sábado, agosto 29, 2015

UN PROBLEMA DE ENORMES DIMENSIONES


En esta nota expondremos algunas ideas del Papa Emérito Benedicto XVI, no sólo porque es decisivo trabajar por acrecentar las virtudes, como él lo ha hecho y hace, sino porque igualmente es bueno destacar al menos algunos aspectos de su obra, pasado algún tiempo, para reconsiderar el camino que él ha andado, lo que sin duda nos sirve para afrontar con energía lo porvenir, haciéndolo luego de la contemplación de la magnífica tarea que el Pontífice nos ha dejado, para enderezar yerros y suprimir defectos propios.

Hemos de partir de la base que por el cambio climático se amplía el cinturón tropical, sube el nivel de los mares, los polos se derriten, los agujeros de ozono no se cierran, se producen gigantescos incendios forestales, inundaciones nunca vistas, olas de calor y períodos de sequía inesperados.

Organismos y conferencias internacionales han sostenido que a la humanidad sólo le quedan unos pocos decenios para llegar a un punto de no retorno, a partir del cual ya es demasiado tarde para controlar con las propias fuerzas la problemática del mundo altamente tecnificado, habiendo manifestado una serie de expertos que ese punto ya se ha alcanzado.

¿Esto se debe a que hay cosas que estamos haciendo mal, o a que la tierra es incapaz de resistir  el enorme potencial de desarrollo de nuestra especie, o a que acaso aquélla no está hecha en absoluto para que vivamos aquí de forma duradera?

Pues bien, al menos la experiencia nos dice que no permaneceremos aquí eternamente, pero seguramente hay cosas que estamos haciendo mal.

Cierto es que hemos llegado a esta altura al amparo de los conceptos fundamentales de progreso y libertad, mas tal verdad impone los desarrollos que siguen.

En primer lugar, no cabe duda que el progreso también puede ser destructivo, supuesto en el cual no es verdaderamente progreso. En efecto, ¿es progreso si podemos destruir por ejemplo mediante armas atómicas, o hacer, seleccionar y eliminar seres humanos?

En segundo lugar, el progreso puede ser, por una parte, de conocimiento, de captación de la realidad, el que se dio de modo increíble por la combinación  de la visión matemática del mundo y los experimentos. Y el conocimiento es poder, ha traído consigo poder, pero de una forma en la que, ahora, con nuestro propio poder somos capaces al mismo tiempo de destruir el mundo que creemos haber descubierto por completo.

En tercer término, ocurre que en lo que hasta ahora ha quedado expuesto, falta una perspectiva esencial: el aspecto del bien. Se trata de la pregunta ¿qué es bueno?, ¿hacia dónde el conocimiento debe guiar el poder?, ¿se trata solamente de disponer sin más o hay que plantear también la pregunta por aquello que es bueno para el hombre, para el mundo?

Esta cuestión es, entonces, ¿cómo puede lograrse un dominio ético y humano del progreso? Y para una respuesta, retomamos que en esto está comprometida también la libertad, la que se entiende generalmente como libertad para poder hacerlo todo, como consecuencia de lo cual lo que se puede hacer hay que poder hacerlo, pues de lo contrario se va contra la libertad.

Ahora bien, es indudable que el poder del hombre ha crecido de forma tremenda, pero lo que no creció con ese poder es su potencial ético, desequilibrio –que hoy se refleja en los frutos– que resulta de que no fue pensado en clave moral.

No obstante, frente a la catástrofe que nos amenaza se ha suscitado en muchos el reconocimiento de que tenemos que tomar decisiones morales. Pero la traducción de ese reconocimiento en voluntad y en acción políticas se ve imposibilitada mientras falte disposición a la renuncia.

Con lo que antecede se quiere decir que la voluntad política no puede ser eficaz si no existe en la humanidad entera –desde las decisiones personales hasta pasar sobre todo por los impulsores principales del desarrollo y del progreso, ya que no sólo están los egoísmos individuales, opuestos entre sí, sino también los egoísmos grupales– una conciencia moral nueva y más profunda, una disposición a la renuncia que sea concreta y se convierta también en el individuo en una norma de valores para su vida, no bastando la limitación a convocar manifestaciones aparatosas…

Y refiriéndonos a la libertad, vale la siguiente cita textual de Benedicto: “Para muchos, el ateísmo práctico es hoy regla normal de vida. Se piensa que tal vez haya algo o alguien que en tiempos remotísimos dio un impulso inicial al mundo, pero ese ser no nos incumbe en absoluto. Si esa postura se convierte en la actitud general de la vida, la libertad no tiene ya más parámetros, todo es posible y todo está permitido. Por eso también es tan urgente que la pregunta sobre Dios vuelva a colocarse en el centro. Por supuesto, no se trata de un Dios que de alguna manera existe, sino de un Dios que nos conoce, que nos habla y que nos incumbe. Y que, después, será también nuestro juez”, luego de permitirnos reconocer lo que es posible, lo que se puede, lo que se debe.

En una próxima oportunidad nos ocuparemos de la Encíclica “Laudato si”, de S. S. el Papa Francisco.