jueves, diciembre 14, 2017

Los lamentos kirchneristas, en el país de las paradojas

Hubo más insultos a Bonadio en el Gobierno que en el kirchnerismo.

Las posibilidades de que Cristina vaya presa y, antes, sea desaforada, son inexistentes. El pedido de desafuero se discutirá en una Cámara que asistió solemne, el día de asunción de los nuevos legisladores, al izamiento de la bandera por parte de Carlos Menem. Este tiene una condena firme de siete años de cárcel impuesta en 2013 por el trafico de armas a Ecuador y Croacia. Nunca se le quitaron los fueros que lo mantienen libre. El jueves fue un día intenso y confuso: el pasado nos saltó encima como un gato, la imagen del fiscal Nisman volvió a aparecer en la televisión. Muy pocos, aún ahora, se animan a hablar de su asesinato. Dicen “la muerte”, como si hubiera muerto de muerte natural.
El mismo día el juez Daniel Rafecas enfrentaba al Consejo de la Magistratura. ”Volvería a desestimar la denuncia de Alberto Nisman”, dijo. Rafecas, en un trámite exprés, hizo caso omiso de cuarenta mil escuchas que hoy Bonadio toma como prueba. Las escuchas dejan en claro la fabricación de la inocencia de Irán por parte de un gobierno que necesitaba petróleo o ingresos urgentes por unos diez mil millones de dólares. Cristina cambiaba 85 muertes por dinero.
Escuché el jueves que eso no significa “traición a la Patria”. El jueves fue el día de las paradojas: el kirchnerismo acusaba al gobierno de la movida judicial. Y el Gobierno quería suicidarse en masa: la decisión de Bonadio ponía en riesgo toda su estrategia parlamentaria con el peronismo en estado de cisma. La reforma laboral tambalea y ni siquiera tendrían los 65 mil millones de dólares que terminarán quitándole a los jubilados. Mientras la negociación se estira, Carrió descubrió que el “empalme” es notoriamente injusto (al pasar la actualización de seis meses a tres, la cuenta del gobierno evita pagar alrededor de un 3%) y la tropa propia empieza a sublevarse.
Hubo más insultos a Bonadio en el Gobierno que en el kirchnerismo. Mientras Cristina volvió a competir por el Oscar a la mejor víctima, los actores secundarios siguen preocupados por lo que podría llamarse la “estética de la detención”. En el Sur, Zannini acordó entregarse a la madrugada y se negó a ponerse el casquito y el chaleco. Citó, probablemente, el antecedente Boudou, preocupado en su momento por aparecer en pijama y descalzo. Que les preocupe la foto, quizás, habla más de ellos mismos que ninguna otra cosa.
Los organismos de derechos humanos,en bloque, defienden a Rafecas, no les preocupan los derechos humanos de los 85 muertos de la AMIA. Los medios kirchneristas volantean los antecedentes de Bonadio, en la viejísima táctica de desacreditar a la persona sin hablar del hecho de fondo. Es cierto, Bonadio tiene una historia vergonzosa: fue funcionario de Corach, de allí saltó a la servilleta, condenó a Marcelo Bonelli por publicar la declaración jurada de Alderete, al que defendió en otras causas, durmió el expediente de la AMIA para favorecer a Galeano, pero ahora –sin hablar de su arranque procesal- presentó 600 páginas de pruebas contundentes.
Bonadio, también, fue kirchnerista. ”Claudio es un buen juez” justificó alguna vez Diana Conti. Cristina –que persiguió mas de diez años al Grupo Clarín inventándole causas judiciales, que me mantuvo ocho años fuera de la televisión abierta, que inventó una medidora de rating como su medidora de Yrigoyen, que modificó el “schedule” del fútbol los domingos- está preocupada porque algunos medios que sus socios derrumbaron, ahora echaron a un par de conductores.
El kirchnerismo se ha creído su propio mentira, y se inventó un pasado republicano. De todos modos, nadie sugiere comerse al caníbal. El gobierno necesita a Cristina libre para seguir dividiendo al peronismo y los jueces, a veces, se exceden sobreactuando. Hebe de Bonafini, mientras tanto, grita que “si detienen a Cristina se va a armar un quilombo que ni te cuento”. Pero no da detalles.