa de Gobierno, Estela Carlotto se prestó vilmente a su obsequio a fin de martirizar o torturar psicológica y moralmente a los hijos de Ernestina Herrera de Noble (llevando adelante acusaciones confirmadamente falsas), pero a cambio de tan precioso concurso, seguramente Carlotto pudo proseguir colocando a toda su parentela en puestos bien pagos del dispendioso Estado kirchnerista: puso a su hijo Remo como Diputado Nacional, a su hijo Guido como Concejal y a su hija Susana como burócrata en el Ministerio de Justicia.  Vivió desde siempre del negocio de los derechos humanos a los que jamás adscribió y los cuales tampoco supo inculcarles a sus hijas (Susana y Laura), quienes como fuera dicho, integraron la ilegalidad montonera en los años 70´ bajo las órdenes del asesino Mario Firmenich.
Si es cierto que en esta rara ocasión Carlotto no mintió y al fin ella pudo identificar a su presunto nieto, pues desde estas líneas le deseamos mucha suerte en esta nueva etapa de su vida, rogándole a Dios Nuestro Señor que esta venturosa circunstancia le permita superar su ostensible resentimiento y tenga la grandeza de pedir perdón por los muertos ocasionados por la organización criminal a la que pertenecieron sus hijas, y en cuya ilegal militancia murió una de ellas (Laura, la madre del aparente nieto señalado). En efecto, deseamos enfáticamente que esta gratificante noticia le permita alcanzar el equilibrio emocional e  ideológico del que careció durante tantos años de prédica en favor de causas tan desdichadas como las descriptas, y que constituyen apenas una síntesis de su sórdida trayectoria.
Que así sea.